EL IV PODER: EPN en su intento por gravar medicinas y alimentos está provocando al México bronco

Por: Juan Fregoso

31 / Julio / 2013

Aun cuando el entonces candidato presidencial, Enrique Peña Nieto, prometió en su campaña que no aumentaría el precio de la gasolina, ni tampoco aplicar el IVA a medicinas y alimentos, ya en el poder cambió su percepción de las cosas, de tal manera que ahora ha considerado conveniente gravar las medicinas y los alimentos, como si los gasolinazos cada mes no fueran suficientes.
Por supuesto que los impuestos son una de las formas en que la población económicamente activa del país, es decir, la que obtiene ingresos por su trabajo, sus inversiones, rentas o negocios, contribuye con el gobierno para que éste haga frente a los gastos públicos, como la deuda externa, instituciones de salud, comunicaciones, educación, infraestructura carretera, procuración de justicia y administración gubernamental, entre otros.

Sin embargo, no se requiere ser un experto en economía para entender que lo que realmente pretende el gobierno es la captación de más recursos económicos para desviarlos para sus fines personales. Si los impuestos se aplicaran como lo establecen las leyes fiscales, México tendría los mejores hospitales, mejores escuelas, mejores carreteras, mejores servicios públicos, pero sobre todo una eficiente procuración de justicia que se reflejara en la seguridad de la sociedad mexicana, mas no es así, porque todos estos rubros son un desastre.

Por tanto, si el gobierno piensa que aplicar el IVA de 16 por ciento a alimentos y medicinas es la solución para aumentar la recaudación fiscal está equivocado, más bien lo que debería hacer es aumentar la base gravable, ya que si en México existe una pobre recaudación de impuestos se debe a que hay un bajo porcentaje de contribuyentes, de ahí que es necesario obligar a los grandes consorcios comerciales, como Walmart a que pague sus impuestos como lo ordena la ley, ya que valiéndose de ciertas argucias legaloides y ciertas canonjías fiscales que las propias autoridades hacendarias les concede no pagan sus contribuciones debidamente, lo que equivale evidentemente a evadir el fisco.
Sólo para reforzar lo anterior es preciso señalar que Walmart de México le debe a Hacienda mucho dinero, porque la transnacional paga a través de un esquema diferido, por consecuencia deja de pagar miles de millones de pesos; pero hay otras empresas corporativas que se hallan en la misma situación. Ciertamente generan empleos, pero por lo regular los sueldos que pagan a sus trabajadores son raquíticos, esto es, explotan la mano de obra de los mexicanos mientras ellos se enriquecen exorbitantemente ante el beneplácito del gobierno.

Existe una alternativa más razonable para recaudar ingresos, sin lastimar los bolsillos del pueblo trabajador, pero se requiere la voluntad del gobierno. Esta alternativa puede ser la reducción del número de diputados plurinominales y senadores, los cuales perciben fabulosos sueldos sin devengarlos, pues en vez defender a sus representados son los primeros en aprobar reformas que saben van afectar la endeble economía del ama de casa, que es la que resiente más este tipo de medidas austeras.
Si se redujera el número de congresistas se obtendría un ahorro considerable y no habría necesidad de elevar los impuestos y no se perjudicaría la economía de las clases más pobres. Al fin y al cabo de nada sirve tener 500 diputados federales, 128 senadores, amén de los asambleístas del Distrito Federal. Si el gobierno peñanietista de veras quiere ayudar al pueblo de México, tiene esa opción, pero se necesita mucha voluntad para llevar a acabo esta medida, la más viable para que el gobierno aumente sus recursos y sean aplicados para bien la sociedad mexicana.

Otra opción sería eliminar a algunos partidos políticos, ya que México se ha caracterizado por tener un régimen pluripartidista. No me explico el porqué México tiene tantos partidos, los cuales son subsidiados con recursos públicos pero provenientes del sudor de los mexicanos. Estados Unidos es mucho más grande y poderoso que nuestro país y apenas cuenta con dos partidos políticos: el demócrata y el republicano, pero México con 70 millones de pobres se da el lujo de mantener dicho conservadoramente a por lo menos siete partidos que para lo único que sirven es para hacerle caravana a los más grandes. Así, habría que preguntarse cuánto le cuesta al pueblo cada partido político, sin duda, muchos millones de pesos que van a parar a los bolsillos de sus dirigentes.
Por tanto, cuánto lograría recuperar el gobierno si se atreviera a suprimir el número de legisladores y el número de partidos, seguramente miles de millones que aumentarían sus arcas sin tener necesidad de sacrificar al obrero y al pequeño comerciante y al campesino, que son los sectores más vulnerables. Porque así como puede aplicar el 16 por ciento a medicinas y alimentos, también puede reformar la constitución para eliminar el número de congresistas y partidos políticos, pero esto es evidente que no lo hará—aun cuando la desaparición de partidos fue una promesa de campaña de Enrique Peña Nieto—porque no le conviene, es más cómodo golpear al más débil, al que no puede defenderse.

En esta lógica, lo que el gobierna intenta es una canallada, una brutal estocada a esos 70 millones de pobres que no tienen ni siquiera para comer, para ir a una escuela digna, para atenderse de sus enfermedades, tampoco vestirse decentemente, pareciera pues, que el gobierno peñanietista está incitando al México bronco, el mismo que se rebeló en 1910 y que acabó derrocando al dictador, Porfirio Díaz. ¿Será eso lo que quiere el gobierno?
Por otra parte, en retrospectiva algunos historiadores opinan que ni en el régimen de Gustavo Díaz Ordaz se dio este problema, esto es, la falta de liquidez en el gobierno, al contrario, la moneda valía más, rendía más y sin la aplicación de impuestos como el monstruoso IVA. Así pues, todo parece indicar que el gobierno está siguiendo las directrices de la OCDE, del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, son pues, las mismas recetas neoliberales aplicadas por el salinismo más rancio, es la misma medicina amarga que se le ha estado dando durante dieciocho años a un pueblo que se debate en la miseria, mientras que la oligarquía vive como reyes. Por consiguiente, el reto de los partidos de verdadera oposición es evitar que se apruebe esta reforma que de llegar a aplicarse, aumentaría de 70 a 80 millones de pobres, y esto podría propiciar una revuelta social, que ya asomó el rostro en las elecciones pasadas.