Sacándole filo a la chompeta

18 / Octubre / 2018

Francisco Javier Nieves Aguilar

Entre navajas y brochas, los peluqueros intentan detener la moda y el tiempo, antes de ser rebasados por completo por los salones de estética. Lamentablemente son pocos los que quedan; tal es el caso de José López, de Ahuacatlán, quien lleva ya 60 y tantos años en este oficio.

José ha cortado tanto cabello como para tapizar algunas de las principales calles de la ciudad, al igual que como ocurre con algunos otros peluqueros de Ixtlán.

Muy pocos peluqueros quedan. Y así, también con más de cinco décadas de sacarle punta a la chompeta, los actuales encargados de la peluquería Campillo ponen énfasis en su trabajo de cortar cuero cabelludo, mientras las voces de los empleados de la presidencia y de algunos parroquianos que deambulan por el centro, distraen su labor de vez en cuando.

La peluquería de La Liendre –como algunos conocen a José López- es una especie de túnel del tiempo. En su interior, el visitante puede transportarse a aquellos años de escuela, cuando el corte al natural que era tan exigido por los profesores como odiado por algunos en su etapa adolescente, y que de forma magisterial se llevaba a cabo a manos de los escultores de la azotea humana.

A un costado de la presidencia funciona la Peluquería Campillo, estancia donde aun predomina el olor a talco y lociones y en donde el peluquero gusta de vestir la bata negra o blanca y luce elegante barba.

Se trata de David Machuca, quien heredó el oficio de su padre Juan El Aguacate y el cual comenta que durante los años recientes se han generado una serie de cortes que se aparta de forma considerable de las opciones que pueden encontrar en su establecimiento, Pero pos, hay que hacerle la luchita- dice, sonriendo-.

Para ello hay que estar actualizado; y así, el buen Tacua –como mejor se le conoce a David- realiza cortes a la Panamá; o si el cliente lo prefiere abultado no es tanto el problema... también pela de casquete, cuadrado y redondo; o los más modernos: El de raya a un lado, el de mesita, el desvanecido. ¿Qué más?

Toda una institución en el arte de cortar el pelo fue sin duda alguna Don Isabel Llamas -padre de Ramiro, de Cuco, Millo, Aurelio Llamas- quien enseñó el oficio a cientos de personas, muchos de los cuales pudieron colocarse posteriormente en peluquerías afamadas del Pacifico Mexicano.

Con el aprendieron, entre otros, los hermanos Alfonso, Miguel y José López; también se recuerda a Raúl Manjarrez y a El Carrete, a Luís Rivera y a Juan Quesada, al Profesor Leonardo Ibáñez y a Colacho Rivera; así como a Don Lupe Figueroa.

Había un peluquero que acostumbraba ganarse la vida acudiendo directamente al domicilio del cliente. Todos lo conocían como El Mudito porque, efectivamente, carecía del habla.

Bernardo López, fallecido hace alrededor de 10 años, buen peluquero era. Así se ganó la vida durante largos años, ¡Claro!, antes de dedicarse a la venta de pollos asados, en el Parque Morelos de Ahuacatlán. Avelino Salas y Manuel Cervantes Izar también aprendieron el oficio, pero optaron por otras formas de sustento al aparecer las estéticas.

Pero si de especialidad se trata, los peluqueros marcan una evidente diferencia en relación a los Estilistas: ellos si saben hacer la barba, saben afeitar, y no es precisamente que traten de adular al cliente para que regrese o que tengan que recurrir a una rebaja en el precio del corte en caso de cortarles una oreja; sino que, en el sentido estricto, el manejo de la navaja para rasurar es todo un arte del trazo y precisión, pero además, señala David, Nosotros si somos machos!.

Y como se ve, los peluqueros no pierden su buen humor, en los momentos en que no aparece ni un parroquiano, pasan el tiempo viendo la televisión, leyendo alguna revista, checando su celular o simplemente comentando los sucesos más trascendentales del día, haciendo perseverar la tradición. En resumidas cuentas arreglar el mundo desde la comodidad de su peluquería.