CON PRECAUCIÓN: El riesgo de las comparaciones

Por Sergio Mejía Cano

06 / Junio / 2016

Hace más de 100 años se empezó a gestar un movimiento revolucionario en donde la mayoría de los involucrados como parte activa fueron desde luego, los campesinos, y entre los actores intelectuales que ya mostraban claramente su descontento con el dictador Porfirio Díaz, hubo periodistas, ciudadanos comprometidos con la democracia que ya se abría paso en varias partes del mundo y terratenientes que querían un cambio; lo malo es que unos pretendían un cambio a fondo y los otros igual tal vez, pero que sus intereses no fueran tocados en lo más mínimo, no querían perder el clima de paz y tranquilidad que, tal vez así lo veían algunos ciudadanos de aquel entonces.

Se dice que la historia la hacen los vencedores, y a lo mejor en los libros de historia nacional se adecuó todo de la manera más romántica para que a las generaciones pos revolucionarias se nos fuera haciendo grandioso lo que hicieron con su lucha los hermanos Flores Magón, don Aquiles Serdán, Francisco Villa (Doroteo Arango), Emiliano Zapata, don Venustiano Carranza y una larga lista de revolucionarios a quienes hoy se les da el crédito de próceres de la patria, pero que en su tiempo fueron catalogados como lunáticos, mesiánicos, espiritistas y a la parte más emblemática de la revolución, los campesinos, no los bajaban de descamisados, roba vacas, mugrosos, pelados, bandoleros, enemigos de la patria, saqueadores, salteadores y un largo etcétera de epítetos de lo más denigrantes, precisamente tal y como hoy en algunos medios se catalogan a los maestros disidentes que pertenecen a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).

En aquella época de principios del siglo XX, la mayoría de los medios informativos satanizaron el movimiento revolucionario a tal grado que gran parte de la ciudadanía que se decía gente de bien, bien nacidos o de clases más o menos acomodadas se creyeron ipso facto el que los revolucionarios eran asesinos despiadados que no se tentaban el corazón en asesinar a esos ciudadanos de bien, ¿y todo por qué?, pues porque los medios de comunicación, en este caso en su totalidad puros impresos, no llegaban al grueso de la población sino nada más a un sector de la sociedad, pero sobre todo a la que quería estar más informada y, como otro sector de la población era en su mayoría gente que no sabía leer ni escribir, pues se tenían que atener a lo que les decían quienes sí se enteraban leyendo las noticias sobre el movimiento que se estaba generando y que posiblemente los fuera a envolver a todos en alguna medida; pero si alguno de esos medios impresos disentía de lo que decía la prensa oficial, sus editores eran perseguidos, apresados y encarcelados, y destruidas sus imprentas, caso como el que refiere la historia se hizo con los hermanos Flores Magón y otros editores que no estaban de acuerdo con lo que hacía y decía don Porfirio Díaz y su séquito.

De haber surgido aquel conflicto revolucionario en nuestra época, en donde la comunicación hoy en día está al alcance prácticamente de la mayor parte de la sociedad, quién sabe qué hubiese pasado en cuanto a información se refiere, ya que de haber existido las ahora famosas redes sociales, los mexicanos hubieran tenido otra visión de las cosas.

Y en el entendido de que el conflicto revolucionario estuviera pasando ahora mismo como hace más de 100 años, ¿qué papel estuviéramos asumiendo al respecto como ciudadanos? En ese tiempo fueron los campesinos los más denostados, y paradójicamente hoy en día son los maestros disidentes de la oficialidad que se oponen a una reforma que ya quedó comprobado fehacientemente que no es educativa sino laboral, así que en este contexto, ¿cómo se tomaría la actitud de Joaquín López Dóriga que no informa lo mismo que se reclama en las redes sociales? ¿Cómo se consideraría al director del periódico Milenio Diario, don Carlos Marín? ¿Los profesores integrantes de la CNTE, son en realidad unos desalmados que rapan mujeres de la tercera edad?

Tal vez por algo ya no pasan tan cotidianamente en la televisión abierta y de paga películas referentes a la Revolución Mexicana, aquellas en donde el actor Pedro Armendáriz personificaba a Pancho Villa y la actriz María Félix hacía el papel de La Cucaracha y otras soldaderas tan emblemáticas de aquella lucha fratricida que siguió a la Revolución. En caso de que las volvieran a exhibir, se correría el riesgo de que mucha gente hiciera comparaciones entre quiénes son los buenos y quiénes los malos, cosa inevitable.