Asesinato de mujer: 10 testigos declaran ante tres jueces

* Se conforma el primer tribunal de enjuiciamiento, a propósito del homicidio de Virginia, una joven que murió por heridas producidas con cuchillo

15 / Noviembre / 2016

Por Oscar Verdín Camacho

Si una palabra se repitió muchas veces en la sala 3 de juicios orales en Tepic, esa fue la de ¡objeción!

Y quizás sea la palabra más puntual para anunciar el debate, la defensa de un asunto.

Este lunes 14 tuvo lugar el primer juicio en Nayarit que contó con la integración de un tribunal de enjuiciamiento, a propósito del proceso penal 164/2016 que se sigue contra un sujeto que sólo será identificado como Francisco, por el delito de homicidio calificado en agravio de quien fuera su esposa, Virginia, registrado en el municipio de Bahía de Banderas el pasado 11 de marzo.

El tribunal está integrado, para este caso, por César Octavio García Torres como juez presidente, además de los jueces Guillermo Romero Ríos y Armando Elías Martínez.

La audiencia inició a las 10:40 de la mañana, dos horas después hubo un receso de algunos 10 minutos y continuó hasta las 14:30 cuando García Torres, en común acuerdo con la representación de la Fiscalía General del Estado (FGE) y de un defensor particular, anunció que los trabajos seguirán este martes.

En total, se escuchó la versión, a preguntas del Ministerio Público o de la defensa, de 10 testigos que de distinta forma tuvieron conocimiento de lo ocurrido en una de las calles principales de Sayulita, frente a una lavandería.

Atendiendo al principio de no autoincriminación, no existe declaración de Francisco. Estuvo presente en la audiencia. Es un muchacho de algunos 25 años, de complexión atlética.

Al iniciar la diligencia, el juez pidió a reporteros presentes que no se le dé trato al acusado como si fuera culpable.


TESTIGOS

La audiencia versó con los testigos ofrecidos por la Fiscalía, representada por tres agentes ministeriales: dos hombres y una mujer, ésta última que encabezaba el trabajo en equipo. También asistió un asesor de la parte agraviada.

Y la primera testigo fue Julisa, sobrina de Virginia. Sus datos personales, como el domicilio preciso, no fueron revelados. Las dos eran trabajadoras del restaurante El Costeño.

Contó –ante las tantas preguntas ministeriales- que aquella mañana su tía y ella salieron de su casa para dirigirse a Mezcales, donde tomaron un camión que las llevó a Sayulita, pero se encontraron con Francisco, esposo de Virginia y a quien había dejado unas dos semanas antes por el maltrato que le daba. Virginia no quería que Francisco fuera con ellas, sin embargo se sentó a su lado en el camión.

Le pedía regresar con él, que le diera otra oportunidad.

Ya en Sayulita, Julisa caminaba unos dos metros adelante y los siguió escuchando: mi tía le pedía que se fuera, pero él quería asegurarse que ella no trabajaba en una cantina. Intentó abrazarla y ella no quiso.

¿Qué siguió después?: Julisa contaría que Francisco hirió a su tía con un cuchillo y que ésta exclamó: ¡Yuli, me encajó un cuchillo! y luego el agresor se dio a la fuga. Virginia cayó al suelo y minutos después fue trasladada al hospital de San Pancho, donde murió.

- ¿Sabes dónde está Francisco?

- Sí, allá –señaló al acusado con un dedo de la mano derecha-.

Cuando la defensa particular –integrada por dos abogados- realizó cuestionamientos a Julisa, la mayoría fueron objetados por la agente ministerial.

- ¡Objeción, su señoría, es un dato reservado! –dijo, por ejemplo, cuando el defensor quiso saber el domicilio donde vivía, o respecto a la finca que habitaba la víctima.

- ¡Objeción, es pregunta compuesta!...

- ¡Objeción, es repetitivo!...

- ¡Objeción, es pregunta confusa!...

Hubo una parte donde finalmente el defensor llegó a un escenario buscado: si Julisa camiba adelante, ¿pudo ver que Francisco hirió a su tía, lo vio abrazarla, sacar el arma?.

- ¡Objeción, está concluyendo! –reclamó la representación ministerial.

En torno a Julisa, que es testigo crucial, se generó un debate. Y es que, cuestionados por el juez García Torres, la Fiscalía como la defensa anunciaron que la liberaban como testigo.

Y la muchacha de 19 años ya se iba de la sala, apercibida para que no tuviera comunicación con otros testigos, cuando un defensor tomó el micrófono para exclamar que la liberación sólo era como testigo de la Fiscalía, no de ellos.

Y la fiscal reclamó: escuchamos a la defensa que ya la había dejado libre. El testigo es de ambos y ellos también preguntaron. Se insiste que la primera decisión del tribunal permanezca.

Lo anterior motivó que los tres jueces deliberaran en voz baja. Luego, García Torres anunció: la testigo no sería liberada por lo tocante a la defensa.

A partir de entonces, en los siguientes nueve testigos la defensa debió aclarar si los liberaba totalmente o sólo como testigos de la Fiscalía.

El señor Silvino, vendedor de sillas, de plano no quiso problemas: dijo que no vio la cara del sujeto que acompañaba a la víctima, pero lo recordó bien peinado.

Silvino desayunaba, en una banqueta, cuando escuchó gritos pidiendo auxilio. Vio correr al agresor.

Acudiendo a la sala por separado, Juan y Héctor tuvieron una participación relevante aquella mañana de marzo: ellos detuvieron a Francisco, a las orillas de Sayulita y cerca de una escuela de nivel básico.

Juan se dirigía a una ferretería cuando se enteró del ataque a la mujer y de inmediato se sumó a la búsqueda, al igual que su amigo Héctor. Les dijeron que el atacante vestía camisa color naranja con rayas negras.

Coincidieron en que, cuando lo localizaron, echó a correr pero pronto le dieron alcance. Se hincó para agarrar piedras. Juan se armó con un palo: me defendí. Le quitaron el cinto y lo amarraron de las manos. Minutos después lo entregaron a policías estatales.

Héctor recordó que Francisco lloraba: ¡no me maten!

Los dos testigos lo identificaron en la sala como el mismo que detuvieron.

La audiencia fue completada con la asistencia de un paramédico de Protección Civil que atendió a Virginia aquel día, de cuatro policías estatales, y de una hermana de la víctima.

Mientras avanzaba la diligencia surgieron evidentes estrategias.

Por ejemplo, si el comandante de policía Omar contó haberse enterado del caso por teléfono, por la llamada de un compañero, uno de los defensores le cuestionó si vio cuando Virginia fue atacada con el cuchillo.

- ¡Objeción, esa información no es del testigo! –reclamó la agente ministerial.

Por su parte, el policía Mario, quien junto con Omar recibió a Francisco tras su detención, al iniciar su participación estaba visiblemente nervioso. Se le ofreció una botella con agua. Fue él quien –dijo- le dio lectura de sus derechos a Francisco, en el hospital de San Pancho, a donde fue llevado por un aparente problema de salud.

- ¿El día de los hechos, quién trasladó a la víctima al hospital? –se le preguntó-.

- ¡Objeción!, no se puede preguntar sobre algo que él no ha informado.

Varios testigos coincidieron que el cuchillo utilizado fue ubicado en el lugar donde cayó Virginia.

La audiencia de ese juicio continuará este martes.

Durante su desarrollo no hubo contratiempos, salvo el sonido de un celular que motivó la inmediata salida de su dueña.

Dirigiéndose al público asistente, el juez García Torres recordó a todos que siempre se les pide apagar sus celulares.

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