CON PRECAUCIÓN: Sin efecto retroactivo

Por Sergio Mejía Cano

02 / Marzo / 2016

Con bombo y platillo anuncia el secretario de Educación, Aurelio Nuño, que este 1 de marzo fueron despedidos sin derecho a liquidación más de 3,360 docentes que no presentaron su evaluación. Lo anuncia diciendo que esto es irrevocable porque nada más se está aplicando la ley que en esto es muy clara, según el secretario Nuño, porque quien no se haya presentado a la evaluación después de haber sido convocado, se separa del servicio sin ninguna consecuencia para el Estado.

Igualmente, señaló el secretario Nuño, que los docentes están en todo su derecho de apelar la decisión ya tomada de acuerdo a la ruta jurídica, pero que no hay marcha atrás y que las manifestaciones de la disidencia en las calles no podrán revertir la medida.

¿Así que por ley se quedan sin trabajo estos docentes? Pero, ¿cuál ley, la que se acaba de aprobar referente a la susodicha Reforma Educativa? Por lo visto ignora el señor Nuño que ninguna ley tiene carácter retroactivo y menos si afecta en cuestiones laborales a trabajadores anteriores a cuando se aprueba alguna ley al respecto; y además, los convocados a la evaluación que no se presentaron a la misma, lo hicieron aduciendo que dicha reforma no tenía ningún carácter en cuestión educativa, sino que era más bien con tintes laborales y administrativos, cosa que ya reconoció abiertamente el mismo Aurelio Nuño el pasado 16 de febrero en la ciudad de Monterrey, por lo que en cierta forma les da la razón a los grupos disidentes que se opusieron desde el primer momento a la tan cacareada reforma que ya quedó claro, no es educativa. Y también no toma en cuenta que las manifestaciones podrían crecer en demanda de la reinstalación de los hoy despedidos, agrandando aún más el problema, pues es de suponer que otros profesores ya evaluados, se irán a las calles en apoyo de sus compañeros en el entendido que ahora fue una parte y que probablemente sigan los demás así ya estén considerados como buenos, que más bien esta palabra se podría considerar como sumisos, como profesores manipulables.

Queda claro que por tal motivo le importa muy poco al secretario Nuño, es decir, al gobierno federal, que por lo pronto infinidad de alumnos de educación básica se queden sin profesores mientras se preparan a otros para que suplan a los ahora despedidos; y si bien el mismo Nuño ha dicho a este respecto que se espera que se afecte lo menos posible a los escolares; sin embargo, por menos que sean los afectados ya no salió tan bien la cosa como se esperaba, porque con una sola afectación que haya se puede considerar como un total fracaso la imposición de la reforma.

Ahora bien: Se supone que quien estudió en la Escuela Normal decidido por su vocación a la docencia y sale con un título que lo acredita como profesor, quiere decir que se le otorgó ese título por el mérito a su esfuerzo y, si se le dio el título es porque se lo ganó a pulso, así que por lo que se ve, esta reciente evaluación invalida y anula por completo el título de profesor nomás porque no contestó debidamente; pero ¿qué era lo que tenía que contestar y formulado por quiénes las preguntas ahí expuestas? Los que formularon las preguntas en dicha evaluación ¿en verdad sí estarían capacitados, comprobados y también evaluados adecuadamente? ¿Qué acaso serán los mismos catedráticos que tuvieron en la escuela Normal? Y a propósito de catedráticos de la Normal, el que los docentes evaluados y que no aprobaron o que tuvieron resultados ineficientes, ¿será culpa de quienes los prepararon en la escuela Normal y entonces hicieron mal su trabajo? Porque de ser así, no es a los docentes ya con título hacerles la evaluación en sí, sino a quienes se supone que los prepararon para que impartieran clases y enseñaran adecuadamente a los alumnos que enfrentarían al momento de empezar a ejercer su profesión del magisterio. Por lo que entonces se debería de empezar por las raíces, por quienes supuestamente prepararon a las generaciones de profesores y que aun con título no dieron el ancho, aunque tengan su título; así que ¿Por qué alguien tiene un título si no puede al cien por ciento su profesión? Queda claro que entonces el problema es en la Escuela Normal y no ya después.

Y en este contexto, desde luego que sería conveniente que entonces no nada más se evaluara a los maestros a pesar de ostentar un título, sino a todos los profesionistas del país que también ya ostenten el título que los acredita como tales, ¿o no? Pero en fin. Sea pues. Vale.