CON PRECAUCIÓN: La casa del jabonero

Por Sergio Mejía Cano

29 / Septiembre / 2015

Un año se cumplió del suceso de Ayotzinapa y aún no hay resultados concretos al respecto. Este primer aniversario hizo que buena parte de la población en varias entidades del país se unieran a los padres de los 43 normalistas desaparecidos en aquel entonces. Se dice a través de los medios que el contingente más numeroso fue en el Distrito Federal, en donde algunos medios informativos señalan que fueron alrededor de 18 mil manifestantes, pero otros medios afirmar que fueron muchos más.

Queda visto que en caso de que jamás se llegue a esclarecer lo que realmente sucedió aquella noche y madrugada del 26 y 27, respectivamente, de septiembre de 2014, seguirán las marchas de protesta por la justicia y no nada más cada año, sino que tal vez cada mes, si no es que diariamente, al menos por los padres de estos muchachos desaparecidos; y por lo mismo, ha diario den de qué hablar.
Desde luego que para quienes se quejan de esta marcha porque se les interrumpe el libre tránsito, como ahora que surgen en las redes sociales infinidad de quejas de aficionados al fútbol porque la protesta por la desaparición de los 43 de Ayotzinapa no los dejaba transitar y así llegar a tiempo al estadio Azteca, para así presenciar el llamado gran clásico entre los equipos de Guadalajara y América; y si les molestó esta marcha de protesta, de nuevo volverán a incomodarse este próximo 2 de Octubre (no se olvida), porque de nuevo saldrán a la calle varios contingentes a rememorar la tragedia de esa fecha en el año de 1968.
Es triste comprobar que haya gente que despotrica en contra de quienes se manifiestan pidiendo la aclaración sobre lo que sucedió en Ayotzinapa, como si se sintieran exentos de que a ellos jamás les sucederá algo que los haga marchar algún día ya sea en grupo o en forma particular por haber sido víctima de una injusticia o mínimo porque se quedó sin empleo.
Se cuenta sobre una reflexión que también ya se ha difundido en las redes sociales, en que un ratón se da cuenta que los dueños de la granja que habita han comprado una ratonera, y asustado va corriendo a comunicárselo a las demás especies que habitan la granja y el corral, pero ninguno le lleva el apunte porque tienen la convicción de que una ratonera no significa nada para nadie más que para el mismo ratón. Pero resulta que la ratonera la hace accionar una víbora venenosa que muerde a la esposa del granjero cuando se acerca en la oscuridad para ver por qué había hecho ruido. La mujer cae en cama por efectos del veneno de la víbora, por lo que el granjero toma una gallina para hacerle un caldo a su esposa que poco tiempo después fallece. Entonces el granjero toma una chiva para hacerla birria y ofrecer comida a los asistentes al velorio y como es pobre, se ve en la necesidad de vender sus pocas vacas para pagar los gastos funerarios. Así que la moraleja es que aunque mucha gente crea que lo que le pueda suceder a otros o les pase no tiene nada que ver con ella, deberían tener en cuenta que se podría desarrollar toda una cadena de acontecimientos que en el momento menos esperados también llegue a afectar a quienes se creían exentos en determinado momento.
Ya ha quedado claro que en cuanto de injusticias se trata, no nada más los normalistas de Ayotzinapa o de comunidades pobres están expuestos a sufrir alguna atrocidad o algún abuso de autoridad, pues está documentado que hasta en el Tecnológico de Monterrey, en al Campus de la misma ciudad neoleonesa, se dio un caso en que dos de sus estudiantes fueron masacrados al confundirlos –supuestamente- con integrantes de un grupo criminal. Sin embargo, quienes se creen libres y exentos de que algún día les pueda pasar alguna desgracia (que ojalá y nunca llegue ese día) y de que así dé tantas vueltas la vida jamás les tocará la mala fortuna, deberían pensar un poco en los niños de la guardería ABC en Hermosillo, Sonora, en los cientos y cientos de desaparecidos en el país, en los cadáveres que han sido encontrados en fosas clandestinas, en los cientos de migrantes, nacionales y extranjeros, que tratan de cruzar nuestro país hacia la frontera norte en busca del sueño americano; y de que muchos de estos migrantes desaparecen sin dejar rastro. Y desde luego, en los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, cuyo único delito en este caso, es ser pobres.
Como se dice comúnmente: En la casa del jabonero el que no cae resbala; y por todos los malos acontecimientos que han ocurrido en el país, se podría decir que todos estamos en esa casa.