Numinor: Erzebeth Bathory

Ángel Agustín Almanza Aguilar

01 / Diciembre / 2017

Releyendo viejas revistas me topé con ésta información casos criminales muy interesantes, por ejemplo, la condesa sangrienta de Polonia Atraía a muchas jóvenes a su castillo, las torturaba y ataba en orgías dignas de ser narradas por el Marqués de Sade, para bañarse luego con su sangre, proveyéndose así de lo que consideraba como el medio más efectivo de rejuvenecimiento. Estaba en un artículo sobre vampirismo

Después de haber escrito sobre ‘Libros Encuadernados con Piel Humana’, me interesó el tema y aquí estoy, enfrascado en adentrarme en este caso de esa psicópata mujer, que ¿Quién era?

Hungría se nos aparece ipso facto, patria de los llamados magiares (S. IX), con sus límites con Checoslovaquia y lo que fue la URSS, con Rumania, Yugoslavia y Austria (¿Y Polonia).

Se trata de una noble húngara, Erzebeth Bathory (S. XVI), quien, a sus 15 años casó con Ferenez Madsky, otro noble de ese país. Ya a esa edad llevaba a cabo actos cono el enviar al bosque a una de sus sirvientas, en castigo de algo baladí, completamente desnuda y cubierta de miel, con los brazos ligados, para ser presa de los animales, como las hormigas o las moscas, o ser devorada por las fieras salvajes.

Se cambaba de vestidos hasta quince veces al día, y se aburría mucho en su castillo de Scejthe (mientras su esposo andaba guerreando) soñando con no envejecer nunca. Para lograrlo la desocupada condesa reúne a su alrededor un curioso grupo de malvados que actuarán como cómplices de sus criminales atrocidades: Ficzko, el vengativo y horrible enano; Jo Uona, su vieja nodriza, con la capucha echada sobre sus ojos de cazadora, su proveedora de víctimas que el sadismo de su ama exige; y, Dorki, la sórdida bruja

Erzebeth descendía de una distinguida familia húngara –se dijo–, pero de gente no muy normal. Tíos de Polonia, de Transilvania, falsificadores de monedas, que confundían las estaciones al grado de pasearse en trineo en pleno verano, incestuosos; de una tía que mandó al otro mundo a cuatro maridos y que ahogó al quinto en su lecho: pura crueldad genética, puros ‘Lorenzos’. Y, en 1609, su esposo se vá de esta dimensión, a los 49 años.

Los asesinatos de jóvenes continúan, pero estaba el problema del desaparecer también, por lo numeroso, los cadáveres. Aquí, un anciano cura de 84 años, con la pérdida del sentido de observación, obedece ciegamente a la condesa y acepta, si protestar, que se entierren nueve cuerpos de muchachas en el subterráneo de la iglesia y, explica Bathory, por haber fallecido a casusa de una epidemia y evitar que surja el pánico, no habrá que decir nada. Pero, aún así, el clérigo consigna, como de costumbre, tales decesos en sus actas parroquiales. Con esto, su sucesor, Janos Ponitekus, ‘para oreja’ y se previene de la condesa.

Se llegó a decir que la sangre de las doncellas corría hasta las calles Janos, empero no abre la boca.

La insaciable sed de sangre continúa en aquel monstruo de mujer. El tema es amplio y requiere mucho espacio. En fin, es arrestada, y se descubre que llevaba una libretita donde consignaba el número de sus víctimas (glo), y sus características físicasMurió encerrada en aquel castillo de Scejthe. Ahora bien, ¿qué fue de sus hijos, hay descendencia de ellos aún?...