SANTOS DEGOLLADO, EL OTRO BENÉMERITO - Parte 1

Por: Aurelio Morán Cáceres

26 / Julio / 2013

Después del revés de Querétaro, Juárez lo separa del ministerio de guerra, para encargarle, en enero de 1860, la Secretaria de Relaciones Exteriores, sustituyendo a Melchor Ocampo que tuvo que dimitir ante el terrible desgaste que le trajo el asunto del tratado con los norteamericanos, llamado McLane-Ocampo. En los dos meses que ejerce el nuevo cargo, el gobierno liberal en Veracruz, enfrenta muy difíciles momentos, por tierra Miramón intenta sitiar la plaza y sincronizadamente por mar, la amenaza de desembarco por un grupo de mercenarios provenientes de La Habana, pagados por los conservadores mexicanos; en la isla de Sacrificios una flota española permanecía amenazante; y aunado a todo esto la presión que ejercía la Gran Bretaña para que se llegara a un acuerdo de paz con los grupos reaccionarios. Como encargado directo para sortear esta gran crisis, se encontraba Degollado resistiendo grandes presiones físicas y psicológicas, debatiéndose entre su profunda convicción pacifista y la realidad imperante, con la necesidad de mantener una defensa férrea de la soberanía nacional.

Finalmente el sitio de Miramón se frustra y la agresión por mar es rechazada con la ayuda norteamericana, que aunque era estar en el filo de la navaja, no había otra opción para la amenazada República. El Tratado McLane-Ocampo, dio este margen diplomático en la obtención del reconocimiento de los Estados Unidos y de la ayuda militar para el rechazo de agresiones. Sin embargo, el Tratado nunca fue ratificado ni en México ni en los Estados Unidos; Blanco Moheno escribió ...lejos de ser una traición... es un triunfo diplomático y una reafirmación patriótica de los hombres de la Reforma. (Roberto Blanco Moheno, Juárez ante Dios y ante los hombres, p. 244). En este año de 1860, se suman una serie de victorias liberales con las que logran inclinar la balanza en su favor, en las que Degollado aparece en segundo plano: el 24 de abril, La Batalla de Loma Alta, Zacatecas, triunfo de Uraga unido a los contingentes de Zacatecas y Aguascalientes; el 15 de junio, en la Batalla de Peñuelas, Zacatecas, González Ortega derrota a los conservadores; el 10 de agosto, en Silao, Guanajuato, unidos Zaragoza, González Ortega, Doblado y Berriozábal derrotan a Miramón infringiéndole grandes pérdidas.

Por estas fechas en que los liberales se encaminaban ya al triunfo definitivo para darle fin a la guerra de tres años, Degollado, hombre de honradez a toda prueba, siente sobre sus hombros una losa muy pesada: se siente responsable y partícipe de un robo al aprobar, en los primeros días de septiembre, la decisión propuesta por Doblado de apoderarse de una conducta que transportaba plata acuñada de las plazas de San Luis Potosí, Guanajuato y Zacatecas, perteneciente a varias casas comerciales europeas, con un valor de un millón ciento veintisiete mil pesos. Estos caudales, bajo la custodia de los liberales, son tomados con el consenso liberal y con una ley que expide Juárez, especialmente para el reintegro, como un préstamo forzoso; tenían como destino el pago a proveedores en el extranjero. Por el apremio económico y la situación política de extremo riesgo del País, la medida, por ser temporal, podía ser políticamente justificable, pero no para Degollado que en su fuero interno se siente moralmente culpable y filiado entre los malhechores, lo que probablemente lo lleva a tomar decisiones desesperadas e irracionales. A este suceso, Justo Sierra le llama el calvario moral de Degollado (Justo Sierra, Juárez su obra y su tiempo, p. 209. Ed. Porrua).

En su desesperación Degollado llega a convencerse de que era necesario encaminar al país a un proceso que buscara la paz con una solución negociada, y se compromete, con la anuencia de los funcionarios ingleses, en la propuesta de un pacto de pacificación con los conservadores. Propuesta que llega fuera de tiempo cuando en la guerra los reformistas estaban en franca superioridad, y por su parte los conservadores estaban ya concluyendo sus negociaciones a favor de una intervención militar europea. El rechazo de los liberales fue unánime: Doblado deplora su extravío, ¿Qué mal genio a podido inspirar...una determinación tan desacertada?; Guillermo Prieto, un suicido (político) como el de Comonfort, me parecía que debería quedar único en nuestra historia; finalmente la propuesta es desautorizada por el Presidente Juárez.