Líneas: Entrevista al Prof. Antonio Gallardo Villela (El Guarino)
(Primera parte)

Por: José Ma. Narváez Ramírez.

14 / Marzo / 2013

Un nayarita (santiagoixcuintlense) mejor conocido por la vieja y nueva guardia en los medios deportivos, magisteriales y políticos como El Guarino, es el profesor Antonio Gallardo Villela, quien amablemente aceptó -por fin- una entrevista en los medios.

Líneas (L).- Vamos empezar por aquellos días en que saliste de tu tierra natal, Santiago Ixcuintla, después de haber cursado el ciclo de estudios como alumno de la Escuela Secundaria Federal No. 26.

Antonio Gallardo Villela (AGV).- Efectivamente, saliendo de mi querido terruño, me fui a la capital de la República y me inscribí en la Escuela Vocacional del Instituto Politécnico Nacional, con la intención de estudiar Arquitectura, pero por mi incipiente rebeldía juvenil, me dio por pertenecer a grupos –no de choque- sino que podrían llamarse guerrilleros y esto fue lo que me causó algunos problemas que, por razones de seguridad, me hicieron abandonar el DF y me regresé a Santiago. Y estando en mi ciudad natal, no se me quitaba la idea de pertenecer a un grupo guerrillero, e iba nuevamente a México a tratar de inscribirme otra vez –después de estar un tiempo en Santiago- en aquella escuela Vocacional, cuando me encontré con todo respeto al gran maestro Trinidad Alcántar Maldonado, y me dijo que había platicado con mi padre don Zenón Gallardo, y que le comentó que andaba medio loco con esas ideas en la cabeza, ¿Por qué no entras al magisterio? –me preguntó-. No –le contesté- yo le agradezco el consejo. (Ya había comprado mi boleto en la terminal de Tres Estrellas de Oro, que estaba por la Zacatecas y Zapata, aquí en Tepic, y ahí me vio en la Sección 51, extraordinaria y combativa, que estaba enfrente de dicha terminal, ahí me dijo que me afilara a ella y me quedara como maestro). Me negué y al final de cuentas me presentó al Profesor Maximino Hernández Escanio, que me conocía y trataba, a pesar de mi juventud, por la cuestión de las Misiones Culturales, en las que se barajaban los nombres de Felicia Montero y el propio Aguilera Dorantes, y Chimino me comentó que conocía mi participación en estas actividades y de buenas a primera me dijo: Vas a ser maestro.
Y ahí mismo me dieron mi nombramiento y así fue como me inicié en el magisterio.

(L).- ¿Y dónde iniciaste este nuevo giro en tu trayectoria?
(AGV).- En la Escuela Juan Escutia, de Santiago. Era una escuela prácticamente despreciada por la sociedad misma, le pusieron el calificativo de la cherada, como yo era un gran deportista –con toda la modestia del mundo- me interesó sobremanera sacar de ese ambiente en que trataban a ese plantel, y al poco tiempo fuimos campeones de voleibol en las tres categorías: mayores, medianos y menores (de las mujeres) ganándole al equipo de la Eduardo Martínez Ochoa (EMO) y al de mujeres de la Escuela Juana de Asbaje.

Después de 8 años de trabajo en la Juan Escutia, pensé que el problema de los alumnos que entraban a la Secundaria, era muy marcado tanto para los hombres como para las mujeres, porque venían de escuelas o bien para alumnas o bien para alumnos, y para ambientarse entre ambos perdían mucho tiempo, y entonces me nació la idea de proponerle a una gran maestra, directora en aquel tiempo, Rosa del Carmen Navarro, de Acaponeta, para que hiciera mixta la Asbaje, y se hizo un concurso para que participarán maestros, entonces le entramos –en paz descansen- Jorge Efraín Altamirano Rojas y Francisco Gómez Sánchez –Paco-, y yo, que gané el concurso, y me quedé en esa escuela.

Ahí fue donde inicié una gran labor, empezando con llamar la atención de los padres de familia para que las niñas observarán algunas reglas de comportamiento, como sentarse adecuadamente, -muy descuidas- al igual que las maestras; imaginé que era un acto reflejo y me dio un poco de trabajo hacer que obedecieran algunas compañeras, al grado de que se convencieron que era necesario modificar algunos rasgos de conducta. Me tocó Cuarto Año, y fue una dura prueba que superé en cuanto no a la morbosidad sino en lo que corresponde a comportamiento; teníamos que modificar las costumbres para que la directora Rosario Charo Cayeros, entendiera que era necesario una escuela mixta bien disciplinada.

En aquel tiempo eran maestras de IV Año: Consuelo Tarabay, Teresa Narváez Delgado y yo el otro Cuarto, pero lo curioso es que como no me veían con buenos ojos, porque les arrebaté la Dirección de la Delegación, con maestros jóvenes, eso le dio mucho coraje al grupo que detentaba en el poder en ese tiempo, a Trini Alcántar, a Maurilio, a Lupe Moreno, a Chelo Tarabay, a las Frías a todos ellos Y entonces formaron a todos los alumnos de IV Año, y la primera en escoger a la hija de fulanito, perenganito y zutanito fue Consuelo Tarabay, luego Teresa Narváez, y a mi me dejaron supuestamente lo peor, y les expliqué a mi manera que era conveniente que las alumna pensaran que eran tan buenas como las mejores y logramos en aquel tiempo primer lugar en puntualidad, en aseo y en aprendizaje. Hacíamos las cosas en serio, no era asunto de inventar las calificaciones: O estudias o estudias. Pero una cosa que me dolió bastante fue ganarle nuevamente a la escuela Juan Escutia, con las alumnas de la Asbaje, porque allá me había iniciado. Pero en ese tiempo se muere mi primer hijo que nació precisamente el día de mi santo, el 13 de junio, falleció el 7 de mayo, y entonces yo ya no quise estar en Santiago y a ley de los míos me vine a Tepic, cuando no quería el sindicato que estuviera aquí por el antecedente acaecido en Santiago. Tuve muchos problemas aquí en la capital del estado, venía con miedo, porque me decía que en Tepic estaba lo mejor de lo mejor del magisterio, entonces fungía como Secretario General de la Sección 51, -de la gloriosa y combativa Sección 51, que en ese entonces no tenia nada que ver con la 49- estaba Maurilio Gutiérrez Aguirre, el fue el que me cerró las puertas; incluso hasta le tuve que insinuar que nos diéramos de cabronazos, porque yo me pensaba quedar con el puesto a como diera lugar, y no me dejaban entrar; entonces me mandó José Amador Gil a la Normal, como jefe de escolaridad –porque era un manejo de calificaciones- aprobaban y reprobaban indiscriminadamente para tener los famosos grupos de choque, era Director de la Normal Enrique Hernández Zavalza, al que yo guardó respeto. Entonces no me dejaban entrar –yo podía entrar por la puerta grande, estaba Julián Gascón Mercado, Luis Estrada (Magistrado), Adolfo López Romero (pariente, de tesorero)- y yo quería entrar por la vía sindical, como era mi forma de actuar, entonces me mandaron a la Penal, ahí fundé la Escuela Damián Carmona, con bastante agrado de los muchachos, los reclusos, me quisieron bastante, yo tenía el regalo de tres vacas al año, del señor David Cayeros, de González, era cuando comían realmente lo que debe comer todo ser humano, organicé peleas de box, conferencias del PPS en aquel tiempo, del PRI, llevé a sacerdotes y a una monja para que dieran pláticas a los reos, y total me querían mucho. Ahí me di cuenta de que realmente la cárcel sí come gente Era un abuso tremendo Si estaba construida para 700 presos ahí hacinaban 900 o más Ahí supe lo que era la bazofia el caldo de oso que daban a los presos, era un perol todo chocloso, lleno de huesos que les regalaban en las carnicerías y ahí les preparaban el caldo Salvo aquellos que tenían parientes o amistades con dinero y les llevaba comida, por decir, sana.

En ese lugar tuve una experiencia muy importante para mi vida, fui con el profesor José Amaury Gil, que era el titular de Educación Pública, que se llamaba antes Secretaría de Educación Pública, y le dije que creía que haber cumplido mis pretensiones en la Penal, déme chance de manejar una escuela primaria –le dije- y me mandó a la Escuela Club de Leones, que se llama Miguel Hidalgo y está por la Iglesia de Fátima, ahí por toda la México, enfrente de lo que era antes el 47, llegué, me presenté -para esto ya estaba Flores Curiel como gobernador- ante el director, el que de muy mala gana me preguntó: De modo que usted es Antonio Gallardo Villela Sí –le contesté- . Bueno dijo, voy a comer. (Porque era director de los dos turnos y era una persona muy ignorante, pariente político de Trini Alcántar, su esposa era Geña).