CON PRECAUCIÓN: Algo inusitado

Por Sergio Mejía Cano

14 / Enero / 2022

En ocasiones se dan casos de hechos inexplicables que le suceden a determinadas personas que, cuando comentan lo que les pasó, ponen a pensar o dudar a quien los escucha; sin embargo, cuando el comentario llega de una persona seria que no tiene por qué mentir y porque nadie cree que lo haga debido a su rectitud a toda prueba, a su calidad como gente, y que en vez de dudar sobre lo que diga, invita su comentario a pensar y reflexionar.

Precisamente un día 31 de octubre se hizo inolvidable para tres ferrocarrileros. Cierta vez, al ir viajando en un tren de carga rumbo sur de Mazatlán, Sinaloa a Tepic, Nayarit, un compañero garrotero de camino ya mayor, me comenta al ir pasando por un ejido denominado El Aguaje que se dedica a la producción de camarón, en las inmediaciones del kilómetro T- 1207, entre estación Presidio PK T-1196 y Labrados PK T-1211, en el estado de Sinaloa, que ese lugar no lo olvidaría jamás debido a un hecho inusitado que le sucedió no nada más a él, sino conjuntamente a un maquinista de camino y su ayudante –antes fogonero-, así como a otras personas de dicho ejido, porque les pasó algo que nunca, al menos él, había podido olvidar.

Relata este ferrocarrilero, hoy jubilado, que un 31 de octubre allá a principios de los años 70 del siglo pasado, le tocó salir en el tren de pasajeros número 2, conocido entre el gremio, así como en el público usuario como la bala; a tiempo de itinerario: 08:40 horas. Y que el conductor del tren le había ordenado que viajara en la máquina, por lo que se pudiera ofrecer, pues tenían un encuentro con un tren en dirección opuesta en Escuinapa. Que, al aproximarse al Aguaje, a lo lejos él miró un bultito que se encontraba sobre el riel del lado mar, aproximadamente frente al ejido, cercano a la vía férrea, tanto el maquinista como su ayudante pusieron atención sobre lo que se veía a lo lejos, el maquinista dijo que probablemente sería una piedra o una bolsa con basura, pero como iban a 90 KPH, pronto vieron qué era lo que estaba encima de los rieles: era un niño, muy pequeño que estaba sentado sobre la vía. El maquinista al cerciorarse de que era un niño, aplicó los frenos en emergencia, pero debido a la alta velocidad el tren no se detuvo de inmediato. El garrotero vio a una señora corriendo hacia el niño al momento que el tren llegaba a donde se veía sentado el crío. Quienes iban en la máquina supieron que ya no se podía hacer nada para evitar arrollar al pequeñín; sin embargo, cuando supuestamente la máquina tuvo que golpearlo no se oyó nada, ningún ruido que indicara que las ruedas de la máquina habían tocado algo.

En cuanto el tren se detuvo, los tres que viajaban en la máquina bajaron a revisarla por todos lados, pero no vieron absolutamente nada; algo que indicara que habían arrollado a un ser viviente, no se veía sangre ni rastros de ropa ni de cabello, piel, etcétera. Entonces el garrotero fue hacia atrás a alcanzar al conductor del tren que ya se dirigía hacia donde estaba una señora gritando y haciendo aspavientos, y que iba de un lado a otro como buscando algo, atravesaba la vía, bajaba a una cuneta a lado sierra para volver a subir a la vía y cruzar al lado mar. Cuando llegaron junto a la señora, ya estaban junto a ella otras personas quizá provenientes del ejido; la señora gritaba desesperada que dónde estaba su niño.

El conductor del tren le preguntó al garrotero que comenta esto, que qué había pasado. El garrotero le dijo que habían visto a un niño sentado sobre la vía y que por eso habían tirado el aire de los frenos en emergencia. ¡Y dónde está el niño!, gritó también asombrado el conductor del tren. Todos los ahí presentes recorrieron un buen tramo de la vía, hacia el sur y hacia el norte, a los lados, por debajo de los coches y nada, ninguna huella ni rastros de que se hubiese arrollado al niño.

El maquinista se comunicó por radio a Mazatlán, dando cuenta de lo sucedido, por lo que el despachador de trenes envió en un vehículo de vía a los agentes especiales del ferrocarril para que se hicieran cargo de la situación y evitar más demora al tren de pasajeros.

Al día siguiente, al regresar esta tripulación a Mazatlán en el tren número 3 –el burrito- a eso de las 22:55 horas, la tripulación del tren en comento, procuró inmediatamente a los agentes especiales para preguntarles qué había pasado con lo del niño, a lo que dichos agentes les dijeron que el niño que buscaba la señora como loca, lo tenía una tía allá en el embarcadero del ejido, que acababa de despertar y se mostraba muy inquieto, por eso lo traía abrazado. Hacia allá se dirigieron los agentes especiales junto con la mamá del pequeño, y que al ver al niño la señora se había desmayado; y cuando volvió en sí, les dijo a los que la rodeaban que claramente había visto a su niño sentado sobre los rieles y que al ver aproximarse el tren se asustó y había corrido hacia él. El bebé de aproximadamente tres años de edad, estaba sano y salvo en brazos de su tía a un lado del estero, modorro después de un buen sueño que había disfrutado.

Sea pues. Vale.