LA PEQUEÑA LUCIERNAGA

02 / Marzo / 2015

José Guadalupe Montes González

En las noches veraniegas teñidas de azabache, allá en mis inquietas y lejanas mocedades en mi rancho, solía yo perseguir los enjambres de los Alumbradores, en compañía de mis también infantiles amiguitos vecinos, que correteando por las llanuras y aguerridos tras los insectos, atrapábamos en botellas de vidrios, apostando a quién tuviera más.

Las botellas relampagueaban pletóricas su luz fosforescente cual lámparas intermitentes, alumbrando en aquel espacio nuestras infinitas travesuras, en aquel tiempo de mi vida que se ha quedado tan lejos ya, pero que al recordarlo hoy, me hace gozar indescriptiblemente y me pone a reflexionar.
Aquel terciopelo negro de la noche, antes o después de alguna llovizna, enmarcaba a miles, quizás a millones de estos coleópteros, que desparramados en el aire, realizaban sus rituales coreografías y nos ofrecían su esplendido espectáculo sin par, en un infinito firmamento cuajado de estrellas parpadeantes. ¡Ah, qué tiempos aquellos tan hermosos de nuestra niñez!

Hoy en día, aún se repiten esos momentos de incomparable belleza natural que Dios Nuestro Señor nos regala como un milagro real con estos diminutos e insignificantes cocuyos o Luciérnagas, a los que casi nadie se detiene a mirar ni siquiera concederles u ápice de importancia, ni los valoramos en su tal dimensión, porque ¿Y para qué sirven? Si son tan
Simples.

La existencia de estos diminutos seres despide una luz emblemática que adorna las estancias oscuras donde los enamorados se prometen amor y se juran pasión eterna, sin fijarse en la nota romántica que nos ofrecen.
Son también importante fuente de inspiración de muchos poetas y escritores que le cantan al amor, y muchas melodías hablan en sus textos musicalizados, de la existencia de las luciérnagas.

Vibración de cocuyos que con su luz
bordan de lentejuela la oscuridad
A. Lara
En fin: ¿ya vemos pues la importancia de las luciérnagas?

Cuántos de nosotros los humanos, los civilizados, los estudiosos, hemos venido a este mundo y nos vamos de él sin haber emitido tan siquiera una lucecita? Una luz propia, aunque seadiminuta como la de las luciérnagas? Para así hacernos un poco notorios.

¿Cuántos incluso, envidiosos criticamos con escarnio a quien tiene una Chispa, una iluminación propia?

Un día la luciérnaga enfadada ya del zapo criticón y blasfemo, le preguntó:
Oye zapo bribón, ¿Por qué me odias tanto, eh?
Y el zapo malvado temblando de ira le contestó: ¡Porque brillas! (Fabula)
La luciérnaga emite con su pequeño vientre, una luz diminuta y efímera, si, pero esa luz es luz al fin. Aprendamos de ella.