NUMINOR: Rosete Aranda: Aquellos Mágicos Títeres

Por Agustín Almanza Aguilar

22 / Enero / 2016

Los títeres, las marionetas los ánimos pendientes de un hilo que tanto nos hicieron disfrutar la niñez en aquellas viejas carpas de feria, o de salones ‘decentes’ ¿Se acuerda usted de los Rosete Aranda? Bueno, pues ése es el tema que elegimos hoy. Tome usted su silla-butaca o tamburete y esté atento para cuando se abra el telón de la imaginación y la fantasía.

En 1979 el Instituto de Bellas Artes (INBA) se dio a la tarea de adquirir 57 maravillosas marionetas, que eran propiedad de los Rosete Aranda, que vivieron en esa bendita tierra que es Michoacán. Esta familia nos contó, en un trabajo periodístico recogido por Jorge Laso de la Vega (‘Diorama de la Cultura’), que allá por el siglo XIX la compañía de títeres de Rinaldo Zane era la que marcaba la ruta y el modelo, pero que se le impuso reciamente la de Don Leandro Rosete Aranda, el más ilustre de sus antepasados. Don Leandro tenía a sus criaturas no como viles muñecos de madera, sino que los imaginó como criaturas de carne y hueso, sangre y alma, y los vestía elegantemente, dándoles vida a través de los hilos, metiéndoseles en el barniz, y así el realismo impresionaba a grandes y pequeños, que tanto gritaban como lloraban con sus actuaciones en la escena.

Allí andaban aquellos personajes inolvidables, como el borrachito al que se le apareció el diablo y lo arrastró al infierno, para que pagara sus culpas, especialmente del despilfarro dl sueldo; Modosita y la Ratoncita romántica, muy serias, hablando de la liberación femenina; Garióstega y Liborio, intentando, muy preocupados, saber si habría algún cilindrero cerca de la Alameda –tan querida por Don Folio-, porque era la música que más le gustaba y les recordaba sus tiempos de gloria

Los Roste Aranda fueron los mejores en mobiliarios de México, y quienes mejor movían la complicada tramazón de los hilos que daban vida y movimiento a sus criaturitas de madera. Pero, ¿y las voces? Sin ser ventrílocuos, sin grandes conocimientos de fonética, por puras ganas de hacer bien las cosas, los titiriteros mexicanos hacían hablar verdaderamente al natural a sus criaturas, nos señala Laso de la Vega.

Para esto era preciso un Script, un libreto, mismo que casi siempre era una adaptación de una historia o una leyenda popular, los cuales eran modestamente impresos, pero muy bonitos a la vista por una sencilla razón: las portadas eran casi siempre de Posada Salían a la venta el mismo día de la función, y provenían de la imprenta de Venegas Arrollo, en la calle de Santa Teresa. Los títulos eran sencillos, como ‘Los Fuegos Artificiales de Ixtacalco’, ‘Corrida de Toros’, ‘El Valecoyote’, o el de Don Folias en la Alameda. Eran las Compañías de Autómatas, como se les solía llamar a los títeres, que eran vistos actuar con curiosidad graciosa por una abigarrante mezcla de gente de variopintas actividades comerciales. Luego les pasaban el sombrero o el plato de barro cocido para la ‘coperacha’ de los señores de los hilos y la escena. Al terminar la función aparecían –valga pues tal expresión- los ‘magos’, los saltimbanquis, los ilusionistas, que aprovechaban a todo aquél público para llenar un poco sus bolsillos con marmaja y parné. Era la época de oro de los títeres, que fue continuada por la dinastía de los Aranda, con clanes cerrados.

Las 57 marionetas ya están jubiladas, y conservan la calma y aunque tuvieron aspiraciones de grandes divas o divos, que lo fueron sin embargo, y solo están de exhibición, como piezas de colección, muy quietecitos, con su ropa planchadita, muy limpiecitos y muy callados, pero como observándonos.

GARAJE: Y ya que hablamos de títeres, resulta que, según escribe Alberto Vieyra Gómez, en su columna ‘De Pe a Pa’ (Enero 18 del presente), Peña Nieto pertenece, ‘se asegura’, a la masonería, a la Cofradía del Ojo que todo lo Vé De este tipo de ‘masones’ se ha dicho ya muchas veces lo siguiente: Los que ingresan en las sociedades secretas son generalmente los ambiciosos, los aventureros y demás gentes que, por una u otra razón quieren abrirse un camino; gente informal, con los que no costará trabajo entendernos para llevar a cabo nuestros proyectos.

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