REDESCUBRIENDO: El Valor de un Niño

Por: José Miguel Cuevas Delgadillo

01 / Marzo / 2018

¡Niños! ¿Quién puede estimar el valor de un niño? ¡No de oro, casas, tierras o posesiones, ni honores, arte, ciencia, o fama, sino de un niño! Un niño que quizás se convertirá en una voz para proclamar la justicia y la pureza, e inspirado de lo alto, impactará a hombres y mujeres frías y egoístas, y los hará correr a seguir lo justo, como los ríos corren hacia el mar. ¡Qué tesoro! ¡Cuántos hay que darían todo lo que por un pequeño hijo! Entre los hebreos de antaño, no tener hijos era considerado una desgracia, una tristeza indecible. Los poetas y artistas griegos de la antigüedad han dejado abundante evidencia conmovedora del afecto mutuo entre padres e hijos. ‘Ama a tu madre’, decía Eurípides; ‘pues no hay amor más dulce que este’. La fuerza de la antigua república romana estaba precisamente en su reverencia por las madres y los hijos. Del anciano Cato, está registrado que ‘tenía cuidado de no pronunciar una palabra indecente enfrente de su hijo, como si hubiera estado en la presencia misma de las Vírgenes Vestales’. En las mejores y más estrictas familias romanas, en todos los periodos, los niños estaban a cargo de su madre, y la modestia reverente de los niños y las niñas eran una de las mejores de la genuina vida casera romana. La madre romana que dijo de sus hijos e hijas ‘estas son mis joyas’, se acercó al pensamiento cristiano que afirma que ‘los hijos pequeños que aman a su Redentor, son sus joyas, preciosas joyas, suyas y amadas’.

Las naciones modernas han perdido el sentido del valor de los niños. Las madres delegan sus responsabilidades a otros; los pequeños hijos son vistos como una carga, que no ha de ser llevada personalmente. En los ojos de la mujer egoísta y buscadora de banalidades, que quiere que ella llama ‘divertirse’, tales responsabilidades han de ser evitadas, y lo son. Hace no mucho, estaba yo viajando. Una querida niñita estaba jugando por ahí, sentada en las rodillas de algún oficial. Por su dulce inocencia conquistaba la admiración de todos. La madre se volvió hacia mí con una cara abatida y dijo: ´si no fuera por ella, yo estaría ganando cinco libras esterlinas a la semana´ (Cinco libras esterlinas a la semana era un salario alto para la época en que la autora escribió esto) Solo expresó lo que miles madres sienten. Ambas, la crueldad y el espantoso abandono de la crianza infantil, se originan en el fracaso en estimar el valor de los niños. Debido a que no se valoran, no se tiene el sentido adecuado de la responsabilidad. Juzgados, reformatorios, escuelas secundarias, así como hogares de decenas de miles, sirven para demostrar este hecho. ¡Qué los niños se descarrían por la falta de influencias correctas y control adecuado en el hogar! La maternidad es, sin duda, la vocación primordial de la mujer. Esta es se atmósfera un mundo sellado casi herméticamente de los demás. Ella tiene deberes y responsabilidades. Tiene la abnegación y la devoción continua; debe andar el camino del sufrimiento, la resistencia y a veces el de la agonía; pero también tiene derechos, privilegios, alegrías y consuelos divinos que otros no tiene parte en ellos. Alguien ha dicho ¡que la mujer une sus manos a las de Dios al convertirse en una madre! Y es verdad.

Durante los pasados veinticincos años, la mujer ha sido emancipada; toda puerta le ha sido abierta. ¡En el mundo del teatro, es el principal recurso humano! ¡Tenemos mujeres que son actrices, cantantes y bailarinas perfectas por docenas! Tenemos hoy en día mujeres que son músicas, artistas, pintoras, científicas. El mundo de los negocios lo rigen las mujeres tanto como los hombres; secretaria, contadoras y administradoras. Las mujeres también pueden entrar a los bares, se convierten en doctoras, y aun el Parlamento no se les niega. El mensaje es claro: la mujer puede ser –y hacer– todo, menos criar y educar hijos pequeños. ¡En gran parte, este es un arte perdida entre nosotras! Tomado de Catherine Booth-Clibborn. Nuestros Hijos. México, 2005. Pp 10-12. Traducción al español. Hasta la próxima. Terapeuta Familiar y Conferencias. Consultas 311 136 89 86.