EL IV PODER

Por: Juan Fregoso

29 / Noviembre / 2012

La pobreza, cualquiera que sea el calificativo que se le de, es un fenómeno que lastima al grueso de la población mexicana y tiene consecuencias muy variadas que van desde la muerte por la falta de una alimentación adecuada hasta una incidencia demasiado marcada en la comisión de delitos, particularmente el robo a casas- habitación

Los gobiernos no han sido capaces de implementar programas que verdaderamente disminuyan las condiciones de pobreza extrema en que viven miles de mexicanos. Las autoridades se han conformado con instrumentar programas netamente asistencialistas como Oportunidades, 70 y Más, entre otros, que no resuelven el problema de fondo, de ahí la importancia de que el nuevo gobierno esté obligado a atacar las causas y no privilegiar las insignificantes dádivas que no son más que un mero paliativo o una especie de mejoralito que no cura la raíz del mal.

La pobreza afecta a nuestro país de diferentes maneras, y por supuesto, también afecta todas las áreas de la actividad humana. Entre las que podemos mencionar destaca la deserción escolar, ausentismo, bajo aprovechamiento, los índices de reprobación se disparan alarmantemente, el desempleo y las consecuencias que éste acarrea, son para que el gobierno ponga énfasis en este rubro, ya no se puede esperar más, es necesario de una vez por todas combatir las causas para no sufrir efectos que posteriormente lamentaríamos.

Algunos especialistas opinan que la incapacidad física y económica para tener a los niños un mayor tiempo en las escuelas, para atenderles mientras sus padres trabajan y para proporcionarles alimentos adecuados cuando el ingreso familiar no es suficiente, conforman una deficiencia que muchos países han logrado superar, aunque México no ha podido, no porque hayan tenido recursos económicos suficientes, sino porque ellos han sido parte de la estrategia que les ha permitido llegar a donde están.

En México, las autoridades nacionales, se muestran más interesadas en presentar estadísticas de crecimiento de los servicios educativos, que en mejorar la educación, han presionado al sistema educativo a hacer más con menos. Proporcionar una mayor oferta sin incrementar los recursos de manera proporcional ha tenido como consecuencias naturales la disminución en la calidad de la educación y la incapacidad para atender en particular a las poblaciones con menos recursos.

Por otra parte, tenemos la destrucción de nuestros recursos naturales, como selvas, bosques y manglares. La contaminación de los acuíferos en todo el territorio y el manejo de los desechos constituyen en su conjunto un grave problema que se ha venido acentuando durante las últimas décadas. La cultura que poseemos en torno al medio ambiente, es comparable a la de los países más atrasados del planeta.

Todo ello se ha reflejado—opinan los expertos—en la destrucción irracional de buena parte de los bosques, desde Chiapas hasta Durango, Hidalgo y Michoacán, en el agotamiento irresponsable de nuestros recursos petroleros, en la explotación desaseada de yacimientos minerales ante la indiferencia de la población, aun en aquellos casos en los que ésta es afectada directamente.

En todos estos casos el sistema educativo ha señalado problemas, pero nunca con la suficiente intensidad y premura para corregirlos por las acciones de sus egresados. Los especialistas se muestran incrédulos cuando afirman que no creemos que exista otra forma de enfrentar el problema, la educación debería ser vehemente, reiterativa y constante, de manera que las nuevas generaciones egresadas del sistema educativo tengan, además del conocimiento del problema, la conciencia clara de lo que debe ser resuelto.

En este caso, como los ya señalados, las tecnologías de la información pueden constituir auxiliares formidables para señalar, por ejemplo, cómo lucirán de aquí a veinte o treinta años los bosques de Durango, Veracruz o Michoacán, si no se revierten los procesos actuales de deforestación o sobreexplotación.

El cuidado del agua constituye otra asignatura pendiente. Con más de la mitad de nuestro territorio ubicado en las latitudes propias de las zonas áridas y con una buena parte de ellas en alturas considerables sobre el nivel del mar, nuestro país es de manera natural proclive a problemas de aprovisionamiento y de suministro de agua, especialmente en la región norte. Sin embargo, no existe entre nosotros una cultura del cuidado del agua en cuanto desperdicio, y menos aun en cuanto a su contaminación, en consecuencia, los problemas que de ello derivan son y serán mayúsculos.

A la sequía y la desaparición irresponsable de lagos, ha seguido la edificación de asentamientos humanos en sus lechos, dando lugar a inundaciones desastrosas, pero evidentemente previsibles, en las que el agua pluvial y la de arroyos se mezclan con otras altamente contaminadas con todas las consecuencias económicas y sanitarias conocidas. La sobreexplotación de acuíferos, sin tomar en cuenta los daños que se producen en terrenos y los ecosistemas que los cubren, ha constituido práctica común que sólo la educación pueden modificar proporcionando la información y el conocimiento necesarios, a condición de contar con estrategias adecuadas y prácticas más decididas.

Así pues, en este punto resaltan nuevamente las capacidades y posibilidades que la tecnología ofrece para adecuarse a la enorme diversidad de problemáticas que se presentan a lo largo del territorio nacional, así como para mostrar a los estudiantes las consecuencias futuras de los abusos y las prácticas equivocadas en relación con el agua y otros rubros.