Numinor: Bachelard y el ‘Instante’ Poético

Ángel Agustín Almanza Aguilar

11 / Mayo / 2016

¿Ha oído usted hablar de Gastón Bachelard? Yo, hasta ahora, en este ‘instante’: Lo encontramos en un cuaderno sobre ‘Teoría y praxis de la poesía’, una edición trimestral de la editorial ‘Zentzontli’ (abril-junio de 1986), en el tianguis mejor surtido de ‘Ley Mololoa’, con nuestro amigo José de Jesús ‘Pepe’, el mes pasado. Según leemos, Bachelard es autor de la obra ‘La Intuición del Instante’, donde se centra en el ‘Instante Poético’ (ed. Siglo XX, 1973).

Pregunta: ¿surge la intuición poética en un instante o en el seno de la duración temporal? El ‘instante’, ¿es la realidad única del tiempo? El tiempo, ¿es una realidad suspendida entre dos nadas? Bachelard afirma que no se puede tomar conciencia de sí mismo más que en el instante presente y, en consecuencia, ese instante es el único terreno en que se pude experimentar lo real, que se condensa en el instante.

Toca el tema ‘Continuo Presente’ (‘Continuo’, así sin acento), de ‘un presente que no pasa’, ya que no se abandona un instante sino para encontrar otro. Luego –continúa Gastón-, ‘la eternidad carece de sentido antes de la creación, la nada no se mide ni tiene dimensión. Es el instante en que mueve, el inductor de los cambios de las cosas. Todo esto conduce a un estado donde se está ‘cada vez más lejos de la materia y más cerca del pensamiento (y) el pensamiento dirige al ser.

El instante no fluye, ‘es’, pero implica soledad, drama, ante la grandiosa intuición de la verdad; dolor y gozo. Pero ese camino a la soledad es también un camino hacia la libertad, la libertad interior. Es un encuentro consigo mismo, un instante ‘relámpago’ de revelación. En armonía con su filosofía poética, Bachelard diría –según narró su médico asistente-, en sus últimos momentos: vengo de ver un alma que durante 20 años olvidó que tenía un cuerpo.

El instante –ese ‘eterno presente’, como lo conoce la filosofía hermética-, poético es libertad pura, ciencia del espíritu y alimento del alma del artista. Concede la ansiada ‘inspiración’, que hay que captar al ‘instante’, se esté donde se este y se haga lo que haga, porque posee alas caprichosas y raudas. Basta ver su sonrisa

Hay algo de ‘activo reposo divino’ allí. La intuición poética vá a las fuentes del ser, que ahonda en los misterios del Universo y la esencia de las cosas, o escucha en la intimidad de la conciencia los secretos del alma, o da sentido a las trivialidades de la existencia. Y recordemos muy bien ‘que no todo el que hace versos es poeta, ni todo poeta hace versos’. Sólo el corazón es poeta

El ‘tiempo detenido’ una experiencia psíquica sin igual sobre la conquista de la unidad, de ‘su’ unidad, del poeta. Esa ‘relación armónica entre dos contrarios’, apunta Bachelard, que también enfatizaba sobre el ‘tiempo vertical’, expresión muy sugestiva, dando la idea de un transcurrir hacia arriba –una especie de ‘ascensión- que eleva el alma a la consideración y goce de cosas que se nos ocultan en el ‘tiempo horizontal’ de la experiencia rutinaria. Así, ¿realmente la intuición poética vive en un ‘tiempo detenido’?... se nos habla de un ‘elevarse’ sobre la monotonía existencial para acceder a formas más promisorias de realidad ‘real’.

La belleza y la armonía son factores que hacen ‘eclosionar’ toda inspiración; el contemplar absortamente activo las quintaescencias del alma universal, modifican nuestra precepción del tiempo; un perpetuo movimiento y un eterno ‘descanso’ creador. Luis Govea, quien ensaya el texto sobre nuestro personaje, concluye así exponiendo y con esto nosotros también:

En el instante de la intuición, si es lograda y completa, cesa toda mudanza en el alma del poeta. Su espíritu está prendido, suspendido en la belleza intuida. La belleza de la forma se apodera de quien la percibe, desplazando del recinto de su conciencia todos los demás objetos. Impone sobre el espíritu su propia quietud, la de su esencia estable y permanente, levantándolo con suave energía sobre las vicisitudes y fatigas del movimiento, el incesante ir y venir de cada día. Aunque sólo sea por breves momentos, la belleza vive en el poeta, y el poeta en la belleza. Es el instante del tiempo suspendido, ‘tiempo sin tiempo’, cuyo descanso añade placer al de la emoción estética, deleite que obsequian las formas de la belleza a quien se llega a contemplarlas. Y aunque sólo sean sus formas finitas, y no la belleza en sí, también ‘ese es el momento de la vida en que más que en ningún otro, adquiere valor el vivir del hombre: cuando éste contempla la belleza (Platón, ‘Banquete’). Afuera, entretanto, puede seguir transcurriendo el tiempo físico de las cosas, el tiempo social de los hombres ocupados, los hombres de negocios, tiempo horizontal de la existencia ordinaria, cotidiana. Cuando el poeta está de regreso en esta superficie, podrá comprobar que verdaderamente el tiempo se gana perdiéndolo, que de una hora bien pueden salir diez.