EL IV PODER

Juan Fregoso

19 / Diciembre / 2012

*El presidente Enrique Peña Nieto debe implementar una verdadera política anticrimen

*México requiera de una policía científica, no improvisada

*La Gendarmería Nacional no es el método adecuado para abatir el crimen organizado

*Lo que debe hacerse es atacar las causas generadoras del fenómeno delincuencial

*Sólo de este modo el plan instrumentado por el presidente podrá tener éxito

El punto más neurálgico de todo gobierno sin lugar a dudas es la seguridad pública. Pero abatir la delincuencia común y organizada, no es una tarea fácil para ningún gobierno, es un problema complejo que requiere de estrategias bien estructuradas, sobre todo, que se enfoquen a atacar las causas generadoras del delito, entre las que sobresale la extrema pobreza en que viven millones de mexicanos; la corrupción, drogadicción, la prostitución y el alcoholismo, son otros elementos que inciden en la comisión de las conductas antisociales.

Pero el fenómeno de la criminalidad es multifactorial, de ahí la importancia de la instrumentación no solamente de buenas estrategias, sino de organizar un cuerpo policiaco de carácter científico, capaz de enfrentar con métodos eficaces la criminalidad, sin riesgo de violentar los derechos humanos y esta es una arista difícil de soslayar, porque se ha visto que en aras de combatir el crimen, las policías y militares han vulnerado los derechos humanos, como quedó demostrado en el sexenio pasado.

Con todo, el presidente Enrique Peña Nieto ha presentado su plan nacional anticrimen, en el cual se contempla reducir la violencia, garantizar la tranquilidad y la paz en todas las regiones del país, fortalecer el tejido social, con acciones preventivas. Sin embargo, el mandatario está siguiendo las mismas coordenadas del gobierno calderonista, pues aun cuando había prometido retirar al ejército de las calles, ahora asegura que las fuerzas armadas continuarán operando exactamente igual que durante el calderonismo, a sabiendas de que tal medida no logró resolver el fenómeno delincuencial, el cual sigue galopando impunemente a lo largo y ancho de la nación.

Por consiguiente, desde el punto de vista criminológico no es de este modo como se podrá combatir la ola de violencia que nos azota. Entre algunas de causas generadoras de la criminalidad estriba en la corrupción, esto es indiscutible, la cual se manifiesta de diferentes maneras, desde el clásico cohecho, a la prevaricación, al abuso de funciones, esto es, la corrupción radica en la existencia de un corruptor que se beneficia con la obtención de un lucro, de una prebenda, privilegio, o de una ventaja indebida, y que logra de un elemento corrompido, que no actúa apegado a las leyes, reglamentos, disposiciones o normas de justicia, equidad, recibiendo éste a su vez, por lo común, ciertos bienes.

En este contexto la corrupción implica necesariamente un corruptor y un corrompido, que obran ilegalmente y con frecuencia en forma delictuosa, de ahí que ambos tengan interés en ocultar sus actividades. En este sentido, surge otro gran problema: La complicidad entre delincuentes y cuerpos policiacos, así se torna mucho más difícil enfrentar a la delincuencia, ya que tan delincuente es el que se dedica a actividades ilícitas como modus vivendi, como el policía que le brinda protección, ¿cómo, entonces, combatir el crimen?, creo que para disminuir cuando menos el índice de la criminalidad, primero habría que sanear todos los cuerpos policiacos, es decir, atacar de raíz la corrupción.

Como se puede observar el asunto no es tan sencillo como parece, repito, porque es un fenómeno extremadamente complejo, sin embargo el presidente de la República anunció la creación de una Gendarmería Nacional, con diez mil efectivos en su primera etapa. Me parece que la figura de la Gendarmería Nacional se crea con la intención de robustecer al ejército y demás Fuerzas Armadas, lo que significa un incremento del aparato policiaco, lo que representa un mayor presupuesto para una endeble economía, a juzgar por lo que han declarado los propios gobernantes. Además quiénes conformarían la Gendarmería Nacional, acaso los jóvenes que han cumplido con su servicio militar, si esto es así, habría que valorar minuciosamente esta situación, dado a que los reclutas no tienen la capacidad necesaria para hacer frente a profesionales de la delincuencia, pues apenas cuentan con un elemental conocimiento en el manejo de las armas, por lo tanto, no servirían de mucho, más bien serían carne de cañón ante sujetos especializados en el crimen organizado.

Si por otra parte, los integrantes de la llamada Gendarmería Nacional son policías en ejercicio nos encontramos nuevamente frente al fenómeno de la corrupción, pues un buen porcentaje de ellos están coludidos con los delincuentes, luego entonces, la Gendarmería promete ser un rotundo fracaso en el combate a la delincuencia. La corrupción se debe destacadamente a la excesiva burocracia, a los servicios públicos mal remunerados y peor organizados, así como a la nula participación popular en la administración pública, a la tolerancia del empleo de la influencia en todos los órdenes, a la extorsión, opresión y marginación que unos grupos sociales ejercen sobre otros por su condición económica, racial, religiosa o política.

Por tanto, es aquí donde el gobierno que encabeza el presidente de la República, Enrique Peña Nieto debe poner el acento, si es que realmente pretende volver la tranquilidad o la paz al pueblo mexicano. Engrosar el aparato policiaco no resolverá nada, excepto una excesiva erogación de recursos públicos que debieran aplicarse en otros rubros como en la educación, bujía del desarrollo de los pueblos.

No dudo que el presidente tenga la sana intención de abatir la delincuencia organizada y el narcotráfico, pero me parece que no ha elegido el camino adecuado para lograrlo, sobre todo, porque la historia reciente ha evidenciado que ni siquiera las Fuerzas Armadas han podido erradicar este cáncer que ha invadido a las propias instituciones encargadas de guardar el orden, de ahí la importancia de limpiar primeramente los cuerpos policiacos antes de reiniciar el ataque frontal al fenómeno delictivo, porque insisto se debe ir al fondo del problema, lo que implica la evaluación de las causas que originan las conductas antisociales o ilícitas.

Así pues, mientras el gobierno federal no se decida por esto último será muy difícil recuperar la paz que hemos perdido en una guerra que cobró por lo menos cien mil vidas humanas, entre verdaderos delincuentes y personas ajenas por completo a esta situación, ya que todo indica que Enrique Peña Nieto aplicará la misma receta que su antecesor, con la salvedad de la creación de un ente que lejos de garantizar el restablecimiento del orden, junto con el ejército y demás cuerpos policiacos, amenaza con recrudecer el clima violento en que estamos envueltos desde hace años, si esto es así, lo más probable es que entremos de lleno a otra guerra fratricida, que costará más vidas humanas, dejando en el desamparo a cientos de familias, tal y como ya sucedió con un gobierno que se distinguió por sus menosprecio al estado de derecho.