Línea Critica

Por: Juan Fregoso

03 / Abril / 2012

Hace aproximadamente seis años que el pueblo mexicano fue testigo del más grande fraude electoral, a través del cual Felipe Calderón se impuso como presidente de México. Estados Unidos, como siempre, intervino directamente para consumar el fraude y apuntalar un gobierno espurio, al mismo tiempo que la gran burguesía fue pieza clave para instalar en la silla presidencial al títere de Felipe Calderón.

Ya investido de poder, Calderón obedeciendo consignas de su amo—Estados Unidos—comenzó a gobernar con el Ejército y la Marina en las calles. Inició una guerra contra el narco a todas luces falsa, porque con el paso del tiempo se convirtió en una guerra contra todo el pueblo. Violando todo tipo de leyes y la propia Constitución, sacó al Ejército y a la Marina de sus cuarteles para que cumplieran labores de policía, ministerio público y jueces. Esta situación llevó a que miles de ciudadanos fuesen víctimas directas o indirectas de esa guerra simulada contra narcotráfico.

Hoy, ya se dice que son más de 70 mil muertos, aunque oficialmente, sólo reconocen 50 mil; hay también miles de desaparecidos y, por lo menos, un millón 600 mil desplazados. Paralelamente, Calderón como representante de la gran burguesía aplicó una política de entreguismo de la economía, de la seguridad territorial, de los recursos naturales al imperialismo yanqui, mientras que a los mexicanos nos hundió más en la pobreza y pobreza extrema.

Este año, en vísperas de la elección presidencial, el presidente está haciendo uso del poder para darle continuidad a su nefasto gobierno, a su sexenio y a su política antipopular. En el pasado fraude electoral todas las instituciones, desde la Cámara de Diputados, Senadores, pasando por el IFE, fueron cómplices. Y esta situación, hasta el día de hoy, no está superada. Por lo tanto, las bases para un nuevo fraude electoral—igual o mayor que el de 2006—están sentadas, esto es más que evidente.

Calderón está actuando como candidato, como un candidato más y con el apoyo de Los Estados Unidos ha estado trabajando para prolongar su mandato otros seis años, porque desde su lógica el narcotráfico es dueño de grandes extensiones del territorio nacional, a tal grado, que en voz del general Guillermo Galván Galván, ni el propio Ejército puede entrar mucho menos garantizar que se celebren los comicios en ambiente de paz.
En el mismo sentido, se pronuncia el secretario de Gobernación, Alejandro Poiré Romero, quien afirma que el Estado está infiltrado en los tres niveles de gobierno, y en su opinión, no garantiza la seguridad en las elecciones. Están concentrados en una narcocampaña electoral en la que todo el aparato estatal insiste que partidos políticos, diputados, senadores, gobernadores y ex gobernadores tienen vínculos con el crimen organizado o que han hecho uso indebido de los bienes públicos. En estos meses seremos testigos de la guerra sucia más escandalosa con Felipe Calderón como actor principal.

En este contexto, se maneja que Josefina Vázquez Mota logró ganar su candidatura mediante prácticas fraudulentas y que por más esfuerzos que hacen no consigue levantar o penetrar en el ánimo del electorado. Asimismo, se dice que Enrique Peña Nieto está trabajando en las encuestas de opinión. Y para muchos, Andrés Manuel López Obrador aparece como una posible opción, sin embargo, no toman en cuenta que el nuevo fraude en contra de López Obrador ya está diseñado.

Desde esta perspectiva, no es creíble que con abrazos y besos sea como vayan a defender su derecho, sino que habrá una profunda indignación, que debe –o puede romper—los muros de contención con movilizaciones populares que pueden rebasar lo sucedido en 2006, y se dará la unidad con otros sectores y organizaciones que tienen el mismo descontento acumulado en contra de este sistema que ha propiciado la hambruna más infame.
Más de treinta años de neoliberalismo y globalización, han sido más que suficientes para demostrar que en nuestro país las elecciones no cuentan. Si no se tiene la bendición del imperialismo, entonces no ganan por muy copiosa que haya sido la votación a su favor. A fin de cuentas, el Departamento de Estado norteamericano se erige como el gran elector, es decir, es quien da el visto bueno a los candidatos vendepatrias.

Cuando el gobierno ha visto en riesgo sus intereses recurre al fraude, por más burdo que sea, incluso, con riesgos de levantamientos y protestas, como sucedió, primero, con Carlos Salinas de Gortari, y posteriormente, con Felipe Calderón, o bien, impone la alternancia, el rol de los diferentes partidos políticos pero con el mismo proyecto de profundizar la sujeción de nuestro país en beneficio de ellos; ahora le toca al PAN, y después al PRI, pero evidentemente también pueden Los Estados Unidos decir que no, que les conviene más la continuidad del calderonismo y lo puede imponer. Esta es, al parecer, la decisión probable este 2012.

Estas son las cuestiones sustanciales que se ocultan al pueblo. En que cada fin de sexenio se repite la misma historia, que confirma que el pueblo no decide nada sobre el destino de la patria, sino que es la gran burguesía y su amo el imperialismo quien lleva las riendas de la vida del 99 por ciento de los mexicanos.

Así pues, ante los grandes y profundos problemas de la nación, el pueblo observa cómo las campañas de los diferentes candidatos sean de izquierda o derecha, no tocan para nada el problema principal de ser la semicolonia más importante de Los Estados Unidos. Ni un solo candidato o partido está planteando nada respecto de la liberación de nuestro país de esa opresión semicolonial de Los Estados Unidos sobre México, porque son conscientes que de hacerlo los pondría en seria desventaja. En esta lógica, todos ellos se están poniendo al servicio del imperialismo.

El pueblo observa con impotencia cómo ninguno de los candidatos o partidos esté planteando la demanda de que los militares vuelvan a sus cuarteles y se castigue a los culpables de tantos crímenes, como tampoco la indemnización a las víctimas y el regreso de los desplazados. No proponen solución alguna para los agraviados, asesinados, secuestrados, desaparecidos, las viudas y huérfanos. Eso no les interesa a ninguno de los candidatos, por el contrario, de forma visible recurren a la demagogia, con discursos completamente vacíos como banales

¿Cuál es la solución que ofrecen al problema de la crisis que padece el país, que es una crisis sistémica?, ¿qué cambio de sistema proponen? No la convivencia con el imperialismo y el neoliberalismo, sino ¿cuál cambio radical sistémico para salir de esta crisis? Ante situación, todos guardan silencio, una sumisión vergonzosa, esa es la triste realidad.

Así, el pueblo de México vuelve a vivir la misma situación de hace doce años de gobierno panista; los medios de comunicación, sobre todo, los electrónicos, se encuentran completamente cargados a donde se les ordena que lo hagan, favoreciendo a los candidatos que a ellos les conviene. Nada informan de sus proyectos de gobierno, sino puras cuestiones insulsas para la mayoría de la población, y ahora con la política sucia de Felipe Calderón, se han concentrado en informar de las relaciones que hay entre el narco y diferentes políticos, esta—por supuesto—es una campaña que busca beneficiar al partido del presidente de la República, y evidentemente, a su delfina Josefina Vázquez Mota, cuyo discurso anodino, carente de un proyecto definido y sólido, la llevará a un rotundo fracaso.