Numinor: Iruñatarrak, ¡Gora San Fermín!

Ángel Agustín Almanza Aguilar

10 / Julio / 2017

In memoriam de mí siempre entrañable hijo Teddy, taurino por herencia genética y de puro corazón (¡Olé!)

El estallido de un cohete, encendido por el concejal desde el balcón principal del ayuntamiento, en la plaza Consistorial, señaló el Chupinazo (Txupinazo), el inicio de las fiestas en honor de San Fermín (Los Sanfermines), personaje que fuera obispo de Amiens y del que se dice nació en Pamplona, España. Hablamos ya del pasado día 7 del presente mes de julio, ello a las 12 horas del mediodía, ante el silencio de la gente que después, en un febril arranque de suprema algarabía, gritaría eufórica, junto con las autoridades: ¡Pamploneses, Viva San Fermín! Iruñatarrak ¡Gora San Fermín! Y bien; este ritual se repetirá el día 14, a la media noche, en el mismo lugar, donde cientos de personas escucharán al alcalde invitar a los Sanfermines para el año siguiente, con el tradicional: ¡Ya falta menos para el glorioso San Fermín! Mientras el canto de la gente, vela en mano, expresa! Pobre de mí, pobre de mí, que se han Acabaú las fiestas de San Fermín!

Como dato anecdótico, se dice que ya desde el siglo XII al XV se celebraban corridas de toros (claro, en Pamplona), con su ritual, en honor del santo mártir (fue decapitado), y era en los meses de octubre, que luego se cambiarían a julio –como lo es actualmente-, a fin de coincidir con las fechas del ganado.

Después del Txupinazo viene el acelere emocional, con cantos y bailes y Chupe, de jarras con vino, que no terminarán hasta el encierro de los toros, las corridas donde se les lidiará, y con la irremediable lista de heridos o muertos que resultarán en esas festividades.

Desde el siglo XV se viene celebrando el primer acto religioso de las fiesta, las Vísperas, que significan el comienzo de los sanfermines, con el desfile de los Gigantes Cabezudos Pamploneses, los Maceros, y los concejales que van desde la casa Consistorial hasta la capilla de San Fermín, en la iglesia de San Lorenzo, para iniciar de manera formal el acto litúrgico, y todo ello a pesar de la oposición a la marcha por parte de un grupo de mozos que intentará detenerla al son de la música del Vals de Astrain, y nos referimos al llamado Rian-Rian.

Pamplona es la tercera plaza de toros más grande del mundo y sólo se abre una vez al año, precisamente en estas festividades. Cuando el encierro de los bureles, la gente se uniforma -digámoslo así-, acorde con la tradición, de Pamplonica: camisa, pantalón o falda y calzado blancos, con pañuelo y faja rojos, además de Txapela o boina roja o negra.

Unos 800 metros de distancia van desde los corralillos a la plaza, y, en carrera libre, sorteando embates, recorriendo la Cuesta de Santo Domingo, la plaza del ayuntamiento, la calle Mercaderes, la de la Estafeta –recta y larga, y de subida-, luego de la Telefónica tras la cual, cuesta abajo, se llega al callejón de la plaza, estrecho y controvertido en uno de los lugares más peligrosos del recorrido. Luego, el encierro, y todo ello marcado por el estallido de cohetes.

En las corridas se puede ver un lleno de plaza Hasta la Bandera, con público separado en tendidos de sol y sombra, éste último con presencia de Curros elegantes, contemplando el espectáculo taurino con su distinguida ropa de verano y sombreo, para –dicen ellos- también ser vistos por los demás que llenan el graderío. ¡Ah¡ Pero en sol, ¡pardiez!, que hay Gachós con ganas de divertirse a lo que dá la fiesta, con los amigos y compañeros de Peña, compitiendo contra los de otras, bebiendo y comiendo casi sin cesar (pantagrulescamente), mientras se salta, se ríe, s e canta, se baila y se abuchea a los toreros, para después salir de la plaza, al terminar la lidia, ir a casa, cambiarse, o cenar y regresar a las calles para seguir las juerga

Curiosas cosas y tradiciones de polémica y controversial algarabía.

SALIDA EN HOMBROS: Cuando al mundo me trajo mi madre, sin pedirme permiso pá ná.