EL IV PODER: En México, hay presidentes municipales que ganan más que el presidente de E.U.A

Por: Juan Fregoso
*Muchos alcaldes eran taxistas, carniceros o pequeños empresarios
*Pero una vez que dejan el poder, sale un enjambre de millonarios de nuevo cuño
*Por eso, los municipios se encuentran al borde de la quiebra
*Mientras que el gobierno federal construye más leyes para atarles las manos a los alcaldes
*Leyes que de nada sirven porque el saqueo a las arcas sigue con toda impunidad

30 / Enero / 2013

Cualquier persona medianamente ilustrada, sabe que el primer Ayuntamiento que se fundó en México fue el de la Villa Rica de la Veracruz y fue instituido por el conquistador español Hernán Cortés. Desde entonces, esta figura que ha perdurado hasta nuestros días descansa en el espíritu de que este es el gobierno más cercano al pueblo, ya que los otros dos niveles de gobierno prácticamente son inaccesibles o inalcanzables para la gente

Con el tiempo, el municipio se ha ido alejando de las necesidades del pueblo, al grado de que algunos gobernantes locales ya no ven por satisfacer las carencias de sus gobernados, sino por sus intereses personales, argumentando una serie trabas para no ayudarlo como es su obligación.

Es así como vemos constantemente desfilar en las presidencias municipales infinidad de gente pobre que acude en demanda de algún apoyo económico, sea para comprar un simple hatajo de láminas de cartón para arreglar los techos de sus destartaladas viviendas, o bien, para comprar unas medicinas, encontrándose no pocas veces con la negativa de los alcaldes o de sus colaboradores, los cuales esgrimen el tan socorrido estribillo de no hay dinero, esta una constante que se ha venido acentuando en los últimos tiempos, pero es una falsedad porque ningún Ayuntamiento se puede sostener sin contar con recursos económicos.

Una cosa es que los gobiernos municipales se encuentren debilitados en sus finanzas por el mal manejo de sus finanzas públicas, como escribe certeramente el periodista Miguel Carbonell, quien destaca que de los 2 mil 500 municipios que tiene México, se encuentran en dificultades por los asaltos al patrimonio municipal y los robos impunes por parte de los funcionarios.
En los últimos años, dice Carbonell, las corporaciones municipales han recibido mucho dinero. Miles de millones de pesos sobre cuyo destino no hay ninguna claridad. No obstante, los municipios reclaman cada día más y más dinero de los estados y de la federación, pero no en todos los casos han transparentado su funcionamiento ni han rendido cuentas con la misma determinación.

El anecdotario de los latrocinios o fraudes municipales podría llenar cientos de páginas de la historia de México. Desde el caso de un presidente municipal de Ecatepec, que ganaba más que el Presidente de Los Estados Unidos, mientras que los habitantes de su municipio no tenían calles pavimentadas ni drenaje; hasta los casos de todos los alcaldes que se han construido mansiones en sus pueblos, rodeadas de la más absoluta pobreza.

En Tlaxcala hace unos años el auditor estatal encontró elementos delictivos en la gestión de decenas de presidentes municipales, el funcionario hizo pública toda la información y el resultado fue que no pasó nada. Con frecuencia, luego de haber ocupado una presidencia municipal durante tres años, los presidentes ya se pueden retirar sin ninguna preocupación. Algunos eran taxistas, carniceros o pequeños empresarios. Al terminar su mandato ya ninguno regresa a lo que hacía antes, simplemente porque ya tienen el suficiente dinero para no preocuparse más en trabajar.

Los robos cometidos durante su encargo les aseguraron una vejez dorada y un retiro con seguridad económica. Todos los que pagamos impuestos terminamos alimentando su patrimonio, ilegalmente construido. Es excepcional, verdaderamente inédito, que alguno de sus delitos se castigue, porque la impunidad ha sido la regla inviolada.
Un caso igualmente grave, e igualmente impune, es el irresponsable endeudamiento con que muchos—por no decir todos—presidentes municipales dejan a sus municipios. Se endeudan sin límite pensando que la siguiente administración se hará cargo de cubrir sus pillerías. Existen cientos de casos en México con municipios a punto de quebrar, que tendrán que ser rescatados (aunque ya se dijo que no) por el dinero de los ciudadanos, sin que ningún responsable haya sido llamado a cuentas.

Ante esta situación la pregunta obligada sería porque si los asaltos municipales están a la vista de todos y si sabemos lo mal que están las arcas municipales, ¿por qué no hace se nada?

Más aún, ¿hasta cuándo los ciudadanos seguiremos dejando que nos roben enfrente de nuestras narices sin hacer nada, sin elevar la voz, sin pedir rendición de cuentas y transparencia, sin exigir mayores controles frente a la capacidad de endeudamiento de los municipios?, sencillamente porque no tenemos ni el valor civil ni la cultura de denunciar a los funcionarios corruptos, lo que propicia que éstos se enriquezcan con los dineros del pueblo.

Ciertamente el gobierno federal ha promulgado leyes que tienden, en apariencia, a maniatarles las manos a los funcionarios municipales, pero el saqueo sigue, por lo que cada vez que concluye un trienio o sexenio, sale un enjambre de millonarios nuevos. Y esto es así por la gran ignorancia de los legisladores que promueven leyes que vulneran el espíritu de nuestra constitución, como lo señaló atinadamente el Constituyente de Querétaro al plasmar que el municipio es la expresión política de la libertad individual y la base de nuestras instituciones sociales.
Por ello, el régimen constitucional constituye la base de nuestra democracia como forma de gobierno y la primera manifestación de las voluntades ciudadanas para la designación de las autoridades con las que tiene contacto inmediato. En este sentido, el artículo 115 ordena que no habrá ninguna autoridad intermedia entre éste y el gobierno del estado, lo que significa que el municipio debe tener plena autonomía, lo que no implica necesariamente que tenga que desvincularse de la federación, pero sí le asiste el derecho de rechazar aquellas leyes que reduzcan su independencia o su soberanía.

México tiene un conjunto de leyes que en términos poéticos podría decir que son un monumento a la belleza, pero solamente en la teoría, porque en la práctica son una aberración debido a que no se cumplen y, por consiguiente, las corruptelas se siguen cometiendo con toda impunidad. A este respecto, es pertinente señalar que la Constitución de Los Estados Unidos es más vieja que la nuestra, y cuando mucho se le han hecho dos o tres enmiendas o reformas como se estila llamarlas en México, mientras que nuestra ley suprema que rige desde 1917 se encuentra irreconocible por tantos parches que le ha hecho cada presidente de la República, con el aval de un Congreso sumiso y cómplice del Poder Ejecutivo.

Por tanto, esta columna considera que nuestro país ya está repleto de leyes, leyes que no solucionan nada, que son elaboradas únicamente con el propósito de favorecer a unos cuantos. Lo que realmente requiere México, es que los gobernantes se ciñan a ellas, que tengan la voluntad de cumplirlas, que tengan la voluntad de servir a su pueblo, que actúen con honradez y transparencia en el manejo de los dineros del pueblo, que entiendan que ellos son meros depositarios de los caudales que les confiere la federación que destina miles de millones de pesos para ser empleados en beneficio del pueblo, no para el uso personal del gobernante en turno, ni mucho menos de sus amigos, compadres o familiares.

Así pues, creo que innecesario que trienio tras trienio y sexenio tras sexenio se formulen nuevas leyes que no sirven de nada mientras los gobernantes carezcan de la sensibilidad para aplicar esos recursos en bien de los más necesitados. México, repito, no requiere de más cuerpos legales, necesita hombres y mujeres que en el ejercicio del poder se conduzcan con imparcialidad, que es una de las principales columnas en que se apoya la ética del servidor público, porque por encima de todo está el bien común.