EL IV PODER

Por: Juan Fregoso

17 / Julio / 2013

*El misterioso origen de los partidos políticos

*El enigma de sus emblemas encierra secretos insondables

(Segunda parte)

Desde la presidencia de Manuel Ávila Camacho hasta el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, el círculo negro operó desde la clandestinidad. No era el CEN del PRI el que designaba a los futuros presidentes de la República—para el círculo, monarcas—sino era esta secta conformada por ex mandatarios mexicanos, los que marcaban el rumbo del país. Los integrantes del círculo negro se regían bajo un código de honor, pues cuando acordaron su conformación sellaron con su propia sangre, conducirse con lealtad hacia el partido. Contra lo que pudiera pensarse, sus intenciones eran buenas, al menos parcialmente, pues el círculo era un férreo oponente a la reelección del monarca, quien había desempeñado el más alto cargo a que todo mexicano tiene derecho, la Real Constitución Política del Estado Mexicano se lo impedía.

En efecto, el artículo tercero de la Real Constitución Política del Estado Mexicano, era contundente en este sentido, el precepto mandada que: El supremo Poder del Monarca es indivisible, sexenal e improrrogable. Concluido el término de su mandato el Monarca dejará de serlo para siempre y no podrá ejercer el poder al través de otra persona. El mismo ordenamiento en su artículo nueve, fracción 5ª, decreta la muerte del Monarca cuando éste pretenda prorrogar su mandato más allá de los seis años que le corresponden.

Sin duda, este es un gran mérito de los miembros del círculo negro, fue un acierto indiscutible, aunque también incurrieron en errores. La matanza de la Plaza de Tres Culturas, llevada a cabo en 1968 por Gustavo Díaz Ordaz, fue justificada por el círculo bajo el argumento de que estaba en riesgo la estabilidad o gobernabilidad del país, no había otra alternativa, sopesaron.

Cuando el PRI comienza a resquebrajarse por falta de democracia al interior del partido, Cuauhtémoc Cárdenas y otros distinguidos cuadros abandonaron las filas tricolores, en cierto modo el círculo vio con buenos ojos aquel desgajamiento, ya que Cárdenas y sus seguidores lo que pretendían era que el PRI retornara a sus antiguos ideales y propósitos, pero como no lo consiguieron formaron el Frente Democrático Nacional para poder contender en los comicios de 1988.

Fiel a su espíritu el círculo intentó vanamente enmendar aquella situación, pero ya para entonces, Miguel de la Madrid Hurtado, había elegido como su sucesor a Carlos Salinas de Gortari—el mismo que intentó modificar la constitución del 17 para poder reelegirse—,quien implantó la política neoliberal que sumió a millones de mexicanos en la extrema pobreza.

En un principio a Salinas se le brindó la confianza de gobernar, pero luego, el círculo lo condenó, y aunque reconocieron su gran capacidad, también advirtieron que era el hombre más maquiavélico de la clase gobernante. Lo contrastante, es que Salinas de Gortari fue exonerado del asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta, a quien supuestamente había mandado matar, en cambio se responsabilizó de su muerte al crimen organizado, cuando todas las sospechas recaían en Salinas, con la exoneración del entonces monarca, también fueron exentos de toda responsabilidad en el homicidio de Colosio, Manuel Camacho Solís y el asesor incómodo, José Córdova Montoya, considerado el cerebro del salinismo.

Por tanto, Carlos Salinas de Gortari parece haber sido el último monarca que gobernó México, pese a que las elecciones de 1988 le fueron adversas, en virtud de que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas ganó por un amplio margen, el segundo lugar lo ocupó el candidato del PAN, Manuel J. Clouthier, que había logrado sacar de su tradicional apatía a la clase media y, en un distante tercer lugar quedó el candidato oficial Carlos Salinas de Gortari, pero consiguió imponerse mediante el fraude más descarado que registra la historia, es decir, con la famosa caída del sistema.

Así pues, ya en el poder, Salinas pretendió que ya no fuese el gobierno el que sostuviera económicamente al PRI, sino que éste dependiera del dinero que aportaran los grandes millonarios. El ex presidente buscaba de esta forma que la dirección del PRI ya no estuviera en manos ni del nuevo monarca ni del círculo, sino del pequeño grupo de súper ricos que él encabezaba. En este contexto, todo indica que Carlos Salinas consiguió arrancarle el poder al círculo, —del cual formó parte—, con esta medida el círculo había perdido el control del partido, que durante años había tenido, Salinas traicionó al círculo y al propio partido al dejarlo en poder de los magnates del dinero, y sin que los priístas se dieran cuenta, Carlos Salinas privatizó al PRI.