Numinor : WILLIAM SHAKESPEARE, A 400 AÑOS DE SU MUERTE To be or not to be

Ángel Agustín Almanza Aguilar

22 / Abril / 2016

En efecto, este 23 de abril se cumplen 400 años del fallecimiento del gran genio de las letras que fué William Shakespeare, allá por el 1616. En este espacio queremos rendirle un pequeño homenaje a este gran dramaturgo recordando varios textos de su producción y, obviamente, comenzaremos con el clásico Se o no Ser

Ser o no ser, existir o no existir, ésta es la cuestión Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?... Morir es dormir y tal vez soñar el considerar qué sueños podrán ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo moral, es razón harto poderosa para detenernos ¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta, si no fuese por el temor de que su existe laguna cosa más allá de la muerte (aquél país desconocido, de cuyos límites ningún caminante torna, nos embaraza en dudas y nos hace sufrir los males que nos cercan, antes de ir a buscar otros de que no tenemos seguro conocimiento? Esta previsión nos hace a todos cobardes) (Hamlet, Escena IV, Acto III).

Tú lo sabes, común es a todos: el que vive debe morir, pagando de la naturaleza a la eternidad (Escena IV, Acto Primero)

¿Qué temores debo temer? Yo no estimo la vida en nada, y a mi alma qué puede él hacerla, siendo como él mismo cosa inmortal? (Acto Primero, Escena X).

Ello es, Horacio, que en el cielo y en la tierra hay más de lo que puede soñar tu filosofía (Acto Primero, Escena XIII).

¡Qué admirable es la del hombre! ¡Qué noble su razón! ¡Qué infinitas sus facultades! ¡Qué expresivo y maravilloso en su forma y sus movimientos! ¡Qué semejante a un ángel en sus acciones! Y en su espíritu ¡qué semejante a Dios! Él es sin duda lo más hermoso de la tierra, el más perfecto de todos los animales. (Acto I, escena VIII).

Si a los hombres se les hubiese de tratar según merecen, ¿quién escaparía de ser azotado? (Acto II, escena XI).

No publiques con facilidad lo que pienses, ni ejecutes cosa no bien premeditada primero. Debes ser afable, pero no vulgar en el trato. Une tu alma con vínculos de hacer a aquellos amigos que adoptaste después de examinada su conducta; pero no acaricies con mano pródiga a los que acaban de salir del cas arón y aún están sin plumas. Huye siempre de mezclarte en disputas, pero una vez metido en ellas, obra de manera que tu contrario huya de ti. Presta el oído a todos y a pocos la voz. Oye las censuras de los demás, pero reserva tu propia opinión (Acto Primero, escena VIII).

¿Habrá quién adule al pobre? No Los que tienen almibarada lengua, váyanse a lamer con ella la grandeza estúpida, y doblen los goznes de sus rodillas donde la lisonja encuentre galardón. (Acto III, escena X).

En este mundo estragado sucede con frecuencia que la mano delincuente, derramando el oro, aleja la justicia y corrompe con dádivas la integridad de las leyes. (Acto III, escena XXII).

El gusano es el monarca supremo de todos los comedores. Nosotros engordamos a los demás animales para engordarnos, y engordamos para el gusanillo que nos come después. El rey gordo y al mendigo flaco con dos platos diferentes, pero se sirven a una misma mesa. Es esto para todo Tal vez un hombre puede pescar con el gusano que ha comido a un rey, y comerse después el pez que se alimentó con aquél gusano (Acto IV, escena VI).

Aún en el torrente, en la tempestad, y por mejor decir, el huracán de las pasiones, se debe conservar aquella templanza que hace suave y elegante la expresión La acción debe corresponder a la palabra, y ésta a la acción, cuidando siempre de no atropellar la simplicidad de la naturaleza. No hay defecto que más se oponga al fin de la representación que desde el principio hasta ahora ha sido y es ofrecer a la naturaleza un espejo en que se vea la virtud su propia forma, el vicio de su imagen Si ésta pintura se exagera o se debilita, excitará la risa de los ignorantes; pero no puede menos de disgustar a los hombres de buena razón, cuya censura debe ser para vosotros de más peso que la de toda la multitud que llega al teatro. (Acto III, escena VIII).

Y, para finalizar este conjunto de pensamientos, que son de la obra ‘Hamlet’, oigamos esto: La brevedad es el alma del talento, y nada hay más enfadoso que los rodeos