NUMINOR: El Arbolito de Navidad

Por Agustín Almanza Aguilar

04 / Diciembre / 2015

Motivo de polémicas lo es, igualmente, el asunto del ‘Arbolito de Navidad’ el cual es considerado más ajeno, que los ya citados en los artículos anteriores, al cristianismo. Se pretendió atribución a San Bonifacio pero, en rigor, el asunto del árbol tiene sus orígenes en una antigua creencia germana, la de un árbol gigantesco que sostenía al mundo y que en sus ramas estaban prendidas estrellas, y la luna y el sol, lo que explicaría la costumbre moderna de colocar foquitos de colores a los árboles. Éste árbol era para los germanos el divino ‘Igdrasil’, al que rendían pleitesía cada fin de año, cuando suponían que habría que renovarse la vida y en tal virtud acostumbraban adornar una gigantesca encina con antorchas que asemejaban las estrellas, el sol y la luna. En torno a este árbol bailaban y cantaban en homenaje a los espíritus del bien.

Una versión más sugiere que fue la costumbre druídica de cortar al fin del año las puntas de los árboles, como parte de una ceremonia de bienaventuranza, la que propició el surgimiento del ‘Árbol de la Navidad’.

En los últimos años se ha estimulado una versión cristiana absolutamente legendaria que intenta integrar el árbol navideño a las demás costumbres religiosas. Conforme a esta leyenda, en el momento del nacimiento del Niño Dios el pino fue adornado por gracia divina con estrellas, para que al presentarse ante la criatura recién nacida no se sintiera pobre de merecimientos, puesto que luego del nacimiento de Jesús, tanto los animales como los vegetales quisieron acudir a Belén para presentar sus respetos. Pero como entre todos los vegetales el pino era el que se sentía más feo, se fue rezagando en las marchas de los árboles, por lo cual las estrellas se apiadaban de él y se posaron en sus ramas para convertirlo en el más atractivo, a tal punto que al llegar el Niño Dios, éste quiso tocar con sus manos las luces que lo adornaban.

A pesar de todo el árbol sigue contando con la antipatía de los tradicionalistas, seguramente porque fue Martín Lutero quien lo impulsó en Alemania y de allí a Inglaterra, donde históricamente se registra su primea instalación en 1829. Los ingleses llevaron la costumbre a los Estados Unidos, donde en 1847 se instalaron en la vía pública y alcanzaron tanta popularidad que hoy se considera a éstos árboles típicamente norteamericanos.

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