Líneas: Prefieren ir a la leña que comprar el gas

Por: José Ma. Narváez Ramírez.

21 / Noviembre / 2012

Como en los viejos tiempos en que nuestros abuelos -y también sus hijos- hacían el viaje al monte para regresar con los tercios de leña cargando al burro o a la mula de la familia, para prender la hornilla o fogón en lugar de utilizar la estufa, que consume el gas doméstico que cuesta casi cuatrocientos pesos –más lo que se acumule-, ahora se estila levantarse al alba, (a la hora en que empiezan los gaseros su monserga tempranera) llevarse el machete o el hacha –bien afilados- la coa y el guato de hilillo para hacer el viaje tras de lomita, cascarse la gorra, echar unas cuantas gordas en el morral junto a la botella de café con piquete –pa´guantar los otros, los de los jejenes y zancudos que están más hambrientos y sedientos que las güinas de los matojos-, y emprender la odisea mañanera rumbo al monte pelón para tratar de encontrar ramas secas, hacer los atados y regresar tarareando El Yerberito a los terrenos de la vieja, consorte, (siempre y cuando estemos hablando de un hogar en que manda el marido) para que ésta se ponga a prender la leña con ocote, y aproveche para echar unas tortillas al comal y prepare un desayuno de aquellos que gustaban tanto a los abuelos, a nuestros progenitores y a los hijos que alcanzamos esta maravillosa costumbre que consistía invariablemente en saborear hasta el deleite, unos chilaquilitos salpicados de chorizo casero, acompañados de frijoles en-caldosados –todo refrito en manteca de cochi- rociados con queso enchilado, un taza de café prieto de capitoso aroma y unas tortillas de maíz (no de Maseca encartonada) Esto era el plato fuerte de hace algunos años, cuando la esposa practicaba el arte culinario transmitido de padres a hijos (no de afeminados chefs de la televisión), hoy en día se prepara el mismo con totopos rancheros de sobre, y en pedazotes tamaño original, y de guarnición un pegoste de frijoles de lata o de sobre con una salsa de marca corriente envasada en fábrica, y un envoltorio de tortillas frías y duras como cuero de muerto

No nos queremos acordar de aquella carne de venado ensartada en los asadores largos hechos a marrazos en las antiguas herrerías, y dorada a las brasas a la vuelta y vuelta rociada con salsa casera martajada en el molcajete, luego embalsamada en una tortilla de las que se retiraban del comal panzonas, como mujeres próximas a dar a luz
En fin, dada la carestía, muchas personas que habitan en las colonias de la ciudad capital (por ejemplo en Las Conchas y en La Loma Hermosa –que de hermosa no tiene más que el puro nombre, puesto por algún politiquero vacilador-) en las otras 300 y algunas más, para ahorrarse una lana se avientan a traer las ramas secas que prenden en una improvisada hornilla, para ponerse a cocinar al estilo del chocolate (abuelita)

También dicen que aprovechan el viaje tempranero para encontrarse algunos blanquillos y frutas de árbol (porque también hay de horno) desvalagadonas en los huertos ajenos
Pero Control Señores Control que la lucha es permitida, siempre y cuando no se encuentren con algún propietario del monte o de las gallinas, que quiera cobrar el monto de los guatos y del producto de la esposa de don Gallo... Porque se dan casos Y así empiezan los pleitos

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