EL IV PODER: El nuevo PRI se alejó de sus orígenes revolucionarios

Por: Juan Fregoso

06 / Marzo / 2013

Integrar una militancia inteligente y razonada. No queremos rebaños que van y vienen, queremos convencidos. Estas fueron las palabras que virtió en 1964, el entonces presidente del Partido Revolucionario Institucional, Carlos Alberto Madrazo, cuando este instituto político se llamada Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y, que finalmente, a iniciativa de Lázaro Cárdenas adoptó el nombre con el cual se le conoce actualmente.

Durante todo este trayecto el PRI fue cambiando la dinámica de sus estatutos de acuerdo a las circunstancias que los tiempos le fueron exigiendo, sin duda, es un proceso natural de todos los partidos políticos. Así, en la declaración de principios de 1984, el PRI consigna, entre otros puntos los siguientes: Es una organización política de mexicanos comprometidos con la finalidad histórica de construir, por la vía del nacionalismo revolucionario, una sociedad libre e igualitaria, caracterizada por la democracia y la justicia social.

Concibe la Revolución Mexicana como un proceso vivo, de contenido nacionalista, democrático, popular y antiimperialista; y enfatiza que el Estado Mexicano existe para que ninguna de las clase sociales pueda oprimir a los demás ni sobreponerse a la nación; que el Estado surgido de la Revolución no es un Estado liberal limitado a la conservación de la paz interna y el orden jurídico, sino que está obligado a cumplir el programa de transformaciones sociales que contiene la Constitución; que en todos los casos será la voluntad mayoritaria la que preserve o modifique las instituciones; que el sistema de economía mixta establecido en la Constitución es expresión de la ideología de la Revolución Mexicana, y toda una serie de principios que por cuestiones de espacio no es posible señalarlos en esta columna.

Se aprecia, pues, que el PRI—que este 4 de marzo cumplió 84 años de existencia—recogió los valores que le heredó la revolución mexicana. Este columnista siempre ha sostenido que los postulados priístas son positivos, lo malo que con el transcurso del tiempo se han ido deformando en aras de su modernización, una modernización que alcanzó su máximo esplendor bajo la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, quien en el afán de proyectar al partido como un modelo a seguir acabó destruyendo los sólidos cimientos construidos por sus antecesores.

Salinas masacró el espíritu de los principios originales del partido, y de popular y antiimperialista lo transformó en un organismo político antipopular y antidemocrático como quedó demostrado en las elecciones de 1988 en que la voluntad mayoritaria no fue respetada, al mismo tiempo, convirtió al PRI en un satélite de EU, o lo que es lo mismo, proimperialista, es decir, entregó buena parte del país al coloso del norte, a través del famoso Tratado de Libre de Comercio, con el cual el ex presidente pretendía colocar a México entre los países del llamado primer mundo. Los resultados de dicho Tratado están a la vista; un campo en la miseria, empresas en bancarrota que terminaron cerrando ante la imposibilidad de competir con el gigante de Norteamérica, amén del criminal aumento de pobres que se quedaron sin empleo, y como consecuencia, se vieron obligados a emigrar justamente a nuestro país vecino en busca de las oportunidades que les canceló el Tratado de Libre Comercio.

Sin duda, esto contribuyó a que el PRI perdiera por primera vez la presidencia de la República, en 2000 y en 2006, frente a un partido que finalmente vino a demostrar su incapacidad de gobernar. En este sentido, es importante señalar que los errores son lecciones que deben aprenderse muy bien para no volverlos a cometer. Sin embargo, todo parece indicar que el PRI no aprendió esa lección, puesto que, en vez de sacar partido de sus yerros, parece estarse deslizando por el mismo tobogán que lo llevó a la derrota y lo mantuvo fuera del juego durante doce años.

Por tanto, no se puede hablar de justicia social cuando bajo la férula del presidente, Enrique Peña Nieto, quien supuestamente encabeza un nuevo PRI, pretenda imponer el IVA en alimentos y medicinas, es obvio pues, que desde esta perspectiva el PRI se salió nuevamente de las coordenadas de la revolución mexicana. Con esta postura el PRI ha dado un giro de 180 grados, esto es, un giro radical en sus postulados, sin importarle el daño que se ocasionará principalmente a las clases más humildes al aplicar el IVA a los alimentos y medicinas, sobre todo, en éstas, porque de por sí actualmente los medicamentos se encuentran por las nubes, ¿cómo un obrero que gana entre 50 a 60 pesos podrá adquirir un medicamento?, es una barbarie, un golpe criminal a los raídos bolsillos de la clase trabajadora y es un acto de insensibilidad del gobierno peñanietista, al que pueblo de México le dio su confianza, creyendo ingenuamente que sus condiciones de vida mejorarían con el cambio de estafeta.

Pero no solamente el IVA constituye una amenaza para los pobres, porque el nuevo PRI también tiene en la mira la privatización de Pemex, una medida a todas luces contrarrevolucionaria, que de llevarse a cabo, el petróleo volvería a las manos de los gringos y de unos cuantos mexicanos privilegiados, pero lo más grave, esto traería la pérdida de la soberanía nacional, aunque el gobierno federal lo niegue.

En este contexto, los cambios en los documentos básicos del PRI, persiguen concretar en los hechos estas medidas antipopulares, por lo que los gobernadores y legisladores priístas tiene luz verde para proponer o discutir estos temas vitales para la nación mexicana, y todo indica que no habrá marcha atrás, al contrario, no hay la menor la duda de que la propuesta será aprobada en corto plazo en perjuicio de los que menos tienen, o para decirlo con mayor exactitud, los que nada tienen.

La prensa nacional ha difundido, entre otras cosas, que para este año el PRI se constituye como coadyuvante en la labor de gobierno, en el contexto de un estado eficaz. El actual Programa de Acción priísta contiene las líneas básicas del programa de Enrique Peña Nieto; la aprobación de los cambios se realizó a mano alzada, en un evento al que asistieron más 15 mil personas pero sólo 4 mil 200 eran delegados con derecho a voto, y la presentación de los resultados y la votación se llevó a cabo en un tiempo record de cuarenta minutos, es decir, fue un proceso hecho al vapor, sin analizar los pro y contra que implica esta medida.

Por otra parte, es importante mencionar que entre los principales cambios a los documentos básicos, destaca la posibilidad de que los priístas puedan aprobar el cobro generalizado del IVA, incluyendo alimentos y medicinas, así como permitir la entrada de capital privado en algunos sectores de Pemex, por supuesto que ese capital privado provendría de las empresas transnacionales y otro tanto de los ricos de Forbes.

Así pues, en materia de impuestos, el cambio consistió en la eliminación del enunciado de que el PRI defiende la economía popular y no aceptará la aplicación del IVA en alimentos ni en medicinas, principio que se encontraba en el artículo 154 de su Programa de Acción desde hace dieciocho años. En consecuencia, la supresión de esa frase o precepto supone que los priístas estarán en plena libertad de proponer y discutir el tema, de cara a la reforma hacendaria anunciada para este año. El PRI, que antes se erigió como férreo defensor de los intereses del pueblo, finalmente cayó en contradicciones al modificar sus estatutos y lo que le regateó al gobierno opositor, paradójicamente hoy se prepara para llevarlo a la práctica de manera arbitraria. Así las cosas, México sigue la política del gatopardismo, cambiar para que todo siga igual, aunque en este caso, será para empeorar la situación de la economía de los mexicanos.