Numinor: NICOLAY GOGOL, O LOS DEMONIOS DEL ALMA

Ángel Agustín Almanza Aguilar

29 / Mayo / 2017

Así, de repente: ¿qué sabemos de este personaje? Nada, casi nada, sólo que es el autor del ‘Diario de un Loco’, que protagonizara cierto tiempo el actor Carlos Ancira, y cuyo texto no conozco ‘nada de nada’, ¿entonces qué estoy haciendo aquí, en este espacio? ¿Nada? No, por supuesto, sino que me topé por casualidad con información sobre él y, como no tengo nada que hacer esta calurosa tarde –como ya es costumbre–, medí a la tarea de entretenerme al respecto. La fuente es un trabajo de Mauricio Molina, publicado bajo el título de ‘Los Demonios de Gogol’, y que apareció allá por el año 2001, un 14 de marzo, en la revista ‘Siempre’, en la sección ‘La Cultura en México’. Vamos, pues.

Para comenzar, Molina nos predispone enfatizando que Nicolay Vasilyevich Gogol (1809-1852) fue contemporáneo y hermano espiritual del escritor norteamericano Edgar Allan Poe, con quien tiene una complicidad estilística innegable; Gogol redactó algunas de las pesadillas más intensas y perfectas de la literatura.

Este atormentado y siniestro genio de la literatura, nos habla desde un universo al mismo tiempo primitivo y moderno, con relatos de corte onírico ubicados en los lugares más corrientes y comunes, cobijados con pesadillas. El realismo fantástico, pues, es el mundo de Vasilyevich, entintado de perdedores, fracasados y locos –para variar–.

Todos sus personajes en un determinado momento de sus vidas, acceden a esa otra realidad que se oculta a sus aburridas miradas. Así surge su relato de ‘La Nariz’, donde un panadero encuentra una nariz nada menos que dentro de un pan. La nariz, gracias a una técnica de extrañamiento, lentamente vá accediendo a una especia de vida propia y se convierte en un verdadero personaje. Y así vemos esa veta descubierta por el artista, de exploración literaria, en esa sensación de lo absurdo inexplicable, de vacuo horror, en los momentos aparentemente más banales de la existencia. He aquí donde radica el genio de Nicolay, escuela que, ya en el siglo XX, recuperará Kafka, entre otros.

Aparte de esos dos citados relatos nos dio otros, como ‘El Abrigo’, ‘La Avenida Nevsky’, todos inmersos en el volumen ‘Relatos de San Petersburgo’ aparte su obra épico-histórica ‘Taras Bulba’.

Un gran autor se reconoce por sus obsesiones, y Gogol fue un hombre fiel a sus demonios a lo largo de su vida. Esos demonios son los que asaltan a los hombres de todas las épocas: esa sensación de que no existe una frontera real entre lo vivido y lo imaginado, entre la pesadilla y el entorno. Pero también es un hombre moderno, acaso uno de los primeros autores en descubrir el iceberg de la vida interior, la locura como fundamento de la creación literaria, nos dice Molina, agregando que conoció la fama, viajando por Europa, y que hasta realizó una peregrinación a Jerusalén y a Roma. En ésta época concibe lo que él considera su obra más ambiciosa: ‘Las Almas Muertas’. Luego se convertiría en un hombre profundamente religioso, influenciado por un sacerdote fanático, Konstantinovsky, a tal grado que llegó a quemar sus últimos manuscritos, unos días antes de su muerte: eran las secuelas de su inconclusa ‘Las Almas Muertas’. Había olvidado sus oníricas experiencias maravillosas de Petersburgo. Terminó convertido a la religión ortodoxa, asaltado por los demonios de la culpa y la locura: murió un 4 de marzo de 1852, a los 43 años (había nacido en 1809, en Sorochosti, Ucrania, en una familia de terratenientes). Había pasado meses enteros negándose a comer, hundido en el delirio, en plena locura. Ni siquiera después de muerto la ficción dejó de perseguirlo ya que, se decía, había sido enterrado vivo. –Mauricio Molina, ‘Prólogo a los Cuentos Escogidos de Gogol’–.

San Pablo: No apaguéis el fuego del espíritu el fuego probará la obra (I Corintios, III, 13; I Tesalonicenses V, 19). El fuego hace girar la rueda y dá origen a los colores del antiguo trabajo: el rocío de mayo.