Líneas: La industria dulcera en Ixcuintla

Por: José Ma. Narváez Ramírez.

15 / Julio / 2013

Nomás me acuerdo de las bolas de panocha que fabrican los dulceros de Ixcuintla y se me hace agua la boca porque siempre han sido muy sabrosas ya que son confeccionadas con piloncillo, canela, vainilla y las acompañan unos dulces que tienen forma de cáscara de nuez, color amarillo con rayas cafés y llevan además leche, así como las bolitas azucaradas que están un poco más grandes que los chochos –que dan los homeópatas- y una diversidad de dulces que recuerdo vendían desde hace más de sesenta años don Celso Chávez y doña Toña Ramírez, en los portales viejos de Santiago, y cuando las Fiestas de Mayo se celebraban en la plazuela el señor Celso colocaba su puesto en mero enfrente de los billares de Rivera -antes la cueva de los transportistas santiagoixcuintlenses- y exponía una gran variedad de dulces de los que algunos eran fabricados por él y su familia.

Doña Toñita hacía lo mismo que don Celso, y estuvo un tiempo en la esquina de la Allende y 20 de Noviembre, y tuvo una época floreciente; aunque las bolas de panocha no dejaban de ser tan peligrosas como sabrosas, por ejemplo: una vez se atragantó Víctor –mi hijo –de cuatro años de edad- y se empezó a poner morado por falta de oxígeno al impedirle la respiración obstruyéndole la traquea el dulce panochero. Al ver su desesperación me lo tercié al hombros para llevarlo ante el doctor Epigmenio García Ramos –que tenía su consultorio en el último tramo de la Allende- y al ir por el portal frente adonde estaba la Nevería Dumbo (y era la tienda La Moda de doña Gaudelia M. de Martínez) escuché que mi agonizante carga me decía: Papá quiero una paleta Me invadió un gran contento y lo bajé para que la escogiera Llevaba en esos momentos una cauda de seguidores –si usted quiere mitoteros- pero todos festejaron con risas y aplausos el final del drama. El chamaco había expulsado el dulce a causa del apretón de su propio peso en el estómago al levantarlo y voltearlo para cargarlo.

Un rato después volvió a jugar en el segundo piso de la casa de los abuelos, y Mario Adolfo Fuentes Vallín le compró otro dulce igual porque se lo había pedido el niño.

Lo que prueba que nadie les tenía ni les tiene el más mínimo respeto a los dulces de bola de los portales, por la exquisitez que proporcionaban y además eran de lo más baratos que vendían los dulceros de Santiago.

Había otros cuadraditos con azúcar y menta que se decía curaban la tos, pero esos nada más los pedía la gente cuando estaba enferma o tenía algún pariente aquejado por este mal en casa.
Yo sabía que don Celso era un señor que llegó con su familia procedente de Veracruz a radicar en Santiago, y que vivía por la calle Juárez, donde tenía su pequeña industria dulcera y que era padre de varias hijas entre ellas una hermosa señorita de ojos verdes y cuerpo escultural llamada Teresa, que se casó con un cuate oriundo del poblado y cambiaron su lugar de residencia a Tepic. Después al faltar don Celso, la familia se desperdigó integrando otras ramas, pero doña Toña siguió con esta productiva industria y se quedó con nosotros toda su vida, siendo sus descendientes muy estimados en el municipio.

Igualmente hacían los garapiñados calentando los cacahuates en un aguamanil para que agarraran el dulce previamente tratado con anilina roja, luego le aplicaban baños de canela con azúcar y los embolsaban, así hacían igualmente con las nueces para hacer garapiñados de este fruto.
También don Silvestre elaboraba bollos que vendía en una canasta por la calle y después la combinó con la vendimia de billetes de lotería. Había un señor que vivía en el Cerro Grande y preparaba como muy pocas veces he disfrutado en la vida, las jericayas con huevo, leche, azúcar, canela, vainilla (a la antigüita) pero el que lo conocía le pedía un agregado que se llamaba piquete –que consistía en un chorrito de alcohol que traía en una botella de palillos- y le agregaba al gusto, pero no le cargaba la mano al cliente. También había otro señor que vivía por el mismo rumbo que el anterior y hacía los más deliciosos pasteles (o fruta de horno) que haya usted probado -hasta las zurrapas eran bocato di cardinali- y no se diga de la señora Chelo esposa de El Coyote que hacía los tamales de ceniza más sabrosos del mundo.

Remontándonos en el tiempo, allá cuando Santiago celebraba Carnavales, las Hermanas Pérez –muy buenas para la cocina- elaboraban aquellos manjares llamados Antes con su banderita y eran unos panecillos muy dulces y exquisitos.
Así como había en esos tiempos en Ixcuintla fábricas de jabón, de cigarrillos, de tortillas, de sombreros y la industria algodonera estaba en su apogeo, también la manufactura dulcera veía llegar su oportunidad al elaborar las más excelentes, apetitosas y ricas golosinas que le dieron fama a estas familias y a Santiago. Sin faltar aquellos atoles de coco, tontos y de leche, que pasaban pregonando los simpáticos vendedores, y los que también fabricaban o preparaban las aguas frescas de cebada, limón con chía, horchata, jamaica, piña y de la que usted pidiera, así como también la industria del tejuino, de los churros y la que nació en el terruño y fue lanzada a la publicidad refresquera como raíz de cerveza por el popular entre la tropa futbolera Salvador Villaseñor El Nevado Extendida por otro iniciador que aún vive y se llama don Tomás Huitrón, que la trajo a la capital nayarita y ha tenido buena aceptación

Pero Control Señores Control Esas son otras historias más para acá que en alguna otra ocasión extraeremos del recuerdo para ponerlas frente a usted en este, su periódico preferido Que también es industria informativa faltaba más

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