Fue de luz y sombras para los agricultores de Santiago: Eduardo Arámbul

24 / Octubre / 2016

Por José María Castañeda

Santiago Ixcuintla.- La tormenta que calló anoche en el valle de Ixcuintla vino a ser luz y sombras para el campesinado según comentarios diversos que escuchamos ayer por la mañana en el mercado, en la plaza Hidalgo, y desde luego en pláticas informales que el reportero sostuvo con hombres dedicados a la agricultura.

En ese sentido la luz, con la que iniciamos la presente nota es porque la lluvia según el presidente del ejido de Ojos de Agua, Eduardo Arámbul, para los productores de frijol llovió dinero, ya que la humedad en las tierras de cultivo representara bastante humedad en la tierra y por consecuencia una inmediata germinación de la semilla, al momento de sembrar el frijol en cualquiera que sea la variedad. Por su parte entre los horticultores viene a ser la sombra, porque todos aquellos que sembraron tomatillo, jitomate rojo, chile serrano, y jícama, estos acarrea perdidas económicas luego que los gastos son excesivos si se toma en cuenta que en lo que refiere a la hortaliza la preparación en más onerosa ya que ahí además de la preparación de tierra y semilla se gasta en el acolchado de las eras, y en la manguera si esta lleva sistema de riego por goteo.

Y aquí hablamos de cuantiosas pérdidas si se toma en cuenta que muchos de nuestros agricultores aplican la siembra tempranera, para ganarle el jalón a los productores de tomatillo del vecino estado de Sinaloa, quienes en cuestiones de agricultura nos llevan 20 años adelante, si no es que más. Los productores de tabaco también tienen perdidas en los planteros, ya que la mata por la excesiva humedad la mata se balonea en el desarrollo de su raíz, por lo que esa mata nacida se tiene que destruir para evitar pérdidas mayores a la hora de trasplantarla en las tierras de cultivo, ya que son portadoras de plagas y enfermedades. Por todo lo anterior la lluvia del pasado viernes por la noche fue de luz y sombras para nuestros agricultores según palabras de Eduardo Arámbul, y del otro Eduardo pero este de apellido Ceceña.