Historia de las drogas

Por: Juan Fregoso

02 / Agosto / 2013

La situación por la que atraviesa la mayoría de países, incluido México, en la producción y consumo de drogas amerita remontarnos un poco a la historia de éstas, las cuales, desde luego han revolucionado nuestras vidas en todos los aspectos. En nuestro país, allá por los ochenta, sólo se oía hablar de la mariguana, actualmente es muy diferente dado a que ahora es muy común el consumo de la cocaína y el cristal, entre otras sustancias sintéticas devastadoras del ser humano.

Remontándonos al pasado descubrimos que las plantas de adormideras en el sur de España, en el noroeste de África, en Egipto y en Mesopotamia son probablemente las más antiguas del mundo. Esto explica que su opio tenga dos o tres veces más morfina que el de Extremo Oriente.

La primera noticia escrita sobre esta planta aparece en tablillas sumerias del tercer milenio antes de Cristo, mediante una palabra que significa también gozar. Cabezas de adormideras aparecen también en los cilindros babilónicos más antiguos, así como en imágenes de la cultura cretense-micénica. Jeroglíficos egipcios mencionan ya el jugo extraído de estas cabezas—el opio, y era recomendado como analgésico y calmante, tanto en pomadas como por vía oral y rectal.

Uno de sus empleos reconocidos, según el famoso papiro de Ebers, es evitar que los bebés griten fuerte. El opio egipcio o tebaico simboliza máxima calidad en toda la cuenca mediterránea, y aparece mencionado ya por Homero—en La Odisea—como algo que hace olvidar cualquier pena.

Si el cultivo de adormidera parece originario de Europa y Asia Menor, el de cáñamo remite a China. Los primeros restos de esa fibra (fechados hacia el 4000 antes de Cristo) se han encontrado allí, y un milenio después en el Turquestán. Un tratado chino de medicina—escrito en el siglo I, aunque sobre materiales que dicen remontarse al legendario Shen Nung, redactado treinta siglos antes—afirma que el cáñamo tomado en exceso hace ver monstruos, pero si se usa largo tiempo puede comunicar con los espíritus y aligerar el cuerpo.

Antiguo es también el empleo del cáñamo en la India. El Athara Veda considera que la planta brotó cuando cayeron del cielo gotas de ambrosía. La tradición brahmánica cree que agiliza la mente, otorgando larga vida y deseos sexuales potenciados. También las principales ramas del budismo celebraron sus virtudes para la meditación. En usos médicos, la planta formaba parte de tratamientos para oftalmía, insomnio, fiebre, tos seca y disentería.

El uso de solanáceas alucinógenas—beleño, belladona, daturas y mandrágoras, también se remonta a viejos testimonios en Medio y Extremo Oriente, aunque la variedad y cantidad de este tipo de plantas sea muy alta en Europa. El dios galo Belenes es el origen de la palabra beleño. Ligadas tradicionalmente con el brujo y su oficio, a estas plantas se atribuyen fenómenos de levitación, fantásticas proezas físicas, telepatía y delirios, cuando no la muerte por intoxicación aguda. Y a juzgar por los sabbats del Medioevo, quizá fueron los druidas antiguos quienes aprendieron a dominar estas violentas drogas, empleándolas en contextos tanto ceremoniales como terapéuticos.

América no conoce el beleño, la mandrágora y la belladona hasta el Descubrimiento, pero sí son autóctonas allí las daturas (de la especie brugmansia)), y ante todo el tabaco, otra solanácea psicoactiva que es la droga reina del continente. Con fines recreativos, religiosos y terapéuticos, así como en ritos de pasaje, tabaco de mayor o menor potencia se mascan, se fuman y beben desde Canadá hasta la Patagonia. Como podemos ver, desde la antigüedad se le han atribuido cualidades mágicas a las drogas, quizá por eso el consumo de éstas ha ido aumentando en todo el mundo—de manera emblemática en Estados Unidos—sólo que su ingesta repercute en la salud de aquellos que la consumen llevando aparejado un problema sociocultural, tal como ha quedado demostrado en los tiempos actuales en que a causa de los estupefacientes el tejido social ha sufrido una visible descomposición, ha provocado un verdadero pandemonium, sobre todo en los adolescentes.

Sin embargo, desde la perspectiva de los romanos, droga es una palabra indiferente, donde cabe tanto lo que sirve para matar como lo que sirve para curar. El criterio de esta civilización en materia de drogas se calca del griego. La lex Cornelio (ley Cornelio), único precepto general sobre el tema, vigente desde tiempos republicanos hasta la decadencia del Imperio, restringió un poco el empleo de sustancias tóxicas. Por otra parte, se sabe que en tiempos de los césares no era raro fumar flores de cáñamo hembra (mariguana) en reuniones—para incitar la hilaridad y el disfrute, —costumbre que pudo venir tanto de la sociedad ateniense como de los celtas.

Existe también un edicto del emperador Alejandro Severo, que como consecuencia de algunas intoxicaciones prohibió usar datura estramonio y polvo de cantárida o mosca española en burdeles napolitanos. Empero, las plantas fundamentales de Roma fueron la adormidera y la vid.

Ha trascendido que siguiendo recomendaciones de Galeno, su médico, Marco Aurelio habría las mañanas con una porción de opio grande como un haba de Egipto y disuelta en vino en tibio. Prácticamente todos sus antecesores en el trono del Imperio usaban a diario triacas o antídotos. Nerva, Trajano, Adriano, Septimo Severo y Caracalla consumían opio puro en terapia agónica y como eutanásico. Lo mismo hicieron incontables ciudadanos romanos, patricios y plebeyos, pues eso se consideraba una prueba de grandeza moral.
En su Materia Médica, que es un tratado farmacológico más influyente de la antigüedad, Dioscórides describe el opio como algo que quita totalmente el dolor, mitiga la tos, refrena los flujos estomacales y se aplica a quienes dormir no pueden. Por él—y por muchos otros escritores romanos—sabemos también que la demanda de esta droga excedía la oferta, por lo que era frecuente su adulteración. Por último, es interesante saber que, como la harina, el opio fue durante el Imperio un bien precio controlado, con el cual no se permitía especular, tal como en nuestros tiempos en que la distribución y venta de drogas está controlada por aquellos que se dedican a este tipo de negocios redituables pero que han ocasionado la muerte de hombres y mujeres.