CON PRECAUCIÓN: El día del ferrocarrilero

Por Sergio Mejía Cano

09 / Noviembre / 2015

El 7 de noviembre se festeja el día del ferrocarrilero, fecha que se oficializó por decreto presidencial en 1944, para que todos los ferroviarios tuvieran en mente la gesta heroica en la que sacrificó su vida el joven de apenas 25 años de edad, Jesús García Corona. Hecho ocurrido en el año de 1907 en el poblado minero de Nacozari, en el estado de Sonora, distante aproximadamente a 60 kilómetros al sur de Agua Prieta, que colinda Douglas, ya en el estado norteamericano de Arizona.

Según la biografía de Jesús García Corona, nació en Hermosillo, Sonora un 13 de noviembre de 1881, y siendo el más pequeño de ocho hermanos llegó a Nacozari con apenas ocho años de edad, y de acuerdo con esta biografía, llegó huérfano de padre, porque nada más llegaron su mamá y sus hijos, y se dice que probablemente el papá debió haber quedado en la travesía. Llegó ahí esta familia porque en ese tiempo Nacozari era un emporio minero que ofrecía mucha oportunidad de trabajo. Jesús García desde pequeño dio muestra de ser muy listo para aprender diversos oficios, por lo que a la edad de 17 años entró a trabajar a la compañía minera como aguador, para después ir ocupando varios puestos hasta llegar a ser ingeniero de máquinas, en la línea de ferrocarril perteneciente a la mina y no a la línea troncal que estaba en su etapa inicial.

Quizás con un poco de romanticismo, en el relato sobre el accidente que le costó la vida al hoy héroe de Nacozari se resalta que ese día del accidente, después de que Jesús dejó la máquina y otras unidades en la parte baja de la mina Pilares, para que formaran el tren que habría de subir con cuatro toneladas de dinamita embarcadas en dos unidades y que tenía que llevar al campamento en donde se estaban abriendo otras minas, Jesús fue a desayunar a casa, y que su mamá lo recibió muy afligida y al preguntarle el muchacho qué le ocurría y porqué la notaba muy aprensiva, la señora le dijo que tenía un mal presentimiento, que intuía que ya no lo volvería a ver; que mejor ahí se quedara con ella, porque además andaba muy desvelado por haberle llevado serenata a su novia y desde luego, haberse echado unos traguitos. Jesús le dice que no se preocupe, que todo está bien, que se siente bien anímicamente y que nada más serían tres viajes de la mina al campamento y viceversa.

Al llegar a la mina, un empleado le comunica a Jesús que el maquinista asignado al tren que debía de salir ya -un alemán-, se había reportado enfermo y que no había nadie más que él para mover el tren a su destino. Y tal vez y como sucede como cuando algo malo va a ocurrir, mientras Jesús había ido a desayunar a casa de su madre, quienes se había quedado a cargo de la máquina (que por cierto no era la 501, como dice el corrido, pues era la número dos, construida en 1901 y era más pequeña que las otras que operaban en la mina) dejaron que bajara la presión de la caldera, así que cuando llegó Jesús, tuvo que aumentar esa presión; y además, los que formaron el tren que se contaba de 16 unidades, cometieron un grave error, pues las dos unidades que transportaban la dinamita, en vez de colocarlas en la parte posterior del tren, las pusieron enseguida de la carbonera de la locomotora que tenía un contenedor para detener las chispas, pero este estaba descompuesto, cosa que Jesús ya lo había reportado varias veces pero no había sido reparado. Así que al ir avanzando y al salir de las instalaciones de la mina al aire libre, el viento hizo que las chispas fueran a pegar constantemente a las unidades cargadas con dinamita que, por ser su estructura principalmente de madera, comenzaron a incendiarse.

Al ver esto y por no haber agua cerca, se pretendió sofocar el fuego con arena, pero Jesús no quiso detener la marcha al mirar que el incendio ya había aumentado considerablemente, por lo que al ver esto, prefirió desenganchar del resto del tren esas unidades y así alejar el peligro de la población; su intención era llegar más allá de un campamento de trabajadores que estaba a seis millas de la población y dejar que la máquina y los carros incendiados siguieran solos, pero la dinamita explotó antes y Jesús no pudo salvarse al igual que otras 13 personas que también fallecieron y que se encontraban en el campamento cercano, así como un menor de edad que estando aproximadamente a cien metros de distancia, uno de los fierros se le había clavado en el pecho. Se dice que de no haber hecho esto Jesús, las víctimas hubiesen sido miles, y Nacozari habría desaparecido.