Vivencias de una costeña Santiagoixcuintlense IV

22 / Febrero / 2013

Por: Emeria Navarro Narváez

En esta época la maestra Petrita me llamó ni más ni menos para que impartiera clases en la escuela de Enfermería ¡Mi escuela! ¡Me llené de orgullo por esta distinción! Al mismo tiempo me sentí con el deber de superarme en todos los aspectos de mi personalidad y por lo pronto sentí la necesidad de capacitarme en el aspecto educativo, por lo que aproveché la oportunidad que me brindó el Director de la Escuela Normal Urbana, Profesor Enrique Hernández Zavalza, para inscribirme en esta institución aún cuando ya corría el curso escolar. Asistí a este plantel de lunes a viernes de 6 a 8 de la mañana y de 16 a 21 horas. En los sábados las clases se ofrecían de 9 a 13 horas, así es que el horario era compatible con el tiempo de mi trabajo, naturalmente que faltaba las tres horas de clases por semana cuando impartía mis clases en enfermería, pero los edificios de la escuela normal, el internado y el hospital, se localizaban en la misma manzana.

Cuando salía de brigada en algún sábado, las cosas se me complicaban, pero tenía un amigo que todavía conservo, que me ayudaba a tomar las clases de dibujo y de música, a cargo del Profesor Francisco Delgado Ramírez Paquín a quien conocí en Santiago, cuando era novio de mi maestra de Kinder y éste me demostraba complacencia por su recuerdos de juventud y porque yo me esforzaba en ser buena alumna. En cierta ocasión, me encontré en el pasillo del internado con el licenciado López García que había sido mi maestro de Psicología y Ética en el internado de Enfermería y me dijo: ¿Que estás de catedrática en ésta escuela? ¿Qué sabes tú? -Ay licenciado, le contesté; sé lo que usted me enseñó, además estoy estudiando en la Normal la ciencia y arte de enseñar que usted no conoce, además ejerzo la enfermería que a usted le es ajena-. Pero, el respondió algo alterado, -yo soy universitario y tú eres una técnica-. -Ciertamente, -le contesté sintiendo el banderillazo-, pero si hay oportunidad algún día de hacer estudios universitarios en Nayarit, también lo seré-.

Este maestro fue muy duro en sus clases, casi no nos permitía hablar, si se nos caí el lápiz del pupitre ya no nos concedía levantarlo hasta que terminara él de dictar la lección. En cierta ocasión nos prestó la revista LIFE para que observáramos en ella aspectos sobre la vida del hombre en las cavernas, pero alguna de mis inquietas compañeras de enfermería involuntariamente le rasgó una página y fue motivo de que amenazo con reprobarnos a todas si no le entregábamos la dichosa revista en buen estado. Como representante del grupo en aquel tiempo, me lancé a buscar una nueva en los expendios de revistas pero se habían agotado éstas, como tenía amigos en la Normal de Xalisco, alguno me recomendó que fuese con el Profesor Bazán y acudí a su domicilio, encontrando solamente a su esposa. Ella captó mi angustia, y se animó a prestarme la revista, sabiendo que el mencionado profesor se enojaría si le descompletábamos su colección. Con mi acostumbrado sentido de responsabilidad seguí indagando, hasta que se me ocurrió escribir a la editorial en México, y un mes después ésta me mando gratuitamente más de 10 ejemplares seriados que incluían todo el tema completo, mismo que entregué personalmente a la amable señora, demostrándole mi agradecimiento.

Mis estudios en la escuela Normal Urbana se me hicieron muy interesantes, aprendí en la materia de Psicología del niño y del adolescente, que el niño es niño, y no se le debe tratar como adulto chiquito, que el ser humano cambia física y psicológicamente durante toda su vida, pero más en las épocas tempranas, que aprendemos de todo, durante toda la existencia, en forma consciente e inconsciente. Me adentré en la historia de México y del mundo, y de capítulos sobresalientes de la Revolución Mexicana y bases de la Paidología. Disfruté de las clases de Cosmografía con el Profesor José Bazán Coronado –ya mencionado anteriormente– observábamos astros y constelaciones, en ciertos días, a las cuatro de la mañana, en un telescopio instalado en el techo de la Normal.

Puse mucha atención en las técnicas para preparar las clases, como motivar y mantener el interés del auditorio, cómo evaluar el aprendizaje y otros aspectos de la educación. Algunos maestros eran los mismos que impartían clases en la Normal de Xalisco, como los profesores Jesús Hernández Rizos ricitos, Manuel Carranza Salazar carranzón, Julio Luis Sánchez Hernández cheto Luis, Crescencio Hernández Gómez Chencho y otros. Desde luego, la mayoría de los mentores residía en Tepic, como el licenciado Pedro Ponce de León ponche de león excelente catedrático de sociología, el ameno Jesús Ruiz Aguilar chucho Ruiz, Sabino Hernández, Enrique Hernández Zavalza, Simón Delgado Ramírez y otros que de momento no recuerdo.

Diariamente me bañaba en la madrugada con agua de la pila en casa de mi tío, con aquel frío que antaño había en Tepic, casi nunca desayuné en los tres años de la carrera y muchas veces no cené porque salía de la escuela a las 21 horas, y entraba al domicilio sigilosamente porque ya estaba dormida la familia, en cierta ocasión, como a las tres de la mañana despertaron todos intoxicados por unas lisas tatemadas que yo no probé, por lo que hube de salir a esa hora, para pedirle a un vecino que me ayudara a trasladarlos de urgencia al hospital que quedaba a tres cuadras –no teníamos teléfono-. En cierta alborada, a mi compañera de estudios, Nancy Valtierra y a mí se nos apareció un hombre completamente desnudo, en la loma, Nancy gritó histérica y yo le dije que corriéramos, llegando a la Normal lo reportamos a la policía.

(Continuará)