NUMINOR: LA FAMA

Por Agustín Almanza Aguilar

10 / Octubre / 2018

La palabra es de origen latino, pero no se me hace ver el porqué de ello, sólo que –según un diccionario de mitología grecolatina- significa ‘Voz Pública’, y sería lo relativo a lo que es una Reputación, a una Popularidad buscada por ciertos individuos, de esencia ególatra y naturaleza vanidosa, que tratan con enfermiza ansia sr idolatrados y reconocidos como ‘Non Plus Ultra’ del espectáculo, por lo común –‘artistas’ de telenovelas, actrices de papel oropelesco, galanes y divas de lo que sea–.

Conquistar la Fama es un sueño para estos seres, un sueño que muchas veces termina en frustraciones, olvidos, con recursos de vanas y pasadas seudo glorias, con los rostros envejecidos y ajados, es tal ilusión terrenal, Y –‘cierto sea el dicho’– dá mucha pena el contemplarlos, después, en su decadencia y humillación del justo Hado-Destino. Pagan el precio de la Fama Se habían creído eternos inmortales, quisieron subir muy alto y, a manera de Faetón, caen con sus alas quemadas hasta lo más duro de la Tierra Tal golpe los hace volver a la realidad cotidiana; se topan de frente con el implacable rostro de Cronos y la balanza de Minerva. Todos sus castillos como naipes, y los amigos (as), se alejan, como lo hace la sombra ante la falta de luz.

La Fama fue una divinidad alegórica para los latos, que la concibieron como hija de la diosa Gala (Gea) la Tierra, y la representaban con numerosas bocas y oídos; en sus grandes alas se ocultaban numerosos ojos, y se desplazaba volando rápidamente para llevar a todos los lugares tanto la verdad como la mentira. La hacían morar en un palacio de sonoro bronce, en medio del mundo, en las fronteras del cielo y la tierra, del mar y el cielo, y allí, con sus alertas oídos, oía todas las voces, por quedas que fueran. Las puertas de su maravillosa mansión se encontraban constantemente abiertas, recibiendo y devolviendo, ampliados, todos los sonidos. En los pórticos de su castillo deambulaba siempre una gran muchedumbre, esparciendo tanto los rumores infundados como las noticias verdaderas.

Siempre rodeada de cortesanas, como la Credulidad, la Falsa Alegría, la Hipocresía, el Engaño, la Traición, la Adulación, la Vanidad, la Soberbia, etc.

Ahora, nos encontramos en este mundo mitológico a otra divinidad, de nombre parecido: Fames. Es la personificación del Hambre, hija de la Discordia, que habita en la entrada de los infiernos, al lado de la pobreza.

Las Decadencia, ese fenómeno de Declinación, que es principio de una Ruina, de una degradación, es lo que contemplan esos humanos que se creyeron dioses, al querer alcanzar el supremo éxito del Universo.

La Fama, a pesar de ser realmente horrible, es buscada sin cesar por los mortales que desean saciar sus egos, la fortuna y la suerte, sin saber que tal divinidad los odia y los destruye. Ella se les desaparece a algunos de las manos, cuando estaban a punto de alcanzarla. De repente los terrestres seres ven que aquella sorprendente mansión de la Fama era en realidad de pésimo gusto, siendo que se les había hecho, al principio, el colmo de la elegancia y el buen gusto: Vanitas Vanitatum. Un palacio lleno de espejos que multiplican soberbia y vanidosamente la cruel imagen de la ‘amada’ Fama.

GARAJE: Se cuenta que el autor de la ‘Imitación de Cristo’, Tomas Hemerken de Kempis, es el escritor místico alemán (1379-1471), dirigió unas palabras a un Pontífice, en el momento de su ‘elevación’ al trono de San Pedro, con el fin de recordarle la fragilidad del poderío humano: Sic Transit Gloria Mundi (Así Pasa la Gloria del Mundo). Y hay otra anécdota, la del cuadriga que iba a un lado del César, cuando este iba saludando a la plebe por las calles, y aquella lo aplaudía a rabiar: Acuérdate que eres humano.