Numinor: El Oro: Maldición o Bendición (Y dónde está el oro, apá?...

Ángel Agustín Almanza Aguilar

03 / Agosto / 2017

EL ORO Dos frases lapidarias: Auro Clausa Patent, y, Auri Sacra Fames. Es decir: El oro abre las puertas cerradas, y, Detestable sed de oro –esta última atribuida al poeta Virgilio (Eneida)-. La primera se encuentra en la galería alta, en uno de los muchos artesones simbólicos del palacio de Dampierr-sur Boutonne, en Francia. Aquí el asunto se enmarca y fundamenta en lo que todos sabemos, que el preciado metal es, prácticamente, el origen de todos los atropellos, privilegios y favoritismos que padece la humanidad; fuente de corrupción y de derramamiento de sangre, Ya un filósofo del siglo XVII, Irineo Filaleteo, escribía: Creo que dentro de pocos años el oro será como las escorias.

Pero, ¿por qué es especial y tan codiciado este aurífero metal?

El oro es un mineral y proviene de magmas, y existen meteoritos que lo contienen, y –además, para esos ‘locos’ del hermetismo trascendental- jamás alquimista alguno descubrió la manera de convertir el plomo en oro; una cosa es evidente: que si se trasformara el plomo en oro, con los medios de que ahora se dispone, se gastaría mucho más de lo que se ganaría (¡Fuera, pues, Fulcanelli!).

Al conjuro de la mágica palabra Oro enloquecen los humanos, ávidos de fortuna y riqueza. Oro, sustancia amarilla que es tan inútil y, sin embargo, tan poderosa

Existe un mito o una leyenda (ya habrá tiempo –SDQ- para escribir sobre las diferencias de estos temas) que, en lo particular, me resulta muy interesante, y me refiero a la ‘Búsqueda del Vellocino de Oro’, por los Argonautas, pero eso será para más adelante.

Y, pues, se nos dice, en parecer común, que los antiguos rudos, hirsutos y toscos griegos obtuvieron la experiencia del separar el dorado polvo de la arena, en armenia, gracias a la piel de un carnero Pero aquí hay ‘mar de fondo’, principiando con el nombre de la nave Argos.

La avaricia del oro no ha escapado de la mente de los prelados eclesiásticos de todas las religiones y sectas, y no se diga de los falsarios políticos, que se han visto enredados, para conseguirlo, en intrigas criminales y corruptas; el caso es que siempre resulta una maldición poseerlo, sobre todo en abundancia . Y resulta, a fin de cuentas, que el oro es el que domina y posee a su propietario en lugar de que fuera al revés.

Vanitas Vanitatum.

Hubo una gran locura allá por el año de 1849: ¡El oro de California! Como marabunta acudieron a ese lugar gentes de casi todos los rincones del planeta (¡Bájale carnal, ya parece relato de Hollywood!), en busca de esa quimera –hasta Charles Chaplin-. La ambición eclosionaba neciamente en los ojos de los futuros gambusinos. ¡Había que llegar primero a los yacimientos! No importaban las crueles luchas con los indios, y menos con las bestias de la sed, del calor y el hambre, la fatiga y el desierto, y con los otros humanos: El peor de los trabajos no sería el cavar y encontrar oro, sino mantener a raya a los demás Había que usarse el revólver y el rifle en esa tierra sin ley (Tiempos de la Wells Fargo).

Curiosidades del oro son éstas, entre muchas más: cien gramos de oro llegaron a costar, en aquel entonces, 157 dólares, y se calcula que se extrajeron más de 200 toneladas (¡Échale lápiz, Tapia!).

Otra ‘Fiebre de Oro’ se dio en 1896, en Alaska y el norte de California, y fue el último gran descubrimiento y muchos lamentaron haberse topado con ese metal dorado.

Otro dato curioso: en 1869 se encontró una Gran Pepita, a la que se le bautizó como ‘El Forastero Bienvenido’, la cual dio un peso de ¡110 kilogramos! (Como la ‘Veis-bol’, diría el gran periodista ‘Nikito Nipongo’, en sus Perlas Japonesas).

Belleza y resplandor en el filón del precioso metal incorporado a la Roca y profundamente hundido en las entrañas de la Tierra (custodiado por los Gnomos) Riqueza deslumbrante que entra por la mirada; oculto cegador y cuasi religioso ala ‘Becerro de Oro’ –tan idolatrado por judíos y árabes, principalmente-: ruina y esplendor de la civilización terrestre. Soberbia y Vanidad, lujuria metálica y esclavizante, gula de disolvente poder.

Pero hay otro tipo de Oro que sería el verdadero, y más preciado, que es el del Espíritu, del Fuego-Luz-Energía, siempre imperecedero, a salvo del deterioro del tiempo, y eterno, y luminoso.

AD LIBITUM: Hay tres clases de oro, el Astral, el Elemental, y el común o metálico; respiramos continuamente Oro Astral (‘Platica de Eudoxio y Pirofilo’, de Limojon de Saint-Didier).