Líneas: Al rescate del mural y del quiosco, en Santiago

Por: José Ma. Narváez Ramírez.

25 / Junio / 2013

Hace muchos años, tantos como sesenta y cinco –que comparados con la eternidad son exactamente nada- tuvimos elegantes y señeros quioscos en nuestra plaza, y las bellas hembras santiagoixcuintlenses de quince años en adelante (porque dice el dicho que no hay quince años feos en las mujeres) iban en los días de serenata –jueves y domingos regularmente- o en los de fiesta como el Carnaval, la Feria, las congregaciones provocadas por los desfiles del 20 de Noviembre y los días de Fiestas Patrias, así como también las posadas que antecedían a la Navidad y el Año Nuevo, a presenciar –según el caso- o a dar vueltas y vueltas para un lado a la plaza principal y los hombres de la misma edad asistían haciendo igual recorrido pero al revés, y cuando el travieso Cupido hacia de las suyas ensartando a dos corazones, el macho le entregaba una flor a la dama y si ésta la aceptaba, empezaba el volantín del amor a revolotear en aquellos incipientes enamorados.

Arriba del quiosco subía la orquesta en turno (había varias de renombre) y deleitaban al público asistente varias horas a cuenta de la presidencia municipal ejecutando música de la época, mientras los niños corrían entre la gente bajo el ojo avizor de sus mayores.

Esta construcción parecida a la actual, era un especie de símbolo de la ciudad que si bien se veía muy hermoso iluminado, bajo el embrujo de las melodías y el jolgorio de la gente impresionaba, pero al día siguiente seguía luciendo tan especial como en los festejos.

Se cuentan muchas historias truculentas de algunos quioscos que han lucido en la plaza, así como también de las construcciones modernas –en su tiempo- que reemplazaron las construcciones clásicas de los quioscos viejos que iban acorde con la estructura del jardín y los árboles abundaban proporcionando sombra y cobijo a aquellos que lo necesitaban. De vez en cuando una cagarruta de pájaro adornaba la cabeza o las ropas de los visitantes, pero esto era motivo de alegría más que de coraje.

Nuestras autoridades –las que se preocupan por conservar nuestras tradiciones y la línea digamos colonial de los monumentos alegóricos- han procurado proteger estas construcciones que son rasgos de la historia pero hasta que no se está cayendo el techo o la pintura está desleída, proceden haciendo alharaca a su restauración.

Lo mismo sucede con los grandes y magnificentes murales de la calle 20 de Noviembre, que representan la cultura que nace en nuestros orígenes y el desarrollo de los aconteceres históricos de Santiago y México respectivamente.

Pero a las autoridades no les nace conservar estas reliquias que enaltecen a nuestra patria chica, repararlas convenientemente y crear un patronato para su conservación y al mismo tiempo para la construcción de otros nuevos en diferentes lugares –como pinturas que luzcan en las paredes de nuestro grandes edificios-, bustos representando a los personajes que han figurado en la historia de Santiago y de Nayarit, o han trascendido las fronteras del estado o paisajes que ayuden a levantar los oscuros y tristes muros de la presidencia, el templo, de la calle Juárez o del puente sobre el río, que todas lucen abandonadas Bueno, no han logrado integrar un Patronato para las Fiestas de Primavera que se haga cargo los doce meses del año de sus flamantes instalaciones, al parecer solamente les interesa organizar un comité para recoger los billetes que genera el rompimiento. Nomás el tiempo que dura la gestión y ¡vámonos!...

Control Señores Control No se necesita ser letrado para cambiar la fisonomía de la ciudad, se necesita ser santiaguense de nacimiento Llevar en la sangre el amor por la tierra que nos vio nacer Luchar por preservar la obra de don Luis Castillo Ledón, por ejemplo, entre otros muchos objetivos.

311. 145-18-81