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EL ITACATE: Hay veces que uno como hombre
Por Agustín Almanza
22 / Febrero / 2013
Esa noche la cotidiana tranquilidad de las ergástulas de la preventiva fue ferozmente violentada y sacudida por estentóreos y destemplados gritos de un energúmeno recién arrestado. El obsesivo tema mental de su patente alucinación era el afirmar que todos los policuicos, sus jefes, los militares, los marinos, los sicarios, todos aquellos –en fin- que portaban armas, eran unos culebras, unos cobardes, y que él, él solito, pedía ponerles una patizambisa tremenda en cualquier momento, día, mes, año, hora u segundo, ya que, como ‘supremo conocedor’ de las artes madreadoras del bar <<Shaolín>>, nadie, lo que se dice nadie, lo podía vencer, ni los más perrones de su barrio, el famoso Chiquihuite.
Su somnífera y pedantesca verborrea fue de callar por los honorables huéspedes de aquel motel resort de cinco olores, pero ese atrevimiento resultó contraproducente pues anexó a su teleológico discurso a toso aquellos que andan rodeados de guaruras y, bueno, ni los líderes religiosos se les escaparon
Después de una dantesca chachalaquearía, un guardia, ya hasta el ‘full’ de oírlo, lo agarró de las pocas greñas que tenía –de ahí se dijo después que era un orate con ideas descabelladas- y con tremendo patadón en sus tristes parodias de nalgas, lo envió de golpe y porrazo a su suite, solo que nadie lo quiso como compañero de jaula; lo encerraron aparte y solo.
Al cabo de la media hora, con sus seis minutos y medio, se oyó desde el oscuro fondo de aquél antro un grito: ¿¡Guardias, guardias!? Deben entender que como uno como hombre No terminó la frase-pensamiento aquél protopiteco cuando comenzó una clásica melodía a invadir aquel Olimpo: ¡Todo el Tonaya, esa bebida del mismísimo diablo, salió de su boca en forma de vómito! ¡Todo ese alcohol suicidamente ingerido aparecería en escena!
Y de repente azotó el monigote. Su flácido, enjutó, lánguido y hediondo de cuerpo, caía al suelo, encima de aquél pastel de Baco. Se quedó dormido, como muerto, y así llegó la noche, más tarde.
El silencio comenzó de nuevo, pero todos, todos absolutamente, ya no pudieron conciliar el sueño, según su acostumbrada manera de sentir correr los efluvios de las noches. ¡Tenían que ser infernalmente despertados por aquél machín de barrio! ¡Una pavorosa pesadilla hacía temblar hasta al propio Morfeo! Y es que esa noche, esa méndiga noche, no sería nunca jamás olvidada en los históricos anales de esa barandilla de la municipal. La verdad –se llegó a un acuerdo-, se había manifestado alguien muy malo, muy malo Que hasta yo me tengo miedo, diría al salir libre el malandrín. Por lo cierto que, entre sus pertenencias, se encontró un papel con unas palabras que luego se supo eran dirigidas a él, en el mero día de San Valentín, pero en forma de plegaria al mismísimo Dios –así de delicado el asunto-. Veamos:
Señor, te pido sabiduría para entender a mi hombre; amor, para perdonarlo, paciencia, por sus malos tratos, y, y bondad, para tratarlo. Porque, Señor, si te pidiera fuerzas, mato a ese cabrón a chingadazos.
FINIS TERRAE: ¡Adónde Vamos a Parar!