Líneas: Las primeras lluvias

Por: José Ma. Narváez Ramírez.

12 / Junio / 2013

Dice la sabiduría popular, que en esta vida matraca todo es según el color del cristal con que se mira y si para algunos es una bendición el ver caer las primeras tormentas, para otros representa una verdadera calamidad, como por ejemplo a los que se les van a engusanar los frutos en los ciruelares

Pero para todos en general, las lluvias vienen a calmar un poco –cuando menos- el calorón que estamos padeciendo, que se acentúa más mientras suben nuestras necesidades y andamos -los más amolados- metiendo el acelerador al ritmo de trabajo sacando lo mismo pero agobiándonos mayormente.
Ayer la casualidad me trajo una escena cotidiana que me sumió en la tristeza y la impotencia por no poder poner gran cosa para remediarla, un señor llevaba de la mano a su hijo caminando por el paseo de La Loma y de pronto hicieron alto acercándose a un especie de desayunador al aire libre, que estaba todo empolvado. Limpiando como pudieron sus respectivos lugares procedieron a sacar un envoltorio cuyo contenido me asombró: un virote que el señor con toda la calma del mundo procedió a compartir con el chiquillo que lo miraba ansioso, hambriento, con la mirada que hizo famoso al Chavo del 8 en el programa de televisión, cuando el Quico sacaba su torta y se la comía frente a él sin convidarlo.

Lo más escalofriante de esta tristísima escena fue que el niño le dijo al señor: ¿Otra vez, papá?
Para qué decirles a ustedes que saqué de mis bolsillos todo el dinero que traía y se lo dí al amigo para que le comprara cuando menos un par de tortas como sapos de gordas acompañadas de un par de vasos de leche y unos panes No mis amigos, no traía ni cinco y regresaba a mi hogar de nuevo con las manos vacías, pero mi corazón hecho un ovillo porque aquel señor, regresando su pedazo al escuincle ávido de paliar su hambruna, le dijo: Ten hijo, yo no tengo hambre, pero cómetelo despacio para que no te vaya a hacer daño.

Aquí en plena Loma de Tepic, en una de las bancas que sirven de lugares de ocasión para que las familias vayan a comerse (las que pueden) un taco o un pollo rostizado, mientras saborean un refresco, a diario se ven estas escenas desgarradoras en las que un padre desempleado lleva a su hijo a la escuela de esas en que no sirven desayunos escolares e insisten en que pague las cuotas de inscripción que debe desde hace unos meses

Aquí, en donde falta ControlSeñores Control Para no estallar en cólera y salir disparado corriendo después de robar un pan de los que esparcen su santo olor –dijera el poeta- a todo mundo, pobres y ricos, pudientes y necesitados Este es el contraste cotidiano de nuestra ciudad, mientras la lluvia llega, tarde pero mojando igual a todos los que no pueden capotearla

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