REDESCUBRIENDO: Elba Esther Gordillo: Adicta a la Brujería y al Vudú.
Segunda Parte

Por: José Miguel Cuevas Delgadillo

05 / Marzo / 2013

Seguimos reproduciendo el fragmento del libro: Los Brujos del Poder del periodista José Gil Olmos, correspondiente a la vida religiosa de la Maestra Elba Esther Gordillo. Que lo disfruten.

Durante la segunda lectura, le dijo que era un sacrilegio para su religión lo que le iba a decir porque se trataba de trabajos infernales con un alto nivel de complicación, porque su alma iba a quedar comprometida. Completamente asombrado, le aseguró que veía que a ella no le importaba lo que se le estaba diciendo. La segunda figura que los caracoles formaron fue la melena de un león, ante la que, según nuestro testigo, el lector dijo: Se trata del trabajo más peligroso del vudú, el sacrificio de un león vivo. Dijo que eso no era el problema sino lo que vendría después: que viviría sujeta a la vida de un animal, que no tendría una vida de raciocinio sino de instintos y que cada día que pasara eso iba a ser más fuerte. Y aventaba los caracoles y se formaba la figura de una persona rara, con una especie de penacho. Era el brujo. En otra ocasión se formó una especie de montaña y en la última tirada se reflejaba un mandril. Fue cuando dijo que sabía dónde era: Badashat, el santuario de los brujos del vudú, los más poderosos y apegados a lo oscuro, los únicos que podían hacer el trabajo con un león. Entonces repitió que se trataba de algo muy peligroso. Al terminar la última lectura, asombrado, quiso tocar a la maestra, explicando en un español muy malo y en un inglés pésimo, que quería tocarla porque en los caracoles no se veía reflejada su alma. Su cuerpo estaba vacío, aseguró el lector de caracoles. Después de recibir esta información el grupo contrató un guía y se trasladó a Nigeria. Llegaron al lugar indicado al amanecer, mientras tenía lugar un ritual. Era un conjunto de bohíos sobre un terreno lleno de barrancas, donde vivían unas 100 personas en absoluta pobreza. Cuando llegamos, el intérprete que venía con nosotros se comunicó con un ayudante del brujo. Fue muy interesante porque te das cuenta que entre la gente que se dedica a la brujería, cuando son los mejores, no preguntan mucho sino lo esencial. El ayudante le fue a decir al brujo que había unos clientes, entonces el brujo salió, se trataba de un hombre negro, pequeño, desdentado, flaco y viejo, con las manos delgadas, las orejas con aretes, una especie de penacho en la cabeza y una suerte de bastón. Lo primero que nos preguntó fue si el trabajo que queríamos hacer era para el jefe de nuestra tribu. Y pues sí, era para que el presidente de la República no le hiciera daño a la maestra. El trabajo costó alrededor de 45 mil dólares, asegura el ex colaborador de Elba Esther y del SNTE.

El brujo preguntó simplemente si el color de los ojos del jefe de nuestra tribu era café. Eso fue todo. Cuando la maestra le contestó, el brujo dijo —a través del intérprete— que iba a tardar un día en cazar ese tipo de león, que debería ser un macho, activo en la procreación y que hubiera pasado ya un 70% de la vida, debería, dijo también, tener la dentadura completa. Explicó que el animal iba a ser torturado y degollado, para que no muriera rápido, y que en el momento de ser desollado trataría de transportar todo su coraje, toda su energía hacia Elba Esther Gordillo. El brujo le dio a la comitiva algunas indicaciones y los citó al siguiente día, cuando el sol se estuviera ocultando. Al día siguiente nos presentamos siguiendo las instrucciones que nos había dado: que Elba Esther no se bañara, que no dejara caer un solo cabello y que trajera un cambio de ropa. Le dijo que si estaba reglando trajera con ella la toalla porque la iba a necesitar. Cuando llegamos había como diez personas sacrificando al león y vimos cómo el brujo clavó un cuchillo en el ojo del enorme animal. En ese momento comenzaron a quitarle la piel entre todos, de una manera sorprendente, la pusieron sobre una piel de vaca y recolectaron la sangre.

Inmediatamente después, metieron a la maestra en una choza de paja y barro. Sin quitarle ni la blusa ni los shorts, le empezaron a untar los testículos del animal, las vísceras y la sangre, le amarraron la piel de la fiera y con las pezuñas le dibujaron diversos signos, todo esto en medio de muchos cánticos. Afuera se escuchaban los gritos de diversos animales, que nos dijeron eran mandriles. Una hora después, el brujo se caía de cansancio, parecía como si se le hubieran ido las fuerzas; se tenía que ayudar de un bastón para pegarle a la piel del león. El ritual consistía en transmitirle la fuerza del león a Elba Esther, tal vez no lo quieran creer, pero lo que se veía ahí era una transformación asombrosa. No se veía a una mujer desvalida, como llegó, sino a una mujer más fuerte. Esta parte del ritual duró cerca de una hora, después la colocaron junto a la pared y la levantaron, poniéndola en una especie de pedestal donde no tocaba el piso. Debajo de sus pies pusieron diversas figuras de barro negro y hierbas. Le pidieron que agarrara fuerte una de las fotos del presidente Zedillo, que la abrazara y que dijera siete veces lo que deseaba. El brujo estaba muy excitado, no dejaba de bailar, daba pasos cortos para atrás, para adelante y hacia los lados mientras cantaba. Ella se desmayó y así estuvo como una hora, sostenida de los brazos, con la piel del león amarrada al cuerpo. La sangre y las vísceras que caían al suelo se las volvían a embarrar. Era una mezcla de sangre, vísceras y lodo que olía espantoso y que atraía una cantidad impresionante de moscas, todas las cuales se posaban sobre la zalea del león, en cuyo hocico estaba la toalla sanitaria de la maestra. Cuando despertó, Elba Esther intentó rezar, pero el brujo la abofeteó, le gritó reclamándole. Ella se enojó y también comenzó a gritarle, tratando de quitarse todo de encima. El brujo le agitó un manojo de yerbas en la cara y ella se volvió a desvanecer. Minutos después la maestra reaccionó y, en el momento en que la bajaban y le quitaban la piel de león, trató de limpiarse la sangre y el lodo, quiso borrar los signos que le habían puesto en la piel pero no pudo y comenzó a preocuparse. El intérprete nos dijo que era mejor que no tratara de quitarse nada, que el espíritu del animal ya se le había pasado y que dejara los círculos, triángulos, flechas y demás figuras que le habían hecho en la parte superior del cuerpo con la pezuña del animal. Ya después se las quitaría todas.

Todo duró como unas cuatro horas. Cuando terminó el ritual el olor era nauseabundo, insoportable. El brujo tomó una actitud de burla, se reía de nosotros. A través del intérprete le dijo a ella que no tenía idea de lo que le iba a costar esto, que no se trataba de dinero, sino que iba a pagar con lo que más le iba a doler, con lo más querido. La instrucción del brujo —continúa el excolaborador del magisterio— era que tenía que dejarse un día completo las vísceras que le habían embarrado y atado en los dedos, las manos y las orejas. Le dijo que no se preocupara porque después de un día se le iban a borrar solos. Y así ocurrió, al día siguiente ya no tenía nada, como si los hubiera absorbido todos. Lo que asombró más a los acompañantes de la maestra Gordillo fue que, varias horas después del ritual, recibieron una llamada en el teléfono satelital que habían rentado previamente. Era de la secretaría particular de la presidencia, quien dijo que el presidente Zedillo quería hablar con la maestra. Según lo que ella misma nos contó después, el presidente le dijo: ‘¡Güerita hermosa! Necesito hablar contigo’. El hechizo de transmisión de poder del león empezaba a funcionar. Hasta la próxima. redescubriendo@hotmail.com