EL IV PODER:_ ¿Vale la pena legalizar la mariguana?

Por: Juan Fregoso

13 / Agosto / 2013

Un estudio realizado por especialistas en materia de drogadicción revela que el problema de las drogas es más grave de lo pudiera parecer. El estudio señala que el uso de sustancias tóxicas, la violencia y la alteración corporal, han acompañado la historia de la humanidad y están circunscritas a las relaciones sociales y culturales de los sujetos, las comunidades y los colectivos.

Es en la modernidad, entendida como una etapa de la historia y del pensamiento, que a las drogas se les convierte en un problema, en tanto los valores dominantes de la razón, el progreso y el desarrollo. La Encuesta Nacional de Adicciones, reporta que hay más de 200 mil adolescentes y jóvenes de entre 12 y 17 años de edad que han usado alcaloides. Excluyendo el alcohol y el tabaco, la primera droga utilizada es la mariguana, seguida de los disolventes inhalables (el tíner, el aguarrás, el cemento, la gasolina) y, en tercer sitio aparece la cocaína).

En retrospectiva, según datos proporcionados por los Centros de Integración Juvenil (CIJ), registran que entre los 17 mil 304 usuarios de drogas que acudieron por primera vez a solicitar tratamiento en 2003, en las setenta y tres unidades distribuidas en todo el país, la mariguana es la que más se consume (46 por ciento), le sigue la cocaína (23.6 por ciento) y disolventes inhalables (17.5 por ciento).

El promedio de edad de inicio en el consumo de estas sustancias se ubicó en los 17 años; 47.8 por ciento empezó a drogarse entre los 15 y los 19 años y, 30.9 por ciento entre los diez y los catorce años. Si observamos detenidamente estos porcentajes, lo que podríamos inferir es que la segunda droga más utilizada es la cocaína por encima de disolventes inhalables y que las edades de inicio proporcionalmente son cada vez más tempranas, lo cual significa que la problemática está afectando a los niños y a los jóvenes de nuestro país.
¿Qué más nos pueden decir estas cifras?, ¿cómo interpretar a nivel macrosocial estos datos? Por principio se estima que hay ciertos cambios en la lógica de la problemática de las drogas ilegales. En primera instancia y, dados los mecanismos de la globalización cultural, las drogas ilegales, como la mariguana, la cocaína, los ácidos y la heroína, se han convertido en una mercancía o producto transnacional dirigido particularmente a la población joven y distribuido en los espacios públicos: calles, parques, inmediaciones de las escuelas, en antros y discotecas.

En segundo término, hay muchas drogas que se quedan en el país, lo cual implica que además de ser productores y territorio de trasiego, ahora hay más oferta en el mercado y se está pagando en especie, lo que conlleva a que haya más gente dedicada a la distribución y venta de sustancias tóxicas, en otras palabras, la red ha aumentado considerablemente.

En este sentido, cabe aclarar que las sustancias tienen dos rostros: el de la oferta, esto es, el narcotráfico en su versión del narcomenudeo y la demanda, es decir, los usuarios. Si bien es cierto que ambos rostros están interrelacionados, hay diferencias sustanciales entre cada uno de ellos, aunque en el abordaje analítico regularmente se les confunde.

La oferta tiene que ver con el crimen organizado y la demanda con los consumidores (lo simbólico). Lo delicado es que a la práctica social del consumo se le criminaliza, justamente porque es más fuerte lo simbólico en el imaginario social, máxime si se trata de usuarios jóvenes. Un joven que consume alguna sustancia ilícita, no es un delincuente, aunque se le suele tratar como tal, simplemente es alguien que por diversas circunstancias y motivaciones es un usuario.

Los espacios que más causan alarma por estar en constante riesgo de ser afectados por el consumo de estupefacientes son las escuelas secundarias y de bachillerato o preparatoria. Los datos que al respecto se tienen son más elocuentes: cerca de 40 mil estudiantes de secundaria que representan 10.7 por ciento del total y 23 por ciento de los jóvenes de bachillerato, han experimentado con drogas, esto se traduce a que cada uno de cada 10 estudiantes de secundaria y uno de cada cuatro de bachillerato han consumido estas sustancias (El Universal, 21 de enero de 2005). Aunado a lo anterior y de acuerdo con estadísticas de la SEP, aproximadamente 62 mil de los 406 mil estudiantes de secundarias públicas consumen drogas y además requieren tratamiento (Reforma, 15 de febrero de 2005).

Esta situación ya de por sí complicada, coloca a la mayoría de los profesores con poca capacidad para entender y, en su caso, manejar esta problemática juvenil a la que cotidianamente se enfrenta en los espacios escolarizados. Se rigen por lo general desde el pensamiento conservador, la fuerza de la carga simbólica del consumo, por lo que frecuentemente las respuestas son a partir del principio de autoridad y represión, más que del diálogo y la comprensión.

Esto remite también a que un sinnúmero de instancias e instituciones públicas y privadas lleven a cabo diferentes programas de intervención (Mochila Segura), a fin de prevenir el consumo y, crear unidades clínicas de tratamiento o centros de atención en algunas delegaciones políticas de la ciudad de México (Milenio, 13 de febrero de 2005 y El Universal, 17 de febrero de 2005).
Sin negar la valía de estos programas, hay algunas consideraciones y reflexiones críticas que hay que hacer. La iniciativa de Mochila Segura/Escuela Segura, Sendero Seguro, tienen su debilidad en tanto que son circunstanciales y ubican a los jóvenes como el problema y no garantizan que realmente dejen de consumir, ya que al menos tomarán sus precauciones para no llevar sustancias tóxicas que comprometan a la escuela. Por tanto, acorde a los enfoques del tipo prevenir es nuestra seguridad, suelen ser atemporales, es decir, el mensaje, a través de informar, no crea sentido y significación en una parte de estos chicos y chicas, ya que en su mayoría, ya son consumidores y usuarios de drogas.

Así pues, el problema no es tan fácil de resolver. En lo particular pienso que los padres jugamos un rol sumamente importante porque no es una cuestión exclusiva de los gobiernos y mentores, sino que también nosotros estamos inmersos y obligados a velar por el comportamiento de nuestro hijos en el fenómeno de la drogadicción.

Actualmente, se encuentra en el tapete de la discusión la legalización de la mariguana, pareciera que es la única alternativa para disminuir su consumo, pero suponiendo que se llevara a cabo tal medida, considero que el número de consumidores no disminuiría, al contrario, se incrementaría más todavía, ya que estaría más al alcance de los jóvenes. En este contexto, corresponde a los gobiernos de los tres niveles ponderar detenidamente legalizar el uso y consumo de la mariguana, es decir, antes de elevar esta situación a un status legal, se deberían analizar los pros y los contras que puede generar en el espectro social y cultural.