Líneas: El arroyo de El Caimanero

Por: José Ma. Narváez Ramírez.

05 / Abril / 2013

Hace más de setenta años pasábamos este arroyo denominado El Caimanero antes de llegar al cerro de El Tesorero, camino a Yago, para detenernos a descansar y surtirnos de agua en el ojo del manantial llamado Los Aguacates que está concesionado a mi nombre por cien años a partir de Septiembre de 1946, por órdenes del Presidente de la República en aquellos años, don Manuel Ávila Camacho, pero que con argucias leguleyas propias de los aguadores de Las Lomas, sigue siendo explotado por ellos. Pero eso lo dejo a su conciencia, que la mía está tranquila.

Les decía que aquel paso por el arroyo del Caimanero se hacía en tiempo de secas a través de un vado, y en época de aguas este brazo se hinchaba de lado a lado de los bordes naturales que lo contenían y se infestaba de caimanes, algunos de gran tamaño que gustaban de retozar en la curva de la carretera a Estación Yago, cobrando algunas víctimas por temporada, ya que los indígenas en su paso a Santiago, llegaban a bañarse y lavar su ropa, situación que era aprovechada por los reptiles para llevarse a los bebés en crianza.
Los indios se desesperaban por esta mala acción y se vengaban de los caimanes cuando las hembras al término del acto sexual quedaban laxas volteadas boca arriba mientras el macho se retiraba, llegaban ellos las violaban y acto seguido las hacían pedacitos con el machete
Muchas veces los camiones que hacían el servicio de corridas Santiago-Yago y viceversa, quedaban varados en el lecho del arroyo o pernoctaban en este último destino, al que llegaban por la tarde y se regresaban en la mañana del día siguiente. Era este primer recorrido un viaje de aproximadamente una hora llena de peripecias y múltiples experiencias porque en aquellos tiempos había muchos armadillos, conejos, patagonas, patos, garcetas y no pocas veces veíamos un venado desvalagado que a esas horas pocas ocasiones le perdonaban la vida los chóferes que llevaban su conqué para protegerse de los aleves ladrones que gustaban de asaltar los caminos

Era una romería hacer el recorrido a Yago, ya que al salir de la carretera panamericana, se llega al crucero del Capomal, que conduce a la estación y la carretera era de las llamadas de terracería, llenas de lodazales y baches como los que presentan las de ahora en el trayecto a los poblados más alejados de la cabecera, en el municipio de Santiago.
Don Librado era un viejo trabajador de la Secretaría de Obras Públicas, y estaba encargado de contar y apuntar el número de carros que transitaba por aquel camino para a ver si llenaba los requisitos que se necesitaban para meterle asfalto y más adelante un puente sobre El Caimanero. Don Pepe (mi señor padre) se hizo muy cuate de don Librado y conocía sus aficiones sobre el tequilita, así es que en poco tiempo ya lo había conquistado, y apuntaba hasta de más los carros que pasaban. Por lo que los informes que elaboraba para enviarlos a la Secretaría, iban alteradillos, pero no había fijón porque no contaban con supervisor en turno. Así es que se aprobó la construcción de la carretera del crucero de Yago y se vislumbró edificar el puente del Caimanero, pero fue hasta unos años más tarde que se realizó esta obra y pudimos pasar por encima del arroyo en una de las pipas que utilizaba mi padre para transportar el agua a Santiago. Todavía de arriba del puente veíamos a los grandes ejemplares de los reptiles retozar sobre las aguas del afluente del río.

La vegetación era muy abundante y variada, el paso por los manantiales de EL Tesorero estaba adornado de tabachines de diversos follajes que floreaban profusamente, había una gran laguna que se formaba por la gran cantidad de agua del manantial, y rebosaban los cafetos y trompetas, así como árboles frutales de varias especies. Don Pepe construyó lavaderos para que las señoras fueran a lavar la ropa y no les cobraba un centavo, pero al encargado de cuidar las instalaciones se le hizo fácil poner una tarifa simbólica y las pizcaba, cosa que aprovecharon los aguadores para acusar a mi padre ante la Secretaría de Recursos Hidráulicos, para quitarle la mitad del manantial.

Hoy, pasa la flamante carretera internacional frente a este maravilloso lugar, pero el puente sigue siendo el mismo, aunque se ha anunciado que se construirá uno nuevo acorde con la época, pero primero se construyó el de Acaponetilla (un pueblo nuevo comparado con la estación, y el de El Caimanero parece que sigue esperando turno Cuenta la leyenda que por las noches aún se escuchan los rechinidos de una vieja carreta deambulando por el terreno del manantial Del que decía don Alejandro Gascón Mercado, que daba la mejor agua del mundo
Control Señores Control Ojala y no se caiga de vetusto el puente y los espíritus de los caimanes no se traguen a los sobrevivientes Porque la verdad ya son muchos años, los que pesan y pasan por esta carretera a Yago, de mis ayeres
311- 145 18 81