Estado de los estados: •Va alternancia en ocho entidades

Por: Lilia Arellano

07 / Junio / 2016

Ciudad de México.- La madrugada de este 6 de junio nos presentó una reacción de la sociedad que marca una diferencia entre el pasado, incluso el reciente, y es reveladora de lo que puede suceder en el futuro. Los ciudadanos, los electores, jugaron con las encuestadoras, con prácticamente todas; asistieron sumisamente a mítines sin revelar cuáles serían sus intenciones de voto; dieron respuesta a las preguntas telefónicas y a los cuestionarios llevados de manera personal por empresas privadas y partidos; guardaron para sí el anquilosamiento de la estructura a la cual pertenecían; dieron muestras claras de rebelión ante la disminución de su calidad de vida, por el desempleo generado, por los excesos en muchos sentidos cometidos por todas las jerarquías de gobierno, las federales, estatales y locales. No deja de resultar esperanzador se revelen estas actuaciones. En donde surgen las dudas es sobre si el emitir votos de castigo realmente muestre el rostro demandado por la sociedad, el del cambio, o se enfrente de nueva cuenta la etapa de decepción, de otro tipo de hartazgo provocador de la pérdida total de esa paz social que atraviesa por la etapa de calma chicha. En este renglón y en incursiones peligrosas se pone en riesgo la poca dosis de seguridad aún existente.

Se ha dicho: las derrotas son huérfanas; la victoria conoce muchas madres. También esos dichos quedaron en el pasado. Las declaraciones triunfadoras de los dirigentes partidistas hasta la medianoche del día de las votaciones, daba a la alianza encabezada por el PRI la mayoría de gubernaturas ganadas. Se relacionaron las entidades en donde se mantendría el dominio tricolor y, los pronósticos de las encuestadoras e incluso los conteos de salida, presentaban un panorama alentador para esa organización. Conforme avanzó el tiempo al cierre de las casillas, al llegar a las sedes de los partidos locales la información sobre el reporte de las actas, se presentaron escenarios totalmente distintos a los diagnosticados, inclusive, por los propios gobernadores y las representaciones partidistas estatales. Hubo suficiente información sobre situaciones adversas presentadas durante las campañas, pero también hubo suficiente cerrazón para no escuchar. Estas derrotas conocieron de madre y de padre, se vio todo el árbol genealógico y se supo de ramas familiares incómodas.

Podrán saltar muchos nombres señalados como culpables de la debacle priísta y tal vez tengan su dosis de participación en las derrotas. Sin embargo, dos personajes fueron clave para despertar la reacción ciudadana: Enrique Peña Nieto y los gobernadores de cada una de las entidades perdidas. El Ejecutivo Federal y la mayoría de mandatarios estales, siguiendo su ejemplo, no se detuvieron en momento alguno para cometer todo tipo de abusos, el del derroche resultó el más pesado. No puede la sociedad mantenerse ajena al desempleo, al apretón de cinturón permanente, a las promesas de un bienestar cada vez más lejano y de un futuro incierto en todos los sentidos, de la seguridad perdida generadora de temores en todos los órdenes, ante la nula existencia de asistencia en renglones tan delicados como la salud en donde no sólo es la falta de clínicas, hospitales, personal médico, sino de medicamentos.

Los abusos permitidos a los bancos, a las constructoras demandadas por la construcción de viviendas no sólo de espacios reducidos al extremo sino saturadas de vicios de construcción, levantadas con materiales de pésima calidad, carísimas y con intereses impagables cuando se asignan no sólo a las deudas sino a la falta de pago. No paso de largo la persecución a los pequeños y medianos industriales, comerciantes, empresarios, amenazados de manera permanente por Hacienda cuando los reportes sobre condonaciones tributarias a quienes más ganan estaban a la vista, publicados en muchos medios de comunicación y transmitidos, inclusive, a través de las redes sociales.

En tanto estos padecimientos forman el día a día de los mexicanos, las jerarquías gubernamentales adquieren aviones y helicópteros, se trasladan en vehículos lujosos, viajan, se sabe de los vestuarios de marca, de la buena vida de esposas y amantes, de sueldos millonarios asignados, de seguros médicos sin límite, de pensiones presidenciales y otros apoyos diferentes en grado extremo a lo percibido por la clase trabajadora. Con una prestación de éstas se paga la de toda la existencia de mil empleados de esos cuyas percepciones suman la fabulosa suma de dos o tres salarios mínimos. Toda esa depauperación ha cobrado venganza. El rechazo manifestado en el momento de medición de la popularidad presidencial se reafirma con las derrotas sufridas.