Milo, un tipazo que ya guardó silencio

* El corazón de Milo dejó de latir este sábado 20 de febrero. Se queda, entre quienes lo conocimos, con esa singular forma de ser, un liderazgo natural y su lucha constante por los derechos humanos

22 / Febrero / 2016

Por Oscar Verdín Camacho

Hace al menos 15 años llegué al barrio a espaldas de la tienda Coppel-Mololoa, preguntando por la casa de un tal Hermilo Márquez Pintado. Lo había tratado días antes y sin problema aceptó narrar su experiencia personal como portador del VIH-SIDA.

Varias personas respondieron no conocerlo, por lo que continúe la búsqueda hasta que alguien exclamó: ¡ah si, es Milo!. Pocos lo conocían por su nombre.

Milo contaría entonces sus años de vida nocturna en la frontera con Estados Unidos, las noches de travesti –tenía mucho pegue, estaba guapa-, de destrampe en las que resultó infectado con el virus, cuando era poco el cuidado que se tenía durante las relaciones sexuales, y por ello narraba su historia para alertar a tantos.

Milo siempre auténtico, siempre solidario, siempre dispuesto a manifestarse por el respeto a los derechos humanos y en especial a la comunidad lésbico-gay.

Siempre ahí cuando alguien era cesado de su trabajo por sus preferencias sexuales.

Y Milo también exigente:

¡¿Cómo de que no?, ahora se aguanta. Sí, sí, sí, tiene que salir para la foto, si no, esta chingadera no sirve!, comentaba a este reportero cuando una pareja de hombres continuaba dentro de la oficina del Registro Civil, en Palacio de Gobierno, luego de contraer matrimonio. Pero uno de los muchachos pedía el retiro de los medios de comunicación. Y Milo entraba y salía y volvía a entrar y a salir en tareas de convencimiento.

Y finalmente lo logró: ¡esto se tiene que saber!, saboreaba que la pareja mostrara el acta de matrimonio ante las cámaras y la cobertura informativa por la unión entre personas del mismo sexo.

Sabía que más allá de manifestaciones públicas y conferencias, las parejas del mismo sexo debían buscar el amparo de la justicia federal para contraer matrimonio y evidenciar las violaciones a los derechos humanos del Código Civil del Estado, recientemente ya reformado. Y ahí estaba él, procurando y animando a más interesados.

De cabello corto y bien peinado y con frecuencia en tono naranja, Milo Márquez enojado, reclamando en las calles el asesinato de algún integrante de la comunidad lésbico-gay y exigiendo el pronto esclarecimiento.

Siempre encarando al mal tiempo, todavía hace pocos días comentaba por redes sociales sobre un tratamiento de quimioterapia. Pero se daba chanza de reír frente al nuevo reto, de vida, hasta que llegó el momento de guardar silencio.

El corazón de Milo dejó de latir este sábado 20 de febrero. Pero se queda, entre quienes lo conocimos, con esa singular forma de ser, un liderazgo natural y su lucha constante por los derechos humanos.

Por cierto, unas semanas después de aquel primer matrimonio de dos hombres, en la noche de fiesta Milo estaba feliz e invitando a través de un celular, a grito abierto:

¡Vente, la fiesta está a toda madre!