Líneas: En nombre del cielo

Por: José Ma. Narváez Ramírez.

17 / Diciembre / 2012

Como a todos los viejos, cada fin de año solitos llegan los recuerdos vividos al lado de la familia allá en el pueblo de banquetas viejas En estos días de trajín y borlote dando vueltas por las tiendas y dulcerías de la ciudad, escogiendo regalos y dátiles, colaciones, higos y cuanta golosina se antoja en ocasión en que llegan los seres queridos a pasar las posadas, la Navidad y la velada de fin de año con nosotros Y claro, el vino de mesa que todavía se puede escanciar cuando menos a sorbos

Ahora son los nietos quienes traen esa alegría espontánea y esa algarabía musical que inunda nuestro hogar, mientras escuchamos sus plegarias al Niño Dios y a los Santos Reyes pidiéndoles un furgón de juguetes sin importarles el precio, porque están casi seguros que no les costarán a sus padres, sino que ellos se los han ganado por haberse portado bien y por sacar buenas calificaciones de fin de año en la escuela.


No saben de la crisis económica que abate al país y mucho menos de la que se avecina el próximo año para aquellos que integramos el núcleo de personas que trata de sobrevivir en este maremágnum.


Pero eso por ahora tampoco nos preocupa, porque estamos viviendo unos días especiales en que el espíritu de la Navidad nos invade y nos lleva a implorar a Dios, Nuestro Señor, su bondad y misericordia para que resulte más leve la triste llegada de la cuesta de enero. Aunque mientras eso sucede, la gran mayoría nos gastamos todo el dinero que llega a nuestras manos envuelto en el celofán del aguinaldo y de los salarios adelantados, que deberíamos guardar para los duros tiempos que se dejarán venir implacables, pero que con la esperanza de que algo va a suceder para aliviar la pesada carga, los cambiamos por el oropel de la envoltura de los regalos que la tarjeta de plástico nos compra o el encandilamiento que nos provoca la publicidad repitiéndonos constantemente, que compremos ahora y paguemos hasta dentro de varios meses.

Y ahí vamos persiguiendo al caballo al galope del crédito, aunque después se haga a la inversa...

Esto puede pasar en las casas donde todavía pueden darse ese, podríamos llamarle lujo, pero en los hogares donde la pobreza viste sus más caros andrajos, donde no tienen una cobija para cubrirse del frío y en los que hace falta un pan que compartir para comer, ahí los aguijones del hambre son tan especialmente puntiagudos, que fácilmente traspasan las enjutas carnes de esos seres llamados menesterosos. Y nadie se preocupa por ellos Andan más ocupados viendo los programas de la tele en los que aparece la diva de la banda muerta en un avionazo Esa es la fría realidad


Pero en donde viven los pequeños que esperan la llegada del Niño Dios con la seguridad de que se detendrá a su puerta, todo es jolgorio y canción de felicidad para ellos, ignorando que hay otros espacios a las que no llegarán los regalos y el hambre será la misma de todos los días...

En esto, muy pocos individuos se detendrán a pensar, ahora solamente andan hechos la mócha gastando un dinero que año tras año les dan, y que les durará lo mismo que un costal lleno de aire, pero que a la vuelta del año pesará como si estuviera lleno de trozos de hierro.


Es tiempo de algarabía, de sonidos de campanas y de cascabeles, llega el Niño Dios al pesebre Control Señores Control se celebra el nacimiento de un ser recién nacido a un lugar pobre y lleno de miseria, cuyos padres vienen escondiéndose de la ira de un monarca loco que quiere asesinar al infante Será la llegada de un verdadero rey que un día vendrá acompañando a su Padre el Día del Juicio Final, en donde pondrá a todos los seres humanos (vivos y muertos) de rodillas ante la justicia divina No se por qué se ha convertido en un vil comercio, algo que ejemplariza la humildad y el amor

Y cantan antes de embrutecerse en el chupe y la tragazón: En nombre del cielo


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