Numinor: TRIVIALIDADES COTIDIANAS

Ángel Agustín Almanza Aguilar

02 / Agosto / 2017

No es fácil ser original, casi siempre volvemos a descubrir, lo ya descubierto, y aquello que nos parece nuevo es simplemente cualquier cosa que ya se había olvidado. Muchos son originales por docta ignorancia. Otros buscan la originalidad en el extremismo, que es lo menos original, pues vivir de las rentas de exagerar ideas ajenas es llevar una vida mental parasitaria.

El señor cura cerró aquél libro y lo depositó en un anaquel de su casa biblioteca. Tenía poco de haber llegado a la parroquia de aquel pueblecito que parecía haberse quedado en la edad media. El eclesiástico pertenecía a la orden de los jesuitas, por lo tanto tenía mucha sagacidad política y elevados conocimientos estratégicos para operar sobre las conciencias de los pocos feligreses, ya que la mayoría eran protestantes.

En aquél rancho disfrazado de ciudad lo preocupante para la clase media, los terratenientes, los modernos señores feudales y los prelados de alcurnia –que los había-, lo importante era la adoración del Becerro de Oro y todo el ocioso tiempo disponible, toda su energía que no empleaban para el cultivo de sus mentes, la dedicaban a las formalidades de la religión, la chismografía a cerca de los vecinos, las agonías de la vida familiar, los goces, y a las trivialidades de la vida cotidiana. Y muy pocos, casi nadie, adoraba a Dios en espíritu Allí era todo un nidero de trúhanes. Y el cura iba a suceder a otro, ya anciano, pero enriquecido, y no de canas. Se iba un nonagenario y llegaba un joven, que no pasó desapercibido por muchas feligreses; parecía un Príapo ensotanado. Y sí, resultó que, al paso del tiempo el nuevo párroco se tomó interés no muy pastoral con algunas beatas Algunas jóvenes y hasta una mujer casada resultaron embarazadas. ¡Ah, esas trivialidades cotidianas! Algunas laboraron como domésticas en la parroquia, y, bajo el disfraz de ser sobrinas, fueron las barraganas. Y todo mundo lo sabía. Pero. ¿Cómo reaccionaron los familiares o el marido engañado? ¿Qué sería de los infantes por nacer? Las afectadas estaban ya hechas bolas, y eso vaya que se les comenzó a notar Pero era algo común y cotidiano entre las santa clerecía. ¡Cuántas revelaciones escondieron aquellos confesionarios! Y es que aquella imposición papal de Gregorio VII lo tenía muy estresado. Pero si no hubiera aceptado ese requisito no hubiera sido sacerdote, además no estuviera gozando del diezmo fervoroso de aquellas almas en pecado. Sin embargo, los estúpidos le desconfiaban porque era inteligente, los ineptos, los incultos le aborrecían por su talento, los patanes por su buena crianza y por su propia falta de atractivo y poco éxito con las mujeres. Y sí; quedó perdidamente enamorado de una, de una de las embarazadas. Pero la conspiración en su contra había hecho ya girar la rueda.

Los (y las) autores del complot no eran unos santos, eran de esa clase de gente que aceptaba vanidosa y soberbiamente que sentirse buenos era realmente ser buenos: El que esté libre de pecado, no dejaba de murmurar aquella frase. En efecto, ¿quién es realmente cristiano, católico?... La naturaleza humana exige muchas cosas, y más en primavera, se consolaba en esa ley del amor, en esos efluvios ígneos y energéticos de esa estación que abre las semillas y permite que la tierra sea fecundada por el rocío de mayo.

¿Era un ególatra el párroco aquél? Como ser culto era, había leído aquello de que el ególatra no cultivado – (él no lo era; no le preocupaba eso)- sólo desea aquello que desea. Dadle una educación religiosa y le parecerá evidente, se le hará axiomático que lo que ‘él’ desea es lo que Dios desea, que ‘su’ causa es la causa de lo que él entiende por ‘universal’.

Era un excelente actor en este gran teatro de la vida, pero los guiones y papeles que le tocaron interpretar eran del género trágico. La elocuencia empleada en los oídos de las mujeres que se le habían rendido fue su perdición, porque manejó la mentira y no el lenguaje del verdadero amor. Aquellas palabras de oropel engañaron los sentimientos nobles de algunas cándidas –otras ya sabían a que iban-. Verborrea hipnótica que lleva al trance, fenómeno en que vive el común de los mortales. ¡Todo un embustero! ¡Todo un hipócrita predicador! Pero el poder y el dinero son sumamente tentadores.

Ante la predica desde el púlpito de que la confesión era obligatoria, las mujeres fueron las más entusiastas, y obedecieron de inmediato, y se arrodillaron ante el adonis del incienso y el cirio ¡Ah! ¡Cómo se deleitó con aquellos tesoros de ternura y de candor, con ese inagotable caudal de sensualidad de la viuda del farmacéutico! Sin embargo, la conquista –y seducción- de aquél virginal pimpollo sería su final.

El párroco fue llevado a juicio popular, una especie de Fuenteovejuna, y condenado a morir. Fue encarcelado y se acordó fuera dilapidado al amanecer. Y ese amanecer fue encontrado muerto en su celda, castrado, con la lengua cortada y con las cuencas de sus ojos vacías. Había un escrito donde se leía: ¡Saludos a satán!

¿Sabía usted que los precursores numéricos del sistema indoarábigo actual se usaban en la India en el siglo tercero antes de Jesucristo, y que los eruditos hindúes trasmitieron sus conocimientos a la corte del califa Al-Mansur (Almanzor), en Bagdad?