CON PRECAUCIÓN: Lo hecho, hecho está

Por Sergio Mejía Cano

04 / Febrero / 2016

Lo hecho, hecho está, se podría decir con el gran daño al ecosistema que se ocasionó en el llamado malecón de Tajamar, en Quintana Roo. Si bien hay una suspensión de las obras mediante una orden de un juez, es muy probable que dichas obras de destrucción en contra de la Naturaleza continúen, debido a la tónica adoptada ya desde hace mucho tiempo en nuestro país de acuerdo a la máxima de: Más vale pedir perdón que pedir permiso.

Es común leer o ver en televisión noticias sobre alguna protesta porque se construirá una gasolinera en alguna parte de alguna ciudad del país cuyo uso del suelo no está destinado para eso; sin embargo, por más protestas de los vecinos que haya, la estación de despacho de gasolina se impone porque se impone; lo mismo edificios de apartamentos en zonas residenciales en donde supuestamente su uso del suelo no lo considera conveniente, pero a fin de cuentas, como dicho edificio ya lleva avanzado en su construcción más del 30 o 40 por ciento, pues ni modo, se les deja continuar aunque antes de iniciar su construcción los propietarios o constructores no hayan contado con los permisos correspondientes. Y como sucede con infinidad de áreas verdes que de la noche a la mañana se convierten en espacios habitacionales y, como ya está construida la mayor parte de una edificación, pues ni modo de tirarla, aunque se podría hacer.

Hoy en día se da cuenta la opinión pública más pronto de lo que pasa gracias a las redes sociales que de inmediato dan a conocer diversos hechos ya sean benéficos como dañinos, y que por supuesto se ven más estos últimos que los primeros. Sin embargo, es del conocimiento de la mayor parte de la ciudadanía que toda urbanización, así como todo tipo de obras en aras del progreso conlleva un grave deterioro al ecosistema; sobre todo en las playas mexicanas.

Todo emporio turístico en el país ha ocasionado graves daños a la Naturaleza, a la flora y la fauna del entorno en donde se implanta un desarrollo para atraer divisas mediante el turismo. El mismo Cancún en el estado de Quintana Roo es un ejemplo palpable de destrucción y contaminación del ecosistema que ahí imperó siglos y siglos hasta que el ojo y el pensamiento humano se dijeron: Aquí hay lana. Y sobre el muerto las coronas, ya que para hacer más factible la atracción que generaban unas playas limpias con arenas casi blancas y un entorno de lo más natural, se tuvo que destruir todo eso para poder construir los grandes hoteles para poder hospedar a los futuros visitantes de cualquier parte del mundo, creando con esto un gran foco de infección y contaminación en el entorno destruyendo todavía más manglares que los que ahora han llamado la atención del mundo entero: los de Tajamar.

Y es innegable la contaminación que trae consigo todo emporio turístico que se ha creado en lugares antes libres y silvestres, pues los seres humanos tenemos que desahogar los líquidos y semisólidos que genera nuestro organismo, así que las necesidades fisiológicas que tienen que descargar los turistas, así sean extranjeros, ¿a dónde van a parar? Pues ahí mismo en las inmediaciones de donde están los grandes hoteles que por más plantas de tratamiento digan tener, se puede decir que estas llegan a ser insuficientes, igual las fosas sépticas que podrían tener para estos caso; pero en todo caso, es muy probable que todo vaya a dar al subsuelo, un subsuelo que no estaba acostumbrado a recibir inmundicia humana, por lo que los mantos freáticos y todo lo que haya en el subsuelo se infecta irremediablemente.

Pero no nada más los hoteles son los que contaminan todo aun desde antes de ser construidos, porque para levantarlos se tuvo que atentar contra el ecosistema, sino también los asentamientos humanos que tampoco existían en lo que hoy es Cancún y demás centros turísticos del Caribe mexicano, y que en cierta forma son necesarios para que ahí vivan los trabajadores de los hoteles y más gente que llega a un lugar turístico en busca de mejores horizontes; y todo mundo tiene que orinar y defecar, por lo que lo que antes era un paraíso en cierta forma se convierte en una cloaca que, por supuesto no la ven ni la viven ni la sufren los turistas extranjeros, sino los pobladores de los alrededores que conforme va creciendo el desarrollo turístico, por ende también va llegando más y más gente de todo tipo y con sus necesidades fisiológicas que tendrá que descargar en algún momento y ¿en dónde va a dar todo el excremento y demás deshechos? Pero en fin. Sea pues. Vale.