Un reportero en muletas, una pierna enferma y una foto

15 / Diciembre / 2017

Por Oscar Verdín Camacho

El reportero Luis Eduardo Villegas Díaz, a quien conocemos como Luis Villegas, descendía de un taxi en la esquina ade México y Allende y coincidimos en la banqueta. Seaxrían las 10:30 de la mañana de este jueves.

Con una bolsa al hombro y una cámara de más de dos kilos colgando en el pecho, empezó a caminar hacia el Congreso del Estado con lentitud, ayudándose con dos muletas. Una de las rodillas parece hablarle y advertirle a base de dolores, de hinchazones: tiene que bajar de peso y de ello, acepta, es consciente.

Caminamos unos metros y no me dí cuenta cuando se quedó atrás. Al voltear a buscarlo, me encontré con una imagen de Luis que de muchas formas me caló: así, apoyándose en las muletas, tomaba fotografías de un grupo de personas que se manifestaban afuera del Congreso del Estado, exigiendo apoyo para que en sus colonias haya agua potable y drenaje.

¿Qué podría representar esa imagen de Luis?, para muchos, quizás nada. Si es reportero y además buen fotógrafo, lo normal es que dispare con su cámara muchas veces.

Sin embargo, yo lo percibí en otro escenario: aun y cuando no la está pasando bien, se vive en un oficio donde hay que seguir trabajando que aquí no hay permisos económicos y no siempre incapacidades médicas porque es común que falte la inscripción en el Seguro Social.

Un dato raro: tan común que los reporteros contemos de agravios de otros, pero escondido todo ello, por vergüenza o no sé qué, cuando esas situaciones nos ocurren en carne propia.

Comento a Luis que voy a escribir de él, algo. Me dice que el pie enfermo algo arrastra de genética, de herencia familiar. Sin embargo, pienso que si de genética hablamos, él es hijo de quien debe ser uno de los señores más trabajadores de Nayarit y de México: Ramón Villegas, quien durante décadas y llueva o haga frío, desde muy temprano vende periódicos en la esquina de las avenidas Insurgentes y México.

No, Luis no me la pega. Lo que vi cuando disparaba su cámara es porque atrás de ese reportero con frecuencia mal hablado, que a veces llega a excederse en las redes sociales y que se carga una barba rockera, es porque hay vergüenza y porque en este oficio no hay jubilación.

Nos despedimos.

Será la época decembrina, pero en un dos por tres se aparecen nombres de reporteros que me llevan 10, 20, 30 años o más y ahí siguen tecleando, armando sus notas, sus comentarios periodísticos.

Y ahí en el recuerdo me reencuentro con las palabras del periodista Paco Ocampo, fallecido hace unos años. Lo escuché hablar unas semanas antes de su muerte y sus palabras persiguen: me dijo que si pudiera darle un consejo a un periodista joven, le sugeriría que combinara el oficio reporteril y buscara un trabajo en alguna dependencia del gobierno para asegurar su sustento. Y es que, resumía, vivir del periodismo independiente era difícil, con el riesgo de morirse de hambre.

Regresé al Congreso del Estado para buscar a Luis Villegas. Lo encontré en la oficina de Comunicación Social: sí, está en un proceso de terapia y ha obtenido descuentos en un área de rehabilitación de la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN). Acude varios días y utiliza diversos aparatos bajo indicación profesional. Pero lo principal, y lo sabe, es bajar de peso.

Pero insisto: Luis Villegas no me la pega. Lo que yo vi esta mañana fue a un reportero con su cámara, apoyándose en dos muletas, y trabajando.