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Numinor: LLEGAN A LA CIUDAD PERDIDA, CON LOS INSTANTES COAGULADOS (Cuando Daniel Valdéz fue poeta)
Ángel Agustín Almanza Aguilar
29 / Marzo / 2017
Hurgando –fisgoneando pues– entre los estantes de mi medieval remedo de biblioteca, me encontré con un poema muy singular, excelente y no muy ‘normal’ que digamos. Se trata de un texto demasiado especial y digno de ser reproducido en esta columna; además de llevar el sello y la imprenta indiscutible del Arte, porta consigo la firme mano de un gran amigo y hermano nuestro: Jesús Daniel Valdéz Cadena, irredento ‘Monero’ y sagaz crítico social, colaborador del diario local Realidades, son espacio Al Chile New’s, sólo que lo encontramos en un tiempo pasado, allá por el año de 1994 (Domingo 4), en aquél entonces en el periódico Meridiano, en su espacio ‘Oveja Negra’. Escuchemos y leamos al vate, pues.
He llegado a la ciudad perdida/la que me dio por buscar/cuando se quebró tu risa/y en pedazos/se fue mi coladera.
He llegado a la ciudad perdida/ después de mucho andar/entre montes formados/por locuras e incoherencias/ que creíamos ilusiones
Con lo poco que quedó/de tu recuerdo/voy haciendo una casucha/donde puedan hablar/mis confusiones
Muy lejos ha quedado/el instante/coagulado/como mancha brillando/en el olvido/de noches que corren desbocadas/desgarrando sus plantas/entre flores/con pétalos de acero
De tus manos pende el tiempo/rostro inerte/de perfiles que se pegan/que pasan/como una maldición.
He llegado a la ciudad perdida/me pierdo dando tumbos/tropezando con mi miedo/mis temores/que salen al encuentro/en cada esquina/en cada calle
A veces estoy vivo/y siento que me corre/por la sangre/el fuego moreno, calcinante/de tu piel/A veces viene el viento/a dejarme en el oído/mil historias/de noches que crepitan/madrugadas que envejecen/en tu vientre
Estoy en la ciudad perdida/recogiendo los pedazos/que quedaron/de mi suerte/A veces es de noche/pero están iluminadas/mis retinas con la luz de mil hogueras/que enciendo/con mis lágrimas de fuego
Todo este mundo poético me recuerda lo que escribía Adolfo Bécquer: Y aquí adentro, desnudos y deformes, revueltos y barajados en indescriptible confusión; los siento a veces agitarse y vivir con una vida oscura y extraña, semejante a las de esas miríadas de gérmenes que hieren o se estremecen en una eterna incubación dentro de las entrañas de la tierra, sin encontrar fuerzas bastantes para salir a la superficie y convertirse del sol en flores y frutos,
Así es estimado hermano, Daniel, ¡eso de fluctuar en este entorno dimensional de una fantástica realidad, en nuestro angustiante periplo terrestre! Pero, como dijo el buen Cicerón –según cita Erasmo de Rotterdam en su ‘Elogio de la Moira’– Stultorum Sun Plena Omnia (‘El Mundo está lleno de Locos’). Saludos y mucha suerte ‘carnal’.