EL IV PODER

Por: Juan Fregoso

04 / Marzo / 2013

La caída de Elba Esther Gordillo Morales era algo que se veía venir desde el momento en que Enrique Peña Nieto asumió la presidencia de la República. El derrumbe de la lideresa magisterial del sindicato más poderoso como se ha dicho, no tiene porqué causar tanto alboroto, por la simple razón de que desde la campaña peñanietista se supo que detrás de ésta se encontraba el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, su creador y ahora destructor, porque no es creíble que tal decisión haya procedido del presidente Enrique Peña Nieto, sino de su ventrílocuo, Carlos Salinas, pues el golpe mediático tiene todo el sello salinista y del propio sistema político mexicano.
Así ocurrió cuando Salinas en el afán de legitimarse encarceló al entonces líder petrolero, Joaquín Hernández Galicia La Quina. El llamado quinazo no tuvo otro motivo que sacudirse la sombra del fraude que rondó en las elecciones de 1988, cuando Carlos Salinas contendió contra Cuauhtémoc Cárdenas, cuando se cayó el sistema porque la votación no favorecían al candidato del PRI, de ahí que se tenía que actuar con celeridad para revertir la cifras a su favor.

Posteriormente, una vez que Carlos Salinas asumió el bastón de mando procedió en contra de La Quina, quien supuestamente había apoyado al candidato del Frente Nacional Democrático, antecedente del hoy PRD. Se armó, entonces, una estrategia magistral sembrándole armamento y el cadáver de un agente del ministerio público federal en la propia residencia del ex líder sindical, así con estos elementos la detención de Joaquín Hernández Galicia, cobró tintes de legalidad y Salinas se fortaleció como presidente de México. El ex mandatario se fortaleció tanto que no solamente se convirtió en el presidente más respetado y temido por los mexicanos, sino también logró sorprender a otros países, particularmente de Estados Unidos, con quien logró consolidar el famoso Tratado de Libre Comercio, que terminó por dar al traste fundamentalmente con el campo mexicano, desde entonces Carlos Salinas se ha caracterizado por su audacia y falta de escrúpulos; Salinas es un maestro en hacer y deshacer personajes políticos, se puede afirmar que es su hobby que consiste en darle el todo el poder a su víctima para luego quitárselo con malévolo placer.
Hoy, le tocó el turno a la cacique del SNTE Elba Esther Gordillo Morales, a quien se le imputan diversos delitos como el de asociación delictuosa, desvío de recursos procedentes de las cuotas de los maestros y los que vayan surgiendo en el curso de la investigación a que está sujeta. Si la maestra es culpable o inocente, esto sólo lo podrá determinar la autoridad judicial, una vez que se lleven a cabo todas las fases procesales, pero en estos momentos en que se encuentra prisionera se debe respetar el principio de presunción de inocencia hasta en tanto no se demuestre lo contrario, por lo que hasta hoy se debe considerar como simple indiciada.
Pero esta columna no pretende juzgar a la lideresa magisterial, ya que eso le corresponde única y exclusivamente a las autoridades judiciales. Aquí lo que se cuestiona es que si con la aprehensión de Elba Esther Gordillo la calidad de la educación va a mejorar con su sustituto, ya que como es sabido México va enganchado en el cabús de la educación, esto es una verdad irrefutable, demostrada estadísticamente, de ahí pues, que la detención de Gordillo Morales pase a un segundo plano, es decir, México no quiere golpes mediáticos o distractores como la captura de la maestra, sino lo que se anhela es avanzar en la calidad educativa y esto no se logra con este tipo de maniobras, sino con estrategias políticas de otra índole, por lo tanto, la detención de la Gordillo no abona en la optimización de una educación moderna y eficaz, a lo más que coadyuva es a fortalecer el presidencialismo mexicano.

México no requiere chivos expiatorios sino una educación y modernización reflexiva, en que los docentes estén debidamente capacitados para preparar a sus alumnos, puesto que la enseñanza que reciben es tan pésima como desastrosa. La escuela está convertida en una especie de estación fantasma, es decir, un lugar donde es necesario acudir pero que expide certificados o títulos que no conducen a ninguna parte.

En esta lógica, cuando se despierte del sueño de la rutina de la investigación y abra los ojos, se planteará de manera inquietante la cuestión más general del futuro de la formación, ante el cambio del sistema de la sociedad de trabajo, y le caerá un alud de cuestiones, cuya evidente urgencia sólo parece ser superada por su irresolubilidad. ¿Cómo modifica propiamente la situación del paro masivo al sistema educativo? ¿Qué consecuencias formativas pueden derivarse del tránsito de la subocupación? ¿Cómo se decidirá la carrera entre los esfuerzos de reforma de la tecnología de la información en el campo de la formación y las nuevas generaciones tecnológicas que precisamente tornan superfluas aquellas reformas? ¿Resulta vigente en esta situación la referencia ocupacional o se tiene que abandonar definitivamente porque resulta que no se puede llevar a cabo?

Así pues, es inevitable plantearnos la primera cuestión mastodóntica, porque es evidente que la mediocre educación que se imparte en México ha modificado radicalmente la situación de los itinerarios instructivos. El fantasma de la insuficiencia educativa ronda hasta por los castillos, hasta ahora medio sólidos del empleo, de la educación superior (Medicina, Derecho, Ingeniería, Economía, licenciaturas). Los itinerarios instructivos orientados a la profesión, cuando su futuro profesional se torna más oscuro, modifican esencialmente su sentido, incluso aunque se mantengan igual sus contenidos curriculares.

Ello puede permanecer escondido para los planificadores e investigadores de la educación, en el gran saco de las discrepancias entre formación y ocupación, e incluso puede permanecer oculto para los docentes ( a caballo entre la titulación y el trabajo), pero no para la juventud que más tarde, al dejar el sistema educativo, encuentran las puertas cerradas del sistema del empleo, lo que anticipan de manera autoconsciente mientras están en las aulas. Esto quiere decir que por la irrupción externa del mercado de trabajo son dañados o destruidos los fundamentos del sentido, de carácter inmanentemente formativo, de la instrucción con referencia ocupacional.
El futuro profesional anticipado—y aun no existente—, esto es una variable irreal, efectúa una modificación radical de la situación en el sistema educativo. Las personas jóvenes permanecen más tiempo en la escuela, y eligen frecuentemente una formación complementaria para evitar la desocupación. Sin embargo, cuanto más tiempo permanecen en la escuela, más les parece la instrucción una pérdida de tiempo, en relación a su aspiración inmanente a un futuro profesional. Tal vez algunos redescubrirán su deseo de educación. En tanto que dispositivos institucionales, las escuelas resultan instalaciones para la conservación, salas de espera, que ya no pueden realizar la tarea que tienen atribuida de una cualificación profesional. Como corresponde a ello, la autoridad de los profesores se daña, y los planes de enseñanza y los contenidos curriculares, orientados profesionalmente, resbalan a la irrealidad.
Así pues, se podría decir, sin que resulte una exageración o una agudización insignificante, que las porciones del sistema educativo afectadas por la desocupación parecen encontrarse en una estación fantasma, a la que ya no llegan los trenes según su horario. Sin embargo, todo sucede según los antiguos patrones. Quien quiera partir—y quien querría permanecer en casa cuando permanecer en ésta significa la pérdida del futuro—tiene que ponerse en una cola para las ventanillas donde se dan billetes para trenes la mayoría de los cuales frecuentemente están llenos o ya no llegan al destino indicado. Como si no sucediera nada, los funcionarios de la educación, detrás de las ventanillas, despachan los boletos, con gran aparato burocrático, a ninguna parte y profieren la amenaza a las personas que están en la fila para formarse. Esto quiere decir, en una palabra, que aquellos que logran abordar el tren y conseguir un boleto—título—de nada les sirve, porque no son más que profesionistas zombies, salidos de una escuela que los medio preparó para ingresar al mercado de la desocupación, luego entonces, ¿de qué sirvió permanecer tanto tiempo en las aulas?