Estado de los ESTADOS

Por Lilia Arellano

06 / Noviembre / 2014

Si la forma en la que los funcionarios, ministros, miembros del gabinete, legisladores y el propio Presidente miran al país resulta una visión incomprensible para millones de mexicanos, existe una tercera realidad, la que se palpa a cada paso, la que se revela en cada expresión, la que conforma entre lágrimas y angustias el devenir de un pueblo que tal parece no encuentra la forma de ser comprendido, de que se le entienda, de ser atendido de acuerdo a sus necesidades reales y no a los planes de los que nunca ha formado parte. Iguala no es la que aparece en la pantalla de las televisiones, ni siquiera la que nos hemos empeñado en reseñar en el radio o describir en las letras. Iguala es mucho más y no solo por su historia sino por este presente que marca un antes y un después en las reacciones de la sociedad.


En Iguala no hay quien no sepa, este informado, señale con temor la red ligada a los estupefacientes. Cómo pueden pedirnos confianza, creer que vamos a estar ciertos de sus informaciones cuando hemos visto a lo que llaman las autoridades son los que vigilan los campos sembrados de amapola. Por estos rumbos ya ni los delincuentes, los mafiosos, los narcos, son los buenos. Hace algunos años ayudaban a los campesinos que se negaban a trabajar en las tierras que dominan y los obligaban a sembrar y cosechar para que hubiera alimento. La Iglesia supo de sus mejores aportaciones por parte de estos grupos. Pero en estos días son hombres que además guardan rencores, odios, son asesinos y sus masacres no las hacen por dinero sino por maldad.


A muchos kilómetros de ahí, en la capital de la República, se presenta otro escenario que, coincidentemente con el de Iguala, tiene una lectura para el gobierno y otra muy diferente para los ciudadanos. De nueva cuenta abarrotaron las principales avenidas que conducen al centro, al Zócalo, miles de universitarios acompañados por adultos de hasta tres y cuatro generaciones adelante. Otra vez el inmueble denominado Los Pinos tuvo que ser prácticamente sitiado, lo convirtieron en un visible bunker. Y siguen a la cabeza los padres de los 43 normalistas de los 6 asesinados, arrastrando un dolor que algunos comunicadores están ahora calificando de pretexto para provocar desestabilización.


Cabe preguntar si existe una mayor desestabilización que la que está provocando el gobierno federal con cada una de esas acciones que emprende y que nos llevan en caída libre. El reporte de un drástico descenso que habla no solo de la imagen sino de la aprobación a los dictados gubernamentales, mismo que alcanza una baja de 23 puntos, del lugar 37 al 60 y esta se dirige a Enrique Peña Nieto de manera directa. Aunque con analizar el comportamiento, el rostro, las actitudes de quienes sin importar si hay sol, lluvia, frío, están dispuestos a mantenerse exigiendo no solo la aclaración de Ayotzinapa, sino el fin de esta era de inseguridad, de miseria, de desempleo, sería suficiente para, en verdad, organizar un equipo, mantenerse a la cabeza de un gobierno que de soluciones, que haga y no ofrezca, que actúe y no prometa, que aplique una disciplina que tenga por bandera la honradez y no que siga haciendo acuerdos y pactos que han sido totalmente inútiles.


HAY QUE IR POR PARTES


En las calles de Iguala, en las que no están repletas de manifestantes no solo de los lugares cercanos sino de otras Entidades del país que llegan por cientos para ofrecer solidaridad, se respira temor, angustia, miedo. Dentro de las viviendas ya son otros los sentimientos: hay odio, rencor, desesperación, hartazgo, aunque poca disponibilidad para denunciar abiertamente y hay un porqué o muchos porqués. ¿No hay forma de que vayamos con la policía, o con los militares, si sabemos todo lo que sabemos, lo que Peña Nieto conoce al igual que su Procurador y sus cercanos, no hay forma de distinguir en donde se encuentra el lado de la autoridad y en cual están los delincuentes?

No es fácil acercarse y preguntar y así lo hacen saber: no quiera usted indagar demasiado porque desaparece, Y no se trata de amenazas sino de un sano consejo. No todos los que vivimos en Iguala tenemos que ver con las mafias sino con una vida de esfuerzo, de trabajo, de evitar ligarse con quienes llegan de improviso y también, de improviso, se van. Al abordar el tema de los Abarca-Pineda –ayer utilizamos el Abarca-Villareal y ese segundo apellido así seguirá hasta que aclaren si es Villa o Villareal, porque tal parece que ni de eso están ciertos los sesudos investigadores, hay silencios que se rompen cuando hablan de la serie de reuniones y francachelas con trovadores y bohemios que organizaban junto con la actual dirigencia del PRD.