Numinor: Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo y Ordaz: 28 de Agosto de 1870

Ángel Agustín Almanza Aguilar

04 / Agosto / 2017

Una fría y lluviosa noche de ese invierno, camino a casa, en una triste banqueta, solitario y mojado –acompañado sí, de bazofias non gratas y otras deletéreas curiosidades– me encontré un libro, sin pasta que, sin ambages ni gazmoñerías recogí, instintivamente ya, sin saber su contenido; la calle estaba oscura, como siempre. Cené y me fui a dormir, cansado de las fatigas del reposo.

Al otro día, casi amaneciendo, una vez cumplido el ritual familiar heredado del aseo diario, me encaminé a mi oficina –aledaña a mi cuarto–, un garaje adecuado ex profeso para la concretización de mis desvaríos dizque literarios prendí mis dos velas, preparé café y desayuno y comencé a programar mis actividades del día, pero ¿y en libro?

Se trataba de un trabajo de Juan Rogelio Ordaz (¿Ordaz? ¿Pariente de Nervo?): Amado Nervo. Noticia biográfica antológica. Editado en esta ciudad capital, en 1969. Lo abrí: trae fotografías del poeta (1918), una sin bigote y notoriamente calvo, y otra con traje de diplomático –con su espadín–, y con tupido mostacho; está la Amada Inmóvil, Ana Cecilia Luisa Dailliez; los funerales del vate en Montevideo, y México, así como de la mascarilla tomada del cadáver y realizada por el escultor uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín.

Nuestro poeta nació un 27 de agosto del año del 1870 en la casa marcada con el número 248, al norte de esta ciudad de Tepic, por la calle de Zacatecas, a una cuadra y media donde mi padre tenía su estudio fotográfico, por Lerdo y Zacatecas: Don José Luis Almanza González. A la sazón la región era Distrito Militar dependiente del Gobierno Supremo de la República, señoreado por el General Manuel Lozada el jefe político era Don Juan Sanromán y el Presidente de México el Lic. Benito Juárez. El Distrito Militar antes había sido el Séptimo Cantón del Estado de Jalisco Amado Nervo era descendiente de una vieja familia española que se estableció en San Blas.

Su padre muere a los 43 años, quedando viuda Doña Juana Ordaz y con siete retoños: Amado (primogénito), Francisco, Luis Rodolfo, Ángela, Elvira y Concha. Amado tenía trece años y, entonces, se dá el viaje a Michoacán, a Jacona, al Colegio de San Luis Gonzaga. Para ello, redacta estos versos:

Vestido de casimir

y con zapatos de lona,

mañana voy a partir

al Colegio de Jacona.

Allá está sólo dos años (1884-85), y en 1886 lo vemos en un seminario de Zamora, donde ya radica su familia. Va ya en curso el camino a la cultura, subrayando sus estudios de teología, leyes, los clásicos regresa a Tepic en 1891, a los 21 años, y al año siguiente está como dependiente en la tienda de ropa, ubicada entonces por la esquina de Lerdo y Mérida, propiedad de las señoritas Virginia y Natalia Retes. Allí se hallaría, después la farmacia de Don Pablo Retes Cepeda, siendo el edificio demolido en 1967. Partiría luego a Mazatlán, recomendado por las damas Retes con su sobrino, Don Miguel, que era director de ‘El Correo de la Tarde’; estaría de 1892 a 1893, viviendo en una casita de madera por el paseo de las ‘Olas Altas’. Allí surgen los ‘Ritmos’, dedicados a la señorita Dolores Escutia. En 1894 anda en México, llevando una carta para un personaje, para Luis G. Urbina, que laboraba como secretario de redacción en aquella ‘Revista Azul’, dirigida por Manuel Gutiérrez Nájera.

No podíamos dejar atrás la memoria de lo siguiente:

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino; que si extraje las mieles o la hiel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: ¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas; mas no me prometiste tan sólo noches buenas; y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.

¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!