EL IV PODER: El Chacalillas y Bertha Rodríguez se perfilan para presidenta y diputado

Por: Juan Fregoso

18 / Abril / 2013

En la carrera hacia la presidencia municipal como a la diputación local, la lista de pretensos es tan extensa que llenaría varias columnas. Por ello, al no contar con el espacio suficiente para hablar de las cualidades de cada uno de ellos trataré de ir poco a poco resaltando los nombres de algunos que ya se truenan los dedos porque acabe este trienio para dar el salto a la silla presidencial.

Entre los más fogosos aspirantes figuran el folclórico Javier Cosío Mayorquín y la filántropa, Bertha Rodríguez Reynaga, actual diputada por el XVIII distrito electoral, al cual jamás ha visitado ni siquiera para enterarse del estado en que viven los acaponetenses, mucho meno los indígenas que habitan la selva huajicorense, a la legisladora de extracción priísta le vale gorro cómo vivan esos pueblos alejados de la civilización y, que por lo mismo, nunca sabrán qué es el progreso ni vivir decentemente, porque doña Bertha tendrá que rentar una avioneta para llegar a esos selváticos lugares, pero no tiene hígado para hacerlo, al fin que, prácticamente ya va de salida. Lo que parece pasársele a la distinguida dama, es que su corazoncito late por llegar a ser huésped de la vieja casona de la calle Morelos, de tal suerte que si de veras tiene la firme intención de saborear las mieles—aunque también las hieles—que emanan de la presidencia, entonces tendrá que trabajar duro y macizo, si es que no quiere irle diciendo adiós a sus viejas pretensiones.

Mientras que Javier Cosío, que siempre ha soñado con sentarse en la silla presidencial, es un cacique que no le da agua ni al gallo de la pasión. El Chacalilla cree que en esta ocasión la revolución le hará justicia, pero bien haría el señor del Llano de la Cruz, en pulsar el sentir de la gente, sobre todo de la periferia de la ciudad en donde el agua sigue escaseando aunque él diga todo lo contrario. Si escuchara los agrios comentarios que en esos lugares se hacen en torno a su persona más le convendría no estarse atormentando con esa especie de onanismo mental.

Con todo, en los círculos políticos se especula que la mancuerna ideal para contender en los comicios del 2014 son nada más y nada menos que don Javier para diputado—eso dice la gente, pero Javier quiere la grande—y doña Bertha para presidenta municipal; dos priístas de cepa, cabales y honrados, incapaces de mentir, tanto que están dispuestos a someterse al detector de mentiras. Los dos no se atreverían a tomar un solo centavo del erario público, porque si algo les sobra, es precisamente lana, pero no crea usted que para satisfacer las necesidades del pueblo, sino las de ellos, aunque en estos momentos se llenen la boca diciendo que si las condiciones les favorecen, o sea, que sin son candidatos y ganan van hacer de Acaponeta un municipio de primer mundo.

Esto en lo personal me suena algo romántico, es más, raya en lo fantástico. Es como si nos estuvieran prometiendo construir un Acaponeta nuevo, echar abajo los viejos cimientos y edificar un sólido edificio en el cual podamos vivir sin penurias de ninguna especie. Acabar con la corrupción, con la inseguridad, tener fuentes de trabajo, que tanta falta hacen, para disminuir el índice delictivo y con toda esa sarta de vicios que hemos venido arrastrando desde tiempos inmemoriales. Todo esto es posible, por supuesto, pero sólo en una mente más retorcida que un cigüeñal como la del Chacalillas y de la zarina de la tortilla, porque en una persona normal no tiene cabida semejante disparate, ya que estas ideas sólo las pueden concebir los cerebros atrofiados por el hambre de poder.

Por tanto, se antoja imposible que Javier Cosío llegue a la diputación, la misma que ya ocupó allá por los tiempos de su padre político, Rigoberto Ochoa Zaragoza; lo de padre político no es un invento del columnista, sino del mismo Chacalillas, quien así me lo dijo en una entrevista que me concedió recientemente. En esa entrevista el aspirante priísta confió que toda su carrera política se la debe a Rigoberto, a nadie más, y por si fuera poco, deslizó la idea de que el ex gobernador podría apoyarlo si el PRI lo postulara para cualquier cargo de elección popular.

Bertha Rodríguez le apuesta a su ahijado, el otro ex gobernador, Ney González Sánchez, quien la hizo diputada, aunque haya sido en el ocaso de su existencia. La legisladora tiene la certeza de que así como ella lo apoyó en su momento, ahora el Ney está obligado moralmente a ayudarla para conseguir que el PRI la postule como candidata a la presidencia municipal. En este sentido, ya se está viendo que el tricolor jugará con cuadros reciclados, como es el caso del binomio Javier Cosío-Bertha Rodríguez, dos tipos de cuidados, ni más ni menos, pero en esa dirección apunta la brújula política.