Líneas: ¡PALENQUE!
(Dedicado al Charro: Antonio Echeverría García)

Por: José Ma. Narváez Ramírez.

18 / Diciembre / 2012

Van terminando de acomodar las hileras de sillas nuevas, limpias, relucientes Semejan armaduras de soldados esperando ser llenadas con sus cuerpos impregnados de sudores y sangre que segregan sus heridas entre el zumo de las victorias y las lágrimas de sus derrotas

Los encaladores miden el rectángulo y, llevando el polvo entre las manos juntas, como en oración, van tirando las rayas blancas que servirán de marcas en el dintel de la muerte a los bravos y hermosos gallos de pelea Y éstos las teñirán con su ardiente líquido rojo al jugarse la vida en el filo de las navajas amarradas junto a los espolones

Suenan a pitos destemplados los instrumentos que en el estrado de las cantadoras afinan los bien vestidos músicos, para en unos momentos más llenar el espacio dentro y fuera del palenque e inundar pechos y poros haciendo enardecer los sentimientos de los espectadores, cuando entre trompetas se escuche el tradicional grito de: ¡Sileeeencio Seeeeñores!


Las guapas y coquetas galleras, antaño engalanadas con trajes de chinas poblanas, hoy lucen con garbo sus palmitos enfundados en bien cortados conjuntos llamados coordinados sobre la clásica blusa blanca de pechera adornada con olanes que parecen flores

Inquietas, tal vez impacientes, saborean un entremés mientras se retocan la pintura en los labios o en los parpados, atisbando por los pequeños espejos hacia la puerta, por entre los curiosos tal vez buscando la mirada de un ranchero o de un charro bien plantados

Al fondo del recinto profusamente iluminado, los probadores de sonido repiten una y mil veces las frases y conteos vanos, fríos, vacíos que les dan un toque de ese llamado modernismo de estruendos que también quiere parecer música

Se cuentan minuciosamente las boletas de apuestas y se revisa uno por uno el folio de los boletos de entrada, así como se prueba una y otra vez el tablero de números para las rifas populares

Parece flotar en el ambiente aquel grito tradicional de las lotería de monitos, allá por los años cuarentas: ¡Se va y se correeee!

Y los corredores de convenios palenqueros, con sus grandes y vistosos paliacates (rojos y verdes) colgados a la cintura en llamativos contrastes con el negro del pantalón y el blanco de la camisa de cuello almidonado, van marcando en sus rostros los gestos graves y adustos, para darle seriedad a la apuesta casada, entre los alaridos de rutina jerga palenquera pura historia de canciones bravías y fiesta, bravatas y muerte, música ranchera y llantos gustos y sustos bajo los grandes sombreros

Los gritones carraspean entre fumadas y chupadas a los cigarros como si también trataran de afinar sus ya muy gastadas cuerdas bucales

Y los viejos galleros, de eterno traje del mismo cansado corte de sus arrugas en la cara y en las manos, con el mismo mirar de sueño entre los párpados entrecerrados, todo observan todo captan parando oreja parecen dormitar perdidos entre los asientos Igualmente parecen simular comunicarse a través de señales de humo, al estar prendidos a sus cigarrillos, que fuman sin tocarlos con los dedos

En las taquillas, el equipo de publicidad coloca con rapidez los avisos, programas, listas de precios, señales oyéndose solo el rasgar de la cinta masking


En las entrada, los grande señorones que representan los papeles de empresarios, portan trajes de finos casimires y mejores sombreros que les dan ese aire peculiar de jugadores, de apostadores, con ese gesto marcado de impasible frialdad y fingida amenaza

Dentro de las taquillas las guapas muchachas acomodan las hileras de billetes y apilan las monedas para dar la feria o el vuelto, con esa destreza y efectividad que únicamente confiere la práctica...

Allá en las jaulas; los primeros actores, los reyes de la efímera fiesta de la muerte, lanzan su canto retrechero, de amor y de guerra, de orgullo y de desafío que corre por todo el palenque, trastocando el color del ambiente con el de sus preciosas y brillantes plumas

Sus ojos acerados plenos de decisión, parecen enviar el bravo mensaje que aún late y vibra en nuestra sangre y que a la hora de la verdad –en el combate- envían esas vibraciones convertidas en valiente entrega de honor en holocausto

Y el coso parece llenarse de ese rumor en crescendo que aturde y confunde, inquieta y enciende conforme va tomando la firma de humano monstruo

Control Señores Control ¡Cierren las puertas!

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